Tradiciones peruanas | Page 6

Ricardo Palma
se sostuvo que caía en
pecado mortal el médico que la recetaba, pues sus virtudes eran debidas
a pacto de dos peruanos con el diablo.
En cuanto al pueblo de Lima, hasta hace pocos años conocía los polvos
de la corteza de este árbol maravilloso con el nombre de polvos de la
condesa.[1]
[Nota 1: La primera esposa del conde de Chinchón llamóse doña Ana
de Osorio, y por muchos se ha creído que fué ella la salvada por las
virtudes de la quina. Un interesante estudio histórico publicado por don
Félix Cipriano Zegarra en la Revista Peruana, en 1879, nos ha
convencido de que la virreina que estuvo en Lima se llamó doña
Francisca Henríquez de Ribera. Rectificamos, pues, con esta nota la
grave equivocación en que habíamos incurrido.]

EL JUSTICIA MAYOR DE LAYCACOTA
CRÓNICA DE LA ÉPOCA DEL DÉCIMONONO VIRREY DEL
PERÚ
(Al doctor don José Mariano Jiménez.)
I
En una serena tarde de marzo del año del Señor de 1665, hallábase
reunida a la puerta de su choza una familia de indios. Componíase ésta
de una anciana que se decía descendiente del gran general Ollantay, dos
hijas, Carmen y Teresa, y un mancebo llamado Tomás.
La choza estaba situada a la falda del cerro de Laycacota. Ella con
quince o veinte más constituían lo que se llama una aldea de cien
habitantes.
Mientras las muchachas se entretenían en hilar, la madre contaba al hijo,
por la milésima vez, la tradición de su familia. Esta no es un secreto, y
bien puedo darla a conocer a mis lectores, que la hallarán relatada con
extensos y curiosos pormenores en el importante libro que con el título
Anales del Cuzco, publicó mi ilustrado amigo y compañero de
Congreso don Pío Benigno Mesa.
He aquí la tradición sobre Ollantay:
Bajo el imperio del Inca Pachacutec, noveno soberano del Cuzco, era
Ollantay, curaca de Ollantaytambo, el generalísimo de los ejércitos.
Amante correspondido de una de las ñustas o infantas, solicitó de
Pachacutec, y como recompensa a importantes servicios, que le
acordase la mano de la joven. Rechazada su pretensión por el orgulloso
monarca, cuya sangre, según las leyes del imperio, no podía mezclarse
con la de una familia que no descendiese directamente de Mango Capac,
el enamorado cacique desapareció una noche del Cuzco, robándose a su
querida Cusicoyllor.

Durante cinco años fué imposible al Inca vencer al rebelde vasallo, que
se mantuvo en armas en las fortalezas de Ollantaytambo, cuyas ruinas
son hoy la admiración del viajero. Pero Rumiñahui, otro de los
generales de Pachacutec, en secreta entrevista con su rey, lo convenció
de que, más que a la fuerza, era preciso recurrir a la maña y a la traición
para sujetar a Ollantay. El plan acordado fué poner preso a Rumiñahui,
con el pretexto de que había violado el santuario de las vírgenes del Sol.
Según lo pactado, se le degradó y azotó en la plaza pública para que,
envilecido así, huyese del Cuzco y fuese a ofrecer sus servicios a
Ollantay, que viendo en él una ilustre víctima a la vez que un general
de prestigio, no podría menos que dispensarle entera confianza. Todo
se realizó como inicuamente estaba previsto, y la fortaleza fué
entregada por el infame Rumiñahui, mandando el Inca decapitar a los
prisioneros[2].
[Nota 2: Sobre este argumento, el cura de Tinta don Antonio Valdés
escribió por los años de 1780 un drama en lengua quechua, el cual se
representó en presencia del rebelde Inca Tupac-Amaru.
Tschudi, Markham, Nadal, Barrancas y muchos americanistas se
empeñaron en sostener que el drama Ollanta había sido compuesto en
los tiempos incásicos, y que era, por consiguiente, un monumento
literario anterior a la conquista. Traducido en verso por un poeta
peruano, Constantino Carrasco, publicó el autor de estas Tradiciones
un ligero juicio crítico, en el que se atrevió a apuntar (alegando muy al
correr de la pluma varias razones en apoyo de su opinión) que el
Ollanta era ni más ni menos que comedia española, de las de capa y
espada, escrita en voces quechuas: y que, aunque lo diga Garcilaso, que
no pocos embustes estampó en los Comentarios reales, los antiguos
peruanos estuvieron muy lejos de cultivar la literatura dramática. Tanto
osamos escribir, y se nos vino la casa a cuestas... Hasta de mal patriota
nos acusó un quechuista; y un señor Pacheco Zegarra, entre otros cultos
piropos, nos llamó ignorante y charlatán. Con razones de ese fuste nos
dimos por convencidos de que habíamos estampado un disparate de a
folio. Pero en 1881, el literato argentino don Bartolomé Mitre, en un
serio y extenso estudio, con gran acopio de pruebas y con sesuda
argumentación, puso en transparencia la filiación, genuinamente

española, del drama Ollanta en su forma, en su fondo y hasta en sus
elementos lingüísticos.]
Un leal capitán salvó a Cusicoyllor
Continue reading on your phone by scaning this QR Code

 / 64
Tip: The current page has been bookmarked automatically. If you wish to continue reading later, just open the Dertz Homepage, and click on the 'continue reading' link at the bottom of the page.