Manfredo | Page 8

Lord Byron
la amaba y le prive de la
vida.
LA ENCANTADORA.
?Con tus propias manos?
MANFREDO.
iCon mis propias manos! no; fue mi corazon el que marchito el suyo y
le destrozo. He derramado su sangre, pero no ha sido la suya. Su sangre
ha corrido sin embargo, he vislo su pecho desgarrado y no he podido
curar sus heridas.
LA ENCANTADORA.
?Es esto todo lo que tienes que decir? haciendo parte a pesar tuyo de
una raza que tu desprecias, tu que quieres ennoblecerla elevandote
hasta nosotros ipuedes olvidar los dones de nuestros conocimientos
sublimes y caer en los bajos pensamientos de la muerte! no te
reconozco.
MANFREDO.
iHija del aire! te protesto que, despues del dia fatal... Pero la palabra es
un vano soplo, ven a verme en mi sueno, o a las horas de mis desvelos,
ven a sentarte a mi lado; he cesado de estar solo, mi soledad se halla
turbada por las furias. En mi rabia rechino los dientes mientras que la
noche estiende sus sombras sobre la tierra, y desde la aurora hasta
ponerse el sol no ceso de maldecirme. He invocado la perdida de mi
razon como un beneficio, y no se me ha concedido: he arrostrado la
muerte; pero en medio de la guerra de los elementos, los mares se han
retirado a mi presencia. Los venenos han perdido toda su actividad; la
mano helada de un demonio cruel me ha detenido en la orilla de los
precipicios por solo uno de mis cabellos que no ha querido romperse.
En vano mi imaginacion fecunda ha creado abismos en los cuales ha
querido arrojarse mi alma; he sido rechazado, como si fuese por una ola
enemiga, en los abismos terribles de mis pensamientos. He buscado el
olvido en medio del mundo, lo he buscado por todas partes y nunca le
he hallado; mis secretos magicos, mis largos estudios en un arte
sobrenatural, todo ha cedido a mi desesperacion. Vivo, y me amenaza

una eternidad.
LA ENCANTADORA.
Quizas yo podre aliviar tus males.
MANFREDO.
Seria necesario llamar los muertos a la vida o hacerme bajar entre ellos
a la sepultura. Ensaya el reanimar sus cenizas y hacerlos aparecer bajo
una forma cualquiera y a cualquier hora que sea; corta el hilo de mis
dias, y sea cual fuere el dolor que acompane mi agonia, no importa, a lo
menos sera el ultimo.
LA ENCANTADORA.
Ni una cosa ni otra estan en mi arbitrio, pero si tu quieres jurar una
ciega obediencia a mis voluntades y someterte a mis ordenes, podre
serte util en el cumplimiento de tus deseos.
MANFREDO.
iYo jurar! iyo obedecer! ?y a quien? a los espiritus que domino. iYo
venir a ser el esclavo de los que me reconocen por su senor!... iJamas!
LA ENCANTADORA.
?Es esta toda tu respuesta? ?no tienes otra mas dulce? iPiensa bien en
ello antes de negarte a lo que te propongo!
MANFREDO.
He dicho no.
LA ENCANTADORA.
Puedo pues retirarme; habla.
MANFREDO.
Retirate.
[La Encantadora desaparece.]
MANFREDO solo.
Somos la victima del tiempo y de nuestros terrores; cada dia se nos
presentan nuevas penas; vivimos sin embargo maldiciendo la vida y
temiendo la muerte. Gimiendo bajo el yugo que nos oprime, y cargado
con el peso de la vida, nuestro corazon no late sino en las ocasiones que
esperimentamos alguna contrariedad, o algun goce perfido que finaliza
por crueles angustias y por la estenuacion y la debilidad. ?En el numero
de nuestros dias pasados y por venir (porque lo presente no existe en la
vida) no hay algunos, no hay uno solo en el que el alma no deje de
desear la muerte, y no obstante de huirla, como un rio helado por el
invierno cuya fria impresion bastaria el arrostrarla un momento?

Mi ciencia me ofrece todavia algun recurso. Puedo invocar los muertos
y preguntarles cual es el objeto de nuestros terrores. La nada de los
sepulcros quizas me responderan... ?Y si no responden?... iEl profeta
sepultado respondio a la encantadora de Endor! y el rey de Esparta
supo su destino futuro por las sombras de la virgen de Bizancio. Habia
quitado la vida a la que amaba sin conocer que era su victima, y murio
sin obtener perdon. Fue en vano que invocase a Jupiter, y que por la
voz de los magicos de la Arcadia suplicase a la sombra irritada el ceder
o a lo menos el fijar un termino a su venganza. Obtuvo una respuesta
oscura, pero que fue demasiado cierta[3].
Si yo no hubiese vivido nunca, lo que amo viviria todavia; si no hubiera
amado nunca, lo que amo aun conservaria la hermosura, la felicidad y
el don de poder hacer dichosos. ?Que se ha hecho la victima de mis
maldades?... Un objeto en el cual no me atrevo a pensar... Nada quizas...
Continue reading on your phone by scaning this QR Code

 / 24
Tip: The current page has been bookmarked automatically. If you wish to continue reading later, just open the Dertz Homepage, and click on the 'continue reading' link at the bottom of the page.