Memoria dirigida al Sr. Marquez de Loreto, Virey y Capitan General de las Provincias del Rio de La | Page 6

Francisco de Viedma
Jos�� de Salazar, abriendo camino por tierra desde dicho puerto de San Jos�� �� dicho rio, en oficio de 13 de Octubre del mismo a?o, expuso al Se?or Virey lo importante de ambos establecimientos; fundando las razones y motivos en estas ��ltimas resultas, que rebatian las objeciones de los informes y dict��menes, y �� un mismo tiempo manifestando las utilidades que podian sacarse de ellos. Pero como todo lleg�� tarde, no bast�� �� contener la desgraciada suerte que sufren; que, aunque no tan infelices, como las de Sarmiento en el estrecho de Magallanes, han tenido casi la misma inutilidad los gastos, trabajos, p��rdidas y muertes que costaron para llevarlas al estado en que se hallaban al tiempo de su abandono; pues el de San Julian ya tenia habitaciones para repararse con alguna comodidad de la inclemencia de los tiempos; cuyo abrigo cort�� el escorbuto causado de los muchos frios de aquel clima. Empezaban �� producir sus terrenos, frutos para mantenerse; los indios cada dia se iban domesticando y aficion��ndose �� los nuestros, de modo que con fundados motivos podia esperarse la reduccion dentro de pocos a?os de estos id��latras al gremio de nuestra Santa F��; y por este medio, que tuviera el Rey nuevas poblaciones de estos naturales, sirviendo el ejemplo de unos para sus convecinos �� tan santo fin. Y ultimamente, con poco mas que se hubiera gastado, quedaba efectuada la poblacion, y en t��rminos de subsistir por s��, siempre que se le hubiera podido auxiliar con todo g��nero de ganados, como ��nico vigor de la agricultura, y alma de los pueblos. De forma que puede decirse expir�� esta poblacion cuando empezaba �� tomar aliento, y �� dar unas grandes pruebas de poder conseguir lo que con tanto anhelo y tan repetidamente ha intentado la Corte.
Si reflexionamos en las poblaciones de Sierra Morena, encontraremos una segura hilacion de los esfuerzos y oposiciones que habr��n mediado contra los establecimientos patag��nicos. En la formacion de aquellas no podian mediar las grandes dificultades, riesgos y trabajos, que en los de estos, por estar en el centro de Espa?a, y no carecer de cuanto necesita el hombre para la conservacion de su vida y desahogo del ��nimo en la sociedad racional. Muy al contrario eran las proporciones de estos establecimientos. La carne salada, el mal tocino, la miniestra picada, y las harinas a?ejas por lo regular han sido el principal sustento de sus individuos. El trato racional reducido unos �� otros, los riesgos muchos por los indios salvajes, y las habitaciones unos miserables ranchos, �� barracas de paja, irresistibles �� la inclemencia de las estaciones. V��ase pues la desigualdad que m��dia de unas �� otras. En las de Sierra Morena no habia mas que hacer que edificar las casas, operacion muy sencilla por los muchos materiales y operarios con que fueron sostenidos. Para el cultivo de las tierras se les facilitaron bueyes domados, y aperos excelentes que llenaban sus deseos. En las de la costa patag��nica de todo carec��amos: el clima es rigoroso de frios, particularmente en San Julian, y solo encontrabamos al mayor auxilio donde debia recelarse el riesgo. Los indios salvages nos sostuvieron y fomentaron en aquel puerto, socorriendo �� los infelices pobladores con la carne de guanaco, sin cuyo auxilio hubieran perecido, y en el Rio Negro, con las liebres, caballos y mucho ganado vacuno. Ahora pues, cotejese las ventajas que gozaban los de Sierra Morena con las infelicidades de los de San Julian y Rio Negro, y justamente podr�� decirse que all�� todo era gusto y alegria, y aqu�� todo infelicidad y tristeza. No obstante esta desigualdad, y estar �� las inmediaciones de un rey el mas s��bio que logra el universo, se urdieron las intrigas y contradicciones que son notorias, de las cuales se puede inferir las que habr��n mediado en tan dilatado hemisferio, donde unicamente los dos comisionados han sido y ser��n unas inespugnables rocas en sostenerlo.

PARTE SEGUNDA.
La pesca de la ballena, el abasto de sal en la provincia de Buenos Aires, y proporcionar por este medio el comercio de carnes, de las muchas que se pierden en los inmensos campos del Rio de la Plata, facilitar puerto para que arriben nuestros buques que navegan �� la mar del sur, y se haga mas suave y c��moda esta navegacion, abrir camino por agua �� por tierra para Valdivia y Chile, por donde con menos gastos y riesgos puede transitarse �� introducirse el comercio que logra Buenos Aires; y ultimamente reparar y extender el que tiene esta capital en el corambre de sus campa?as, talvez hasta el Rio Negro, uniendo �� esta importancia la seguridad de sus fronteras en que estriba el aumento de las poblaciones, sugecion de los indios y medios de atraerlos al verdadero conocimiento de Dios y bien del Estado, son las utilidades que con
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