Mattes & Seitz, 1985. 5 A. Schopenhauer, Gespr�che, Stuttgart-Bad Cannstatt, editado por Arthur H�bscher, Fromman-Holzboog, 1971, p. 152. 6 A. Schopenhauer, Gespr�che, ya citado, p.17.
8. EL ARTE DE TRATAR A LAS MUJERES otro, pero a cada intento las p�as los chuzaban, oblig�ndolos a separarse. 7 Esto es lo que sucede tambi�n a los seres humanos. Nada plat�nico tuvo, sin embargo, la relaci�n de Schopenhauer con una joven camarera en Dresden, a donde se hab�a mudado en mayo de 1814: el hijo del pecado muri� poco despu�s del alumbramiento. En efecto, a pesar de su declarada misoginia y del elogio filos�fico de la vida asc�tica, nuestro h�roe se inclinaba a la �pasi�n longitudinal� y no renunciaba para nada a los placeres de la carne. En resumidas cuentas, predicaba mal, pero actuaba bien. En su primer viaje a Italia, emprendido cuando entreg� los manuscritos de Mundo, en el oto�o de 1818, tan pronto lleg� a Venecia se embarc� en una aventura con una tal Teresa Fuga, dama de dudosa reputaci�n.8 Fue a causa de ella que fracas� el previsto encuentro con Byron, como refiere el m�sico Robert von Hornstein, al evocar en sus Memorias los coloquios con el viejo Schopenhauer. �ste se deleitaba contando a los hu�spedes que en el mismo a�o (1818-1819) hab�an coincidido en Italia los tres mayores pesimistas de Europa: Byron, Leopardi y �l. �Una tarde�, cuenta von Hornstein, �est�bamos hablando de Byron, cuando se lament� de no haberlo conocido a causa de su propia estupidez. �Yo ten�a una carta de recomendaci�n de Goethe para �l. Me qued� en Venecia unos tres meses, cuando Byron tambi�n estaba all�. Siempre tuve intenci�n de ir a visitarlo para entregarle la carta de Goethe, pero un buen d�a desist� por completo de hacerlo. Un d�a estaba de paseo con mi amada en el Lido, cuando mi Dulcinea, con gran excitaci�n, exclam�: �He aqu� al poeta ingl�s! Byron pas� de carrera frente a m�, montando a caballo, y al mujer no hizo otra cosa que recordar esta impresi�n durante todo el d�a. Fue entonces cuando decid� no entregar la carta de Goethe: le tuve miedo a los cuernos. �Cu�nto me arrepent� de ello!?. Y se golpe� la frente�. 9 En Florencia, Schopenhauer aument� la lista de sus conquistas con una hermosa perla: una noble inglesa que desde su brumosa tierra natal hab�a venido a la apacible ciudad toscana para curarse de la tuberculosis. El fil�sofo se encendi� con una �profunda pasi�n� y la �trampa� del matrimonio, �que la naturaleza nos tiende�, estuvo a punto de dispararse. Sin embargo, la incurable 7 Le�se la carta de Schopenhauer a Julius Frauenst�dt del 2 de enero de 1852, en Gesammelte Briefe, Bonn, editado por A. H�bscher, Bouvier, 1978, pp.272-273. 8 Podemos leer la jugosa reconstrucci�n hecha por A. Verrecchia, �Schopenhauer y la despierta Teresa�, en Schopenhauer-Jahrbuch, 56, 1975, pp. 187-198. 9 A. Schopenhauer, Gespr�che, ya citado, p. 220.
9. EL ARTE DE TRATAR A LAS MUJERES enfermedad de la amada indujo a nuestro t�mido sabiondo a replegarse sobre el principio de que el matrimonio no le conviene a la vida especulativa. De todas formas �si creemos lo que dice su hermana Adela �, �ste fue el gran amor de su vida. De regreso a Alemania, en Berl�n, Schopenhauer busc� consuelo en los brazos de Caroline Richter Medon, una corista del Nationaltheater con quien tuvo una inconstante pero intensa relaci�n, tanto que se acord� expl�citamente de ella en su testamento. Dicha relaci�n, guardada en secreto por largo tiempo, fue turbada por litigios y celos, pero sobre todo por el hecho de que, encontr�ndose Schopenhauer en Italia por segunda vez desde 10 meses atr�s, ella dio a luz a un hermoso var�n: Carl Ludwig Gustav Medon. No es de extra�ar que en su diario Schopenhauer anotara: �Los hombres son mujeriegos durante una mitad de su vida, y en la otra mitad llevan cuernos; por consiguiente, las mujeres se dividen traicionada y traicioneras�. 10 Y a la primera oportunidad trat� de desquitarse. En 1827, habiendo conocido a Flora Weiss, la hija de 17 a�os de un comerciante de arte, le hizo, de inmediato, propuesta de matrimonio, olvidando todas sus reglas de prudencia. �Casarse, como �l mismo hab�a afirmado, equivale a meter la mano en un saco con los ojos vendados y pretender sacar una anguila entre un mont�n de culebras�.11 Adem�s, por bien que salga, el matrimonio implica �demediar los derechos propios y redoblar los deberes�. 12 Sin embargo, por una tierna belleza el fil�sofo estaba dispuesto a arrojar por la borda toda su sabidur�a. Suerte para �l, por lo tanto, que dicha propuesta fuera rechazada: �Todav�a es un ni�a�, respondi� el padre escandalizado, que enseguida mitig� su indignaci�n al enterarse del patrimonio del pretendiente. No obstante, la muchacha no quiso saber
Continue reading on your phone by scaning this QR Code
Tip: The current page has been bookmarked automatically. If you wish to continue reading later, just open the
Dertz Homepage, and click on the 'continue reading' link at the bottom of the page.