y pesca, y hacen vino de la algarroba,[15] (que llaman los alemanes joannesbrot). Este pueblo procur�� servirnos en todo, y nos di�� cuanto necesit��bamos con mucho agrado, en tres dias que all�� estuvimos. Hombres y mugeres de grandes estaturas: los unos traen en la nariz un agugerillo, en que por galanura se ponen una pluma de papagayo; y las otras se pintan la cara con raices azules, que nunca se quitan, y traen un pa?o de algodon desde la cintura �� las rodillas. Distan de los Mepenes 40 leguas.
[Nota 15: CABEZA DE VACA en su coment��rios cap. 18, fol. 16. BARCO, canto 25.]
De all�� fuimos �� los Agaces, que tambien se mantienen de caza y pesca. Indios �� indias son altos, y estas se pintan y cubren como las antecedentes. Recibi��ronnos de guerras, queriendo estorbarnos el viage; y no pudiendo reducirlos �� razon, peleamos con ellos en agua y tierra, y matamos �� muchos: de los nuestros murieron 15. No les tomamos nada, porque al tiempo de pelear habian retirado mugeres �� hijos, y escondido los bastimentos y cuanto tenian. Estos Agaces son obstinados guerreros en agua, en tierra no. Diremos despues lo que sucedi��: su pueblo dista de los Curumias 35 leguas. Est�� situado cerca del rio Jepido,[16] que del otro lado tiene el rio Paraguay, que baja de las monta?as del Per��, cerca de los Xarayes.
[Nota 16: Talvez sea el Tebicuary.--EL EDITOR.]
CAPITULO XX.
De los pueblos C��rios.
Desde estos pueblos pasamos �� los de los C��rios, que est��n �� 50 leguas de los Agaces, donde hallamos mucho maiz y algodon. Comen los indios las raices batatas, que saben �� manzanas, y la mandioca, que sabe �� casta?as, de que hacen cerveza (mandel-bee-re). Tienen tambien peces, carnes, puercos, avestruces, ovejas indianas, tan grandes como mulos, cabras, gallinas, conejos, y otras cosas de este g��nero. Hay miel en abundancia, de que hacen tambien vino, coci��ndola.
Es tan dilatada la tierra habitada por los C��rios, que tiene 300 leguas de ancho y largo. Los indios son peque?os y gordos, y mas trabajadores que los demas. Traen un agugerillo en los labios, y en ��l un cristal leonado, que llaman en su idioma tembet��, de dos palmos de largo, y del grueso de un ca?on de ganzo: andan desnudos como las indias. Usase entre ellos vender los padres �� las hijas, los maridos �� las mugeres, y algunas veces los hermanos �� las hermanas; y el valor de una india es una camiseta �� cuchillo, �� hocecilla, �� cosa semejante. Comen carne, aunque sea humana, si pueden adquirirla. Matan �� los cautivos en guerra, sean hombres �� mugeres, mozos �� viejos, y los asesinan como nosotros los puercos. Conservan por algunos a?os una india, recomendable en edad y traza, pero sino se acomoda �� los deseos de todos, la matan y comen en convite, tan c��lebre como el de nuestras bodas; mas si d�� gusto �� todos, y llega �� vieja, la guardan hasta que ella se muere. Hacen estos C��rios mas largos viages que los demas indios del Rio de la Plata. Son feroces en la guerra, y tienen sus poblaciones y fortalezas cerca del rio, en parages altos.
CAPITULO XXI.
De la ciudad de Lambar��, y como fu�� sitiada y rendida.
La ciudad de estos indios, que llaman estos moradores Lambar��, est�� rodeada de dos cercas de palos, del grueso de un hombre, puestos de doce en doce pasos, hincados en la tierra; quedando fuera tanto como la altura de un hombre con la espada y brazo levantados; y �� quince pasos tenian hechos fosos y hoyos de tres estados de hondo, cubiertos con ramas y tierra, y en medio de cada uno, una lanza fijada, aguda. Este aparato es para coger �� los cristianos, porque dejando Juan de Ay��las 60 hombres en guarda de los bergantines, fu�� en contra la ciudad, en ��rden, con 300 soldados bien prevenidos, y llegando �� un tiro de bala del eg��rcito de los indios, que eran 4,000 armados con arcos y flechas, nos enviaron �� decir que nos volvi��semos �� las naves, y nos darian bastimento y lo demas que necesit��semos para volver �� nuestra tierra cuanto antes. Despreciamos esta oferta, por ser muy �� prop��sito este provincia para nosotros, por la abundancia de bastimentos, y especialmente porque en cuatro a?os continuos no habiamos comido pan, sino carne y pescado solamente, y muchas veces escas��simamente. Empezaron los C��rios �� disparar contra nosotros, y no quisimos hacerles mal, sino darles �� entender que queriamos ser sus amigos: no quisieron aquietarse por no haber experimentado nuestras espadas ni los arcabuces. Acerc��monos y disparamos la artilleria, �� cuyo estruendo y estrago, viendo que caian tantos muertos sin saber de que, y las disformes heridas y agugeros en sus cuerpos, espantados con gran temor, huyeron tumultariarmente, cayendo unos sobre otros en los hoyos,
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