cual en vano procuró defenderse de aquella
furia....
A las seis la acción se nos volvió desfavorable, y parte de mi pobre
compañía y yo fuimos cortados y obligados a rendirnos....
15 Condujéronme, pues, prisionero a la pequeña villa de..., ocupada por
los carlistas desde los comienzos de aquella campaña, y donde era de
suponer[18-4] que me fusilarían inmediatamente....
La guerra era entonces sin cuartel.
IV
20 Sonó la una de la noche de tan aciago día: ¡la hora de mi cita con
Ramón!
Yo estaba encerrado en un calabozo de la cárcel pública de dicho
pueblo.
Pregunté por mi amigo, y me contestaron:
25 --¡Es un valiente! Ha matado a un Teniente Coronel. Pero habrá
perecido[18-5] en la última hora de la acción....
--¡Cómo! ¿Por qué lo decís?
--Porque no ha vuelto del campo, ni la gente que ha estado hoy a sus
órdenes da razón[18-6] de él....
30 ¡Ah! ¡Cuánto sufrí aquella noche!
Una esperanza me quedaba.... Que Ramón me estuviese (p19)
aguardando en la ermita de San Nicolás, y que por este motivo no
hubiese vuelto al campamento faccioso.
--¡Cuál será su pena al ver que no asisto a la cita! (pensaba yo.)--¡Me
creerá muerto!--¿Y, por ventura, tan lejos 05 estoy de mi última hora?
¡Los facciosos fusilan ahora siempre a los prisioneros; ni más ni menos
que nosotros!...
Así amaneció el día siguiente.
Un Capellán entró en mi prisión.
Todos mis compañeros dormían.
10 --¡La muerte!--exclamé al ver al Sacerdote.
--Sí--respondió éste con dulzura.
--¡Ya!
--No: dentro de tres horas.
Un minuto después habían despertado[19-1] mis compañeros.
15 Mil gritos, mil sollozos, mil blasfemias llenaron los ámbitos de la
prisión.
V
Todo hombre que va a morir suele aferrarse a una idea cualquiera y no
abandonarla más.
Pesadilla, fiebre o locura, esto me sucedió a mí.--La idea 20 de Ramón;
de Ramón vivo, de Ramón muerto, de Ramón en el cielo, de Ramón en
la ermita, se apoderó de mi cerebro de tal modo, que no pensé en otra
cosa durante aquellas horas de agonía.
Quitáronme el uniforme de Capitán, y me pusieron una gorra 25 y un
capote viejo de soldado.
Así marché a la muerte con mis diez y nueve compañeros de
desventura....
Sólo uno había sido indultado... ¡por la circunstancia de ser
músico!--Los carlistas perdonaban entonces la vida a los 30 músicos, a
causa de tener gran falta de ellos en sus batallones.... (p20) --Y ¿era V.
músico, D. Basilio?--¿Se salvó V. por eso?--preguntaron todos los
jóvenes a una voz.[20-1]
--No, hijos míos.... (respondió el veterano.) ¡Yo no era músico!
05 Formóse el cuadro, y nos colocaron en medio de él....
Yo hacía el número once, es decir, yo moriría el undécimo....
Entonces pensé en mi mujer y en mi hija, ¡en ti y en tu madre, hija mía!
10 Empezaron los tiros....
¡Aquellas detonaciones me enloquecían!
Como tenía vendados los ojos, no veía caer a mis compañeros.
Quise contar las descargas para saber, un momento antes de morir, que
se acababa mi existencia en este mundo....
15 Pero a la tercera o cuarta detonación perdí la cuenta.
¡Oh! ¡Aquellos tiros tronarán eternamente en mi corazón y en mi
cerebro, como tronaban aquel día!
Ya creía oírlos a mil leguas de distancia; ya los sentía reventar dentro
de mi cabeza.
20 ¡Y las detonaciones seguían!
--¡Ahora!--pensaba yo.
Y crujía la descarga, y yo estaba vivo.
--¡Esta es!...--me dije por último.[20-2]
Y sentí que me cogían por los hombros, y me sacudían, y me 25 daban
voces en los oídos....
Caí....
No pensé más....
Pero sentía algo como un profundo sueño....
Y soñé que había muerto fusilado.
VI
30 Luego soñé que estaba tendido en una camilla, en mi prisión.
No veía.
Llevéme la mano a los ojos como para quitarme una venda, (p21) y me
toqué los ojos abiertos, dilatados....--¿Me había quedado ciego?
No....--Era que la prisión se hallaba llena de tinieblas.
Oí un doble de campanas..., y temblé.
05 Era el toque de Animas.[21-1]
--Son las nueve.... (pensé.)--Pero ¿de qué día?
Una sombra más obscura que el tenebroso aire de la prisión se inclinó
sobre mí.
Parecía un hombre....
10 ¿Y los demás? ¿Y los otros diez y ocho?
¡Todos habían muerto fusilados!
¿Y yo?
Yo vivía, o deliraba dentro del sepulcro.
Mis labios murmuraron maquinalmente un nombre, el nombre 15 de
siempre,[21-2] mi pesadilla....
--¡«Ramón!»
--¿Qué quieres?--me respondió la sombra que había a mi lado.
Me estremecí.
20 --¡Dios mío! (exclamé.)--¿Estoy en el otro mundo?
--¡No!--dijo la misma voz.
--Ramón, ¿vives?
--Sí.
--¿Y yo?
25 --También.
--¿Dónde estoy?--¿Es ésta la ermita de San Nicolás?--¿No me hallo
prisionero?--¿Lo he soñado todo?
--No, Basilio; no has soñado nada.--Escucha.
VII
Como sabrás,[21-3] ayer maté al Teniente Coronel en buena lid.... 30
--¡Estoy vengado!--Después, loco de furor, seguí matando..., y maté...
hasta después de anochecido..., hasta
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