Schopenhauer El Arte De Tratar A Las Mujeres | Page 3

Schopenhauer, Arturo (1788-1860)
ya 1 �Anthropologie in pragmatischer Hinsicht� (1798), en Kants gesammelte Schriften, con notas de la K�niglich Preussische Akademie der Wissenschaften, vol. VII. Reiner Berl�n, 1907; pp. 303-311. 2 A�n falta un estudio sobre Schopenhauer comparable al que se ha escrito sobre Nietzsche: Carol Diethe, Nietzsche�s Women: Beyond the Whip, Berl�n-New York, de Gruyter, 1996.
6. EL ARTE DE TRATAR A LAS MUJERES Plat�n sino m�s bien Dorothea Mendelsohn, que hab�a dejado a su esposo para unirse a �l, se hab�a iniciado una verdadera revoluci�n de ideas y de costumbres. Junto a Dorothea, todo un batall�n de figuras femeninas personificaba, desinhibidamente, la nueva moda: Germaine de Sta�l, amante de Talleyrand, quien tuvo una turbulenta relaci�n con Benjamin Constant y luego otra m�s tranquila y espiritual con el propio Schlegel; Caroline Michaelis, �La se�ora Lucifer� que, tras la muerte de su primer marido, volvi� a casarse con August Wilhelm Schlegel y despu�s con Schelling; Henrietta Herz, que le ense�� hebreo al exaltado Wilhelm von Humboldt e italiano a Schleiermacher; tambi�n Caroline von G�nderrode, la desdichada amante de Creuzer, obligada al suicidio por su pasi�n; Bettina Brentano; Rahel Varnhagen von Ense y muchas m�s. Johanna Troisiener Schopenhauer, madre de nuestro Arthur, pertenec�a a este batall�n de mujeres y ten�a grandes ambiciones literarias. La edici�n, que ella misma orden�, de sus obras completas �resumen de viajes, novelas, diarios, y hasta un estudio sobre Jan Van Eyck y la pintura flamenca� alcanza 24 vol�menes. Luego del suicidio de su esposo, se mud� a Weimar, en ese entonces trastornada por el avance de Napole�n hacia el coraz�n de Prusia. Johanna form� a su alrededor un c�rculo literario frecuentado, entre otros, por Goethe, Wieland, los dos Schlegel y Tieck.3 Libre de toda inhibici�n, tambi�n llev� a su casa a un joven amante, Friedrich M�ller von Gerstenberg. Cuando Arthur lleg� a reunirse con ella en Weimar, qued� profundamente turbado por la escandalosa relaci�n que, con su joven hermana Adela, tuvo que presenciar. Al desconcierto siguieron los celos, la irritaci�n y finalmente el rencor. Pero Johanna, que al fin pod�a disfrutar su libertad de padres y maridos, no ten�a la menor intenci�n de renunciar a sus conquistas por amor a su hijo, del cual, adem�s, no resist�a el car�cter �absolutamente mal�volo� y su obsesivo apego al patrimonio. En sus cartas, cansada del papel de madre reivindica su independencia como mujer: �Nosotros dos somos dos�, le hab�a escrito Arthur, ella lo tom� al pie de la letra para defender su propio espacio individual de las intromisiones filiales. El joven fil�sofo hubiera querido, en cambio, reconquistar a su madre para el hogar, es decir, para s� mismo; pero, desplazado por el amante, 3 Cfr. Anke Gilleir, Johanna Schopenhauer und die Wiemarer Klassik. Hildesheim, Olms, 2000.
7. EL ARTE DE TRATAR A LAS MUJERES asumi� con odio la situaci�n, la madre, las mujeres y el mundo entero, y se fue de la casa.4 Su dif�cil relaci�n con la figura materna es probablemente el origen de su exacerbada misoginia y de la indefendible y casi caricaturesca imagen de la mujer que Schopenhauer pretende asentar sobre bases metaf�sicas en su obra. Una mirada a su vida puede explicar muchas de sus singulares convicciones al respecto. �Conozco a las mujeres�, confesar� ya viejo a su alumno Adam Ludwig von Doss: �Para ellas el matrimonio s�lo es como una instituci�n de asistencia. Cuando mi padre, pobre y enfermo, se vio reducido a una silla, se habr�a quedado abandonado si un viejo sirviente no se hubiese encargado cari�osamente de �l. Pero, mientras �l se apagaba lentamente en su soledad, mi se�ora madre organizaba fiestas; y mientras �l sufr�a amargamente, ella se divert�a. �He aqu� el amor de las mujeres!�.5 DE FRACASO EN FRACASO A decir verdad, casi por los mismos d�as en que se produjo el alejamiento de su madre, Schopenhauer tuvo una oportunidad �nica para corregir su imagen pesimista del otro sexo. Se hab�a enamorado de Carolina Jagemann, prima donna del Hoftheater de Weimar, que m�s tarde se hizo amante del duque Karl August, y le conf�o a su madre: �Llevar�a esta mujer a mi casa as� la encontrara empedrando una carretera en el campo�.6 Sin embargo, este amor no pas� de ser plat�nico, y cuando, al cabo de algunos a�os, los dos volvieron a verse en Frankfurt, ya era demasiado tarde. En aquella oportunidad, el ya maduro fil�sofo le contar�a, para gozo de ella, la historia de los puercoespines, que acababa de anotar y que publicar�a al final de Parerga y paralip�mena: unos puercoespines que, para protegerse del fr�o invierno mediante su calor, quer�an arrimarse uno a 4 Ve�se D Schopenhauers. Der Familien-briefwechse! von Adele, Arthur, Heinrich Floris und Johanna Schopenhauer, Z�rich, editada por Ludger L�tkehaus Haffmans, 1991; Arthur Schopenhauer, Tagebuch einer Einsamen. M�nchen, editado por Heinrich Hubert Houben,
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