fueron arrollados en las inmediaciones de Tungasuca. Hecho prisionero con toda su familia, fu�� llevado al Cuzco, donde expi�� de un modo atroz el deseo de restablecer la dominacion de los Incas, �� mas bien de sustraer �� los indios de la baja �� intolerable tirania de los corregidores.
No por esto cesaron los males del Per��. Diego, y Andres, el uno hermano, y el otro sobrino de Tupac-Amaru, segundados por Julian Apasa, sucesor de Tomas Catari, continuaron hostilizando �� las tropas y �� los pueblos. Los sitios que pusieron �� Puno, �� Sorata y �� la Paz, forman los episodios mas interesantes de este drama. La ��ltima de estas ciudades sostuvo dos cercos, que duraron 109 dias, �� pesar de hallarse la ciudad embestida por 12,000 indios, due?os de las avenidas, y de todas las alturas que la dominan. En este teatro de desolacion brill�� el g��nio activo de D. Sebastian Segurola, sobre el cual gravitaba la responsabilidad de conservar un numeroso vecindario, reducido �� perecer de hambre, �� �� entregarse al cuchillo de una horda feroz. Solo la firmeza de este gefe pudo librarlo de tan grande infortunio.
Ni fu�� menos honrosa la conducta de Valle, Flores, y del mas esforzado de todos, Reseguin. Cuando pas�� la frontera de Salta, se hall�� este oficial en el centro de una gran insurreccion que devoraba la provincia de Chichas. Suipacha, Cotagaita, Tupiza, estaban en manos de los insurgentes, que en esta ��ltima ciudad habian imitado el ejemplo de Tupac-Amaru, ahorcando �� su corregidor. Reseguin, con un pu?ado de bravos, restablece el ��rden, escarmienta �� los indios, y los pone en la imposibilidad de volverse �� lanzar contra la autoridad p��blica. Su marcha hasta el Cuzco fu�� una s��rie continuada de combates y triunfos. Lleg�� en circunstancias que el sitio de Sorata habia tenido un horrible desenlace. Irritado Andres Tupac-Amaru de la obstinada resistencia que le hacian sus habitantes, �� quienes amagaba con un ej��rcito de 14,000 hombres, recoge las aguas del cerro nevado de Tipuani, y cuando las vi�� crecer en el estanque que habia formado en un nivel superior �� la ciudad, rompe los diques, �� inunda la poblacion, destruyendo de un modo irresistible todos sus medios de defensa.
Quedaba la Paz, cercada por segunda vez por la famosa Bartolina, muger, �� concubina de Catari. Vali��ndose del arbitrio empleado contra Sorata, los sitiadores hacen represas en el rio que pasa por la ciudad, y forman una inundacion que rompe sus puentes, y causa los mayores estragos. Tal vez hubiera tenido que ceder su intr��pido defensor Segurola, sino hubiese aparecido Reseguin, que venia �� socorrerle con 5,000 hombres, llenos de entusiasmo por un triunfo que acababan de reportar en Yaco.
Tantos trabajos habian postrado �� este incansable oficial, que por primera vez desde su salida de Montevideo, se veia forzado �� interrumpir sus tareas. Aun no habia convalecido de una grave enfermedad que le habia asaltado, cuando llega �� la Paz la noticia de una fuerza que Tupac-Catari organizaba en las Pe?as. D��bil, y extenuado por sus padecimientos, Reseguin halla en su alma vigor bastante para reanimar sus fuerzas abatidas. Empu?a su espada, alcanza �� los rebeldes, los derrota, y cual otro Mariscal de Sajonia en la batalla de Fontenoi, entra al pueblo de las Pe?as, cargado en hombros de sus soldados.
Tan leal como valiente, respetaba las personas de los que se habian amparado del perdon ofrecido por el Virey de Lima. Pero un oidor de Chile, que le acompa?aba en calidad de consultor, complicando �� los indultados en el proceso que seguia de oficio contra Tupac-Catari, mand�� prender �� todos, �� hizo destrozar vivo en la Paz �� este caudillo.
De todas las cabezas principales de esta revolucion no quedaba mas que Diego Crist��val Tupac-Amaru, �� quien estos rasgos de perfidia hacian desconfiar de las promesas de los espa?oles. Pero, arrastrado de su destino, se dej�� persuadir �� entregarse voluntariamente al General Valle en su campamento de Sicuani; y no tard�� en arrepentirse de esta confianza. Vivia retirado y tranquilo en el seno de su familia, cuando se le asech�� y prendi�� para someterle �� un juicio, en que, por cr��menes imaginarios, se le conden�� �� perecer barbaramente en un cadalso.
Areche, Medina y Mata-Linares, autores de tantas atrocidades, recibieron honores y aplausos: pero el aspecto de las v��ctimas, sus ��ltimos lamentos, sus miembros palpitantes, sus cuerpos destrozados por la fuerza de los tormentos, son recuerdos que no se borran tan facilmente de la memoria de los hombres;[5] y debe perpetuarlos la historia para entregar estos nombres �� la execracion de los siglos.
[Nota 5: Areche, que miraba la egecucion de Tupac-Amaru desde una ventana del Colegio de los ex-Jesuitas del Cuzco, cuando vi�� que los caballos no podian despedazar el cuerpo de este desgraciado, mand�� que le cortasen la cabeza: y �� la muger de
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