Schopenhauer no conoce, o ignora deliberadamente, la inagotable riqueza del eterno femenino: concepto como femme fatale, femme fragile o femme vamp de seguro no hacen parte de su repertorio. En suma, la de Schopenhauer es una mujer sin cualidades. Pero, precisamente por eso, de su pluma brotan proposiciones ricas de amenidad y gracia, que �como un hors d�age cl�sico�, resultan divertidas para todos. 14 A. Schopenhauer, Gespr�che, ya citado, pp.376-377. Acerca de la conversi�n del viejo Schopenhauer, remito al texto medio humor�stico que escribimos con Wolfgang Welsch con ocasi�n del bicentenario del nacimiento del fil�sofo: �Schopenhauer schwere Stunde�, en Schopenhauer im Denken der Gegenwart, M�nchen-Z�rich, editado por Volker Spierling, Piper, 1987, pp. 290-298. 15 Todos ellos se encuentran en Adelphi: El arte de tener raz�n (1991), El arte de ser felices (1997), El arte de hacerse respetar (1998), El arte de insultar (1999). De los dos primeros hemos editado tambi�n la edici�n alemana: Die Kunst, Recht. Zu behalten, Frankfurt a M., Insel 1995; Die Kunst, gl�cklich zu sein, Beck, M�nchen, 1999.
12. EL ARTE DE TRATAR A LAS MUJERES I LA NATURALEZA DE LA MUJER EL T�RMINO El t�rmino �hembra� (Weib) ha ca�do en descr�dito, aun cuando sea del todo inocente, designa el sexo (mulier). �Mujer� (Frau), por le contrario, es la hembra casada (uxor); y llamar mujer a una muchacha es disonante. EL BELLO SEXO El sexo femenino, de baja estatura, de hombros estrechos, de caderas anchas y de piernas cortas, puede ser llamado el sexo bello s�lo por el intelecto masculino, nublado por el instinto sexual; en pocas palabras, toda la belleza femenina reside en este instinto. EL SEGUNDO SEXO Las mujeres son sexus sequior, el segundo sexo, que desde todo punto de vista es inferior al sexo masculino; por ello, hay que respetar la debilidad de la mujer; sin embargo, es extremadamente rid�culo profesar veneraci�n a las mujeres: ello nos rebajar�a incluso a los propios ojos de ellas. SERES SIN INTERESES Las mujeres son incapaces de tener un inter�s puramente objetivo en algo, y ello, debido, seg�n mi parecer, a lo siguiente: el hombre trata de alcanzar siempre un dominio directo sobre las cosas, bien sea mediante la comprensi�n, o mediante la constricci�n. La mujer, con un dominio indirecto, es decir, por medio del hombre, el �nico al que puede dominar directamente. Por tanto, est� en la naturaleza de las mujeres considerar todo s�lo como un medio para conquistar al macho, y su inter�s hacia cualquier otra cosa es siempre s�lo un inter�s simulado, una sencilla estratagema, es decir, que todo se reduce a coqueter�as y monadas�Bastar�a con observar el objeto y la calidad de su atenci�n en un concierto, una �pera o una obra de teatro; con ver, por ejemplo, la
13. EL ARTE DE TRATAR A LAS MUJERES despreocupaci�n infantil con que prosiguen sus conversaciones durante los pasajes m�s bellos de las mayores obras maestras. SUS ARMAS NATURALES La naturaleza ha destinado a las j�venes a lo que, en t�rminos teatrales, se llama un �cambio de escena�: en efecto, por unos pocos a�os la naturaleza les otorga belleza exuberante, atractivos y formas voluptuosas, a expensas del resto de su vida, para que en el transcurso de esos pocos a�os puedan adue�arse de la fantas�a de un hombre, de manera que �ste se vea obligado a tomar honestamente a una de ellas para toda la vida, a como d� lugar; paso hacia el cual la mera reflexi�n racional no parecer�a haber dado ninguna garant�a segura de est�mulo al hombre. Por ello, la naturaleza provey� a la hembra, como a cualquier otra criatura, de las armas y las herramientas que requiere para asegurar su existencia y por el tiempo que las necesite; pero, ah�, tambi�n la naturaleza actu� con su acostumbrada parsimonia. Tal como, por ejemplo, la hormiga hembra, tras el acoplamiento, pierde sus alas, ya superfluas y hasta peligrosas para su descendencia, de la misma forma, tras uno o dos embarazos, la mujer pierde su belleza y, probablemente, hasta la misma raz�n. UNA OBRA MAESTRA DE LA NATURALEZA Con las mujeres la naturaleza dio un golpe maestro: en un cierto momento de su juventud, reuni� en ellas toda la belleza y todos los encantos necesarios para atraer con fuerza las miradas distra�das de los hombres, inducirlos a la tentaci�n, acallar toda reflexi�n y llevarlos, despu�s, a la ruina. Es la naturaleza la que produce a la joven�por la cual los individuos se echan a perder y los pueblos se exterminan. La naturaleza, adem�s, las dota de coqueter�a, que realza la belleza y, de ser necesario, hasta la reemplaza. ETERNAMENTE NI�AS. Las mujeres s�lo sirven para curarnos y educarnos durante nuestra infancia, precisamente porque son pueriles, tontas y miopes; en pocas palabras,
14. EL ARTE DE TRATAR A
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