Marianela | Page 3

Benito Pérez Galdós
realidad.... Bien, amiguito, doy a usted
gracias por las noticias que me ha dado y las que aún ha de darme....
Salí de Villamojada al ponerse el sol. Dijéronme que adelante, siempre
adelante....
--¿Va usted al establecimiento?--preguntó el misterioso joven,
permaneciendo inmóvil y rígido, sin mirar al doctor, que ya estaba
cerca.
--Sí, señor; pero sin duda equivoqué el camino.
--Esta no es la entrada de las minas. La entrada es por la pasadera de
Rabagones, donde está el camino y el ferro-carril en construcción. Por
allá hubiera usted llegado en diez minutos al establecimiento. Por aquí
tardaremos más, porque hay bastante distancia y muy mal camino.

Estamos en la última zona de explotación, y hemos de atravesar
algunas galerías y túneles, bajar escaleras, pasar trincheras, remontar
taludes, descender el plano inclinado; en fin, recorrer todas las minas de
Socartes desde un extremo, que es este, hasta el otro extremo, donde
están los talleres, los hornos, las máquinas, el laboratorio y las oficinas.
--Pues a fe mía que ha sido floja mi equivocación--dijo Golfín riendo.
--Yo le guiaré a usted con mucho gusto, porque conozco estos sitios
perfectamente.
Golfín, hundiendo los pies en la tierra, resbalando aquí y bailoteando
más allá, tocó al fin el benéfico suelo de la vereda, y su primera acción
fue examinar al bondadoso joven. Breve rato estuvo el doctor
dominado por la sorpresa.
--Usted...--murmuró.
--Soy ciego, sí, señor--añadió el joven--; pero sin vista sé recorrer de un
cabo a otro las minas de Socartes. El palo que uso me impide tropezar,
y Choto me acompaña, cuando no lo hace la Nela, que es mi lazarillo.
Con que sígame usted y déjese llevar.

-II-
Guiado
--¿Ciego de nacimiento?--dijo Golfín con vivo interés que no era sólo
inspirado por la compasión.
--Sí, señor, de nacimiento--repuso el ciego con naturalidad. No conozco
el mundo más que por el pensamiento, el tacto y el oído. He podido
comprender que la parte más maravillosa del universo es esa que me
está vedada. Yo sé que los ojos de los demás no son como estos míos,
sino que por sí conocen las cosas; pero este don me parece tan
extraordinario, que ni siquiera comprendo la posibilidad de poseerlo.

--Quién sabe...--manifestó Teodoro--¿pero qué es esto que veo, amigo
mío, qué sorprendente espectáculo es este?
El viajero, que había andado algunos pasos junto a su guía, se detuvo
asombrado de la fantástica perspectiva que se ofrecía ante sus ojos.
Hallábase en un lugar hondo, semejante al cráter de un volcán, de suelo
irregular, de paredes más irregulares aún. En los bordes y en el centro
de la enorme caldera, cuya magnitud era aumentada por el engañoso
claro-oscuro de la noche, se elevaban figuras colosales, hombres
disformes, monstruos volcados y patas arriba, brazos inmensos
desperezándose, pies truncados, desparramadas figuras semejantes a las
que forma el caprichoso andar de las nubes en el cielo; pero quietas,
inmobles, endurecidas. Era su color el de las momias, un color terroso
tirando a rojo; su actitud la del movimiento febril sorprendido y atajado
por la muerte. Parecía la petrificación de una orgía de gigantescos
demonios; y sus manotadas, los burlones movimientos de sus
desproporcionadas cabezas habían quedado fijos como las inalterables
actitudes de la escultura. El silencio que llenaba el ámbito del supuesto
cráter era un silencio que daba miedo. Creeríase que mil voces y
aullidos habían quedado también hechos piedra, y piedra eran desde
siglos de siglos.
--¿En dónde estamos, buen amigo?--dijo Golfín--. Esto es una
pesadilla.
--Esta zona de la mina se llama la Terrible--repuso el ciego indiferente
al estupor de su compañero de camino--. Ha estado en explotación
hasta que hace dos años se agotó el mineral de calamina. Hoy los
trabajos se hacen en otras zonas que hay más arriba. Lo que a usted le
maravilla son los bloques de piedra que llaman cretácea y de arcilla
ferruginosa endurecida que han quedado después de sacado el mineral.
Dicen que esto presenta un golpe de vista sublime, sobre todo a la luz
de la luna. Yo de nada de eso entiendo.
--Espectáculo asombroso, sí--dijo el forastero deteniéndose en
contemplarlo--, pero que a mí antes me causa espanto que placer,
porque lo asocio al recuerdo de mis neuralgias. ¿Sabe usted lo que me
parece? Me parece que estoy viajando por el interior de un cerebro

atacado de violentísima jaqueca. Estas figuras son como las formas
perceptibles que afecta el dolor cefalálgico, confundiéndose con los
terroríficos bultos y sombrajos que engendra la fiebre.
--¡Choto, Choto, aquí!--dijo el ciego--. Caballero, mucho cuidado ahora,
que vamos a entrar en una galería.
En efecto, Golfín vio que el ciego, tocando el suelo con su palo, se
dirigía hacia una puertecilla estrecha, cuyo marco eran tres gruesas
vigas.
El perro entró primero olfateando la negra cavidad. Siguole el ciego
con la impavidez de
Continue reading on your phone by scaning this QR Code

 / 67
Tip: The current page has been bookmarked automatically. If you wish to continue reading later, just open the Dertz Homepage, and click on the 'continue reading' link at the bottom of the page.