Manfredo | Page 9

Lord Byron

De aqui a algunas horas habre salido de mis dudas... Sin embargo
tiemblo al ver llegar el momento deseado... Hasta ahora jamas me ha
hecho temblar el acercarse un espiritu bueno o uno malo... Me
estremezco... Siento un peso de hielo sobre mi corazon. Pero puedo
atreverme a lo que temo y desafiar los recelos de la materia. La noche
llega....
[Se va.]

ESCENA III.
[La cumbre del monte Jungfro.]
EL PRIMER DESTINO.
El disco plateado de la luna empieza a brillar en los cielos. Nunca el pie
de un mortal vulgar ha manchado las nieves sobre las cuales andamos
durante la noche sin dejar ninguna huella. Apenas rozamos ligeramente
esta mar de escarchas que cubre las montanas con sus olas inmoviles,
semejantes a la espuma de las aguas que el frio ha helado
repentinamente despues de una tempestad; imagen de un abismo
reducido al silencio de la muerte. Esta cumbre fantastica, obra de algun
terremoto, y sobre la cual descansan las nubes de sus viages
vagamundos, esta consagrada a nuestros misterios y a nuestras vigilias:
yo espero en ella a mis hermanos que deben venir conmigo al palacio
de Ariman; esta noche se celebra nuestra grande fiesta... ?Porque tardan
en venir?

[Una voz canta a lo lejos.]
El usurpador cautivo, precipitado del trono, sepultado en un infame
reposo, estaba olvidado y solitario: yo he interrumpido su sueno, le he
dado el socorro de una multitud de traidores; el tirano esta todavia
coronado. Pagara mis cuidados con la sangre de un millon de hombres,
con la ruina de una nacion, y yo le abandonare de nuevo a la huida y a
la desesperacion.
[Una segunda voz.]
Un navio bogaba rapidamente sobre las aguas, impulsado por los
vientos propicios: he rasgado todas sus velas y roto todos sus
masteleros, no ha quedado ni una sola tabla de esta ciudad flotante; no
ha sobrevivido un solo hombre para llorar su naufragio... Me engano,
hay uno que yo mismo he sostenido sobre las aguas por un mechon de
sus cabellos ... era un sugeto muy digno de mis cuidados, un traidor en
la tierra y un pirata en el Oceano. Sabra reconocer mis bondades por
medio de nuevos crimenes.
EL PRIMER DESTINO.
[Respondiendo a sus hermanos.]
Una ciudad floreciente esta sumergida en el sueno, la aurora alumbrara
su desolacion: la horrible peste ha caido de repente sobre los habitantes
durante su descanso. Pereceran a millares. Los vivos huiran de los
moribundos que deberian consolar; pero nada podra defenderlos de los
tiros crueles de la muerte. El dolor y la desesperacion, la enfermedad y
el terror envuelven a toda una nacion. iDichosos los muertos de no ser
testigos del espantoso espectaculo de tantos males! La ruina de todo un
pueblo es para mi la obra de una noche; la he verificado en todos los
siglos, y no sera todavia la ultima vez.
[Llegan el segundo y el tercer Destino.]
LOS TRES DESTINOS JUNTOS.
Nuestras manos encierran los corazones de los hombres, sus sepulcros
nos sirven de tarima. No damos la vida a nuestros esclavos sino para
volversela a quitar.
EL PRIMER DESTINO.
Salud, hermanos mios. ?En donde esta Nemesis?
EL SEGUNDO DESTINO.
Prepara sin duda alguna grande obra, pero lo ignoro porque me
encuentro demasiado ocupado.

EL TERCER DESTINO.
Vedle aqui.
EL PRIMER DESTINO.
?De adonde vienes Nemesis? tu y mis hermanos habeis tardado mucho
esta noche.
NEMESIS.
Estaba ocupada en levantar los tronos abatidos, en componer himnos
funestos, en volver la corona a los reyes desterrados, en vengar a los
hombres de sus enemigos a fin de hacerlos arrepentir de sus venganzas.
He castigado con la locura a los que estaban detenidos por sabios, los
gefes inhabiles han sido proclamados por mi, dignos de gobernar el
mundo ... los mortales empezaban a disgustarse de los tiranos, se
atrevian a pensar por si mismos, a poner los reyes en equilibrio, y a
hablar de la libertad, que para ellos es el fruto vedado... Pero esta
tarde ... montemos en nuestras nubes.
[Desaparecen.]

ESCENA IV.
[El palacio de Ariman.--Ariman esta sobre un globo de fuego que le
sirve de trono, rodeado por los Espiritus.]
HIMNO DE LOS ESPIRITUS.
iSalud a nuestro monarca! al principe de la tierra y de los aires, que
vuela sobre las nubes y sobre las aguas. En su mano se halla el cetro de
los elementos, quienes, a sus ordenes, se confunden como el tiempo del
caos. Sopla, y una tempestad alborota los mares; habla, y las nubes le
responden por la voz de los truenos; mira, y los rayos del dia
desaparecen, anda, los terremotos conmueven el mundo. Los volcanes
se forman bajo sus pasos. Su sombra es la verdadera peste; los cometas
le preceden en los ardientes senderos de los cielos, y se reducen a
cenizas al menor de
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