que en el idioma _aymar��_ corresponde "�� cosa que brilla", como cristal, piedra preciosa, &c., y de cancha, "corral."]
Estos despojos, repartidos generosamente entre las tropas, dilataron la esfera de accion de estos tumultos. Los funcionarios p��blicos, siguiendo el ejemplo de los corregidores, que eran el blanco principal de la animadversion de los pueblos, desamparaban sus puestos, y dejaban libre el campo �� los amotinados. Sus filas, que se engrosaban diariamente, presentaron pronto una masa imponente para emprender mayores haza?as. Al sentimiento de venganza, que brotaba expontaneamente de todos los corazones, quiso Tupac-Amaru hermanar otro que lo afirmase y ennobleciese. Dos siglos y medio, pasados en la servidumbre, no habian podido borrar de la memoria de los ind��genas los recuerdos del gobierno paternal de los Incas: grabados en las ruinas del Cuzco, donde moraban sus dioses, y descansaban sus h��roes, hacian de esta ciudad el objeto de una supersticiosa veneracion; y aqu�� fu�� donde se dirigi�� Tupac-Amaru para inflamar el ardor de sus soldados. Trabado en su marcha por una fuerza de milicianos que se habia organizado de Sangarara, los atac��, y oblig�� �� asilarse del templo, donde se defendieron hasta sepultarse bajo los escombros del edificio, que se desplom�� sobre sus cabezas.
Esta ventaja, poco considerable en s�� misma, di�� alas �� la anarquia, que se propag�� hasta la provincia de Chichas. El foco principal de esta nueva insurreccion era Chayanta, donde dominaban los Catari, hombres populares y atrevidos, que estaban quejosos por la indiferencia con que el virey Vertiz y la Audiencia de Charcas habian oido sus reclamos contra la escandalosa administracion de Al��s, corregidor de aquel partido entonces, y promovido despues al gobierno del Paraguay. Tomas, el mayor de sus hermanos, desairado por el Virey, cuya justicia habia venido �� implorar personalmente �� Buenos Aires, regres�� �� su provincia, esparciendo la voz de haber conseguido mas de lo que habia solicitado: y este ardid sublev�� contra Al��s �� todos los indios, que se resistian �� pagar los tributos y �� admitir sus repartos.
El corregidor se veng�� por una perfidia, que hizo mas arriesgada su posicion. Imput�� �� Catari la muerte de un recaudador de rentas, y le envi�� preso �� la Audiencia de Charcas. Desde este momento la sangre corri�� �� torrentes, y la pluma del historiador se retrae de trazar el cuadro espantoso de tantos excesos. En Oruro, en Sicasica, en Arques, en Hayopaya, fueron innumerables las v��ctimas. En la iglesia de Caracoto la sangre de los espa?oles lleg�� �� cubrir los tobillos de los asesinos. En Tapacari, peque?o pueblo de la provincia de Cochabamba, se quiso obligar �� un padre �� desgarrar el corazon de sus hijos �� la vista de la madre: y la repulsa �� tan inicuo mandato, fu�� la se?al de su comun exterminio. Nada fu�� respetado: ni la edad, ni el sexo, ni las s��plicas, ni los lamentos libraban de la muerte, y una parte de la poblacion sucumbia al furor de la otra.
Entretanto los Vireyes de Buenos Aires y de Lima trabajaban de consuno para sofocar la insurreccion del Per��. Varias tentativas de los rebeldes se habian malogrado por la impericia de los gefes en quienes Tupac-Amaru habia depositado su confianza. Su muger le habia obligado �� volver �� Tungasuco, para calmar los terrores que le habia causado la noticia de la salida de la tropas de Lima. ?Triste y singular presentimiento! Con el Mariscal Valle, que mandaba esta expedicion, venia el Visitador Areche--ese hombre feroz, que, conculcando los derechos de la humanidad, y ultrajando al siglo en que vivia, debia renovar las escenas de los tiempos b��rbaros, en la ��poca en que aun vivian Becaria y Filangeri! La ausencia de Tupac-Amaru, aunque momentanea, fu�� se?alada por grandes reveses. Sus tropas, que no habian podido penetrar al Cuzco, fueron rechazadas de Puno y de Paucartambo. Estos contrastes, y la expedicion de Lima que se avanzaba �� marchas redobladas, le hicieron advertir todo el peligro de la inaccion en que estaba, y de la que le importaba salir cuanto antes.
Su reaparicion excit�� el mas vivo entusiasmo, y las poblaciones se agolpaban en el tr��nsito para aclamarle. Esta vez ci?i�� las infulas, _(llantu)_ que, segun Garcilaso, eran las insignias de la dignidad real entre los Incas. Inexperto en el arte de mandar los ej��rcitos, se enred�� nuevamente en el sitio del Cuzco, del que tuvo que desistir segunda vez, no por la resistencia que le oponia la ciudad, sino por el miedo de ser atacado por la fuerza de Valle. En este estado no le quedaba mas alternativa que salir al encuentro de la columna auxiliadora, �� retirarse: prefiri�� este ��ltimo arbitrio, teniendo �� su disposicion un ej��rcito de 17,000 hombres!
Se repleg�� h��cia la provincia de Tinta, donde no tard�� en alcanzarlo Valle al frente de 16,000 hombres. Le aguard�� Tupac-Amaru con 10,000, que
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