no niegues que estás rico... Con
la Semana, y lo que te dan D. Senén y el señor cura... Ya sabemos: el
que parte y reparte... No es por murmurar: Dios me libre. Bendita sea
nuestra santa miseria... El Señor te lo aumente. Dígolo porque te estoy
agradecida, Eliseo. Cuando me cogió el coche en la calle de la Luna...
fue el día que llevaron a ese Sr. de Zorrilla... pues, como digo, mes y
medio estuve en el espital, y cuando salí, tú, viéndome sola y
desamparada, me dijiste: «Señá Flora, ¿por qué no se pone a pedir en
un templo, quitándose de la santimperie, y arrimándose al cisco de la
religión? Véngase conmigo y verá cómo puede sacar un diario, sin
rodar por las calles, y tratando con pobres decentes». Eso me dijiste,
Eliseo, y yo me eché a llorar, y me vine acá contigo. De lo cual vino el
estar yo aquí, y muy agradecida a tu conduta fina y de caballero. Sabes
que rezo un Padrenuestro por ti todos los días, y le pido al Señor que te
haga más rico de lo que eres; que vendas sinfinidá de Semanas, y que te
traigan buen bodrio del café y de la casa de los señores condes, para
que te hartes tú y la carreterona de tu mujer. ¿Qué importa que
Crescencia y yo, y este pobre Almudena, nos desayunemos a las doce
del mediodía con un mendrugo, que serviría para empedrar las santas
calles? Yo le pido al Señor que no te falte para el aguardentazo. Tú lo
necesitas para vivir; yo me moriría si lo catara... ¡Y ojalá que tus dos
hijos lleguen a duques! Al uno le tienes de aprendiz de tornero, y te
mete en casa seis reales cada semana; al otro le tienes en una taberna de
las Maldonadas, y saca buenas propinillas de las golfas, con perdón...
El Señor te los conserve, y te los aumente cada año, y véate yo vestido
de terciopelo y con una pata nueva de palo santo, y a tu tarasca véala yo
con sombrero de plumas. Soy agradecida: se me ha olvidado el comer,
de las hambres que paso; pero no tengo malos quereres, Eliseo de mi
alma, y lo que a mí me falta tenlo tú, y come y bebe, y emborráchate; y
ten casa de balcón con mesas de de noche, y camas de hierro con sus
colchas rameadas, tan limpias como las del Rey; y ten hijos que lleven
boina nueva y alpargata de suela, y niña que gaste toquilla rosa y
zapatito de charol los domingos, y ten un buen anafre, y buenos
felpudos para delante de las camas, y cocina de co, con papeles nuevos,
y una batería que da gloria con tantismas cazoletas; y buenas láminas
del Cristo de la Caña y Santa Bárbara bendita, y una cómoda llena de
ropa blanca; y pantallas con flores, y hasta máquina de coser que no
sirve, pero encima de ella pones la pila de Semanas; ten también
muchos amigos y vecinos buenos, y las grandes casas de acá, con
señores que por verte inválido te dan barreduras del almacén de azúcar,
y papelaos del café de la moca, y de arroz de tres pasadas; ten también
metimiento con las señoras de la Conferencia, para que te paguen la
casa o la cédula, y den plancha de fino a tu mujer... ten eso y más, y
más, Eliseo...
Cortó los despotriques vertiginosos de la Burlada, produciendo un
silencio terrorífico en el pasadizo, la repentina aparición de la señá
Casiana por la puerta de la iglesia.
--Ya salen de misa mayor--dijo; y encarándose después con la
habladora, echó sobre ella toda su autoridad con estas despóticas
palabras: «Burlada, pronto a tu puesto, y cerrar el pico, que estamos en
la casa de Dios».
Empezaba a salir gente, y caían algunas limosnas, pocas. Los casos de
ronda total, dando igual cantidad a todos, eran muy raros, y aquel día
las escasas moneditas de cinco y dos céntimos iban a parar a las manos
diligentes de Eliseo o de la caporala, y algo le tocó también a la
Demetria y a señá Benina. Los demás poco o nada lograron, y la ciega
Crescencia se lamentó de no haberse estrenado. Mientras Casiana
hablaba en voz baja con Demetria, la Burlada pegó la hebra con
Crescencia en el rincón próximo a la puerta del patio.
--¡Qué le estará diciendo a la Demetria!
--A saber... Cosas de ellas.
--Me ha golido a bonos por el funeral de presencia que tenemos
mañana. A Demetria le dan más, por ser arrecomendada de ese que
celebra la primera misa, el D. Rodriguito de las medias moradas, que
dicen es secretario del Papa.
--Le darán toda la carne, y a nosotras los huesos.
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