Los favores del mundo | Page 8

Juan Ruiz de Alarcón
los comienzos del siglo XVII. Con La que adelante y atr��s--g��mina concha te viste, se retrata en vocabulario e inversi��n Don Luis de G��ngora. ?Qui��n sino Quevedo podr��a decir: Don Talegas--por una y por otra parte? Tantas alusiones a su desdichada figura, aunque ��l procurase pararlas con alfilerazos y donaires, hab��an de amargarle la vida. Hasta en sus finos modales y atildada cortes��a encontraban reparo los ingenios de la corte; les parecer��an--y en eso la corte no ha tenido tiempo de variar en tres siglos--marca segura de inferioridad provinciana.
El pobre corcovado, zaherido a todas horas y en todas partes, repetir��a m��s de una vez, para sus adentros, aquella redondilla que escribi�� en Las paredes oyen:
En el hombre no has de ver la hermosura o gentileza: su hermosura es la nobleza; su gentileza, el saber.
De noble y bien nacido blason�� siempre Alarc��n; el tono moderado y severo de moralista, que le se?ala y distingue entre todos los dram��ticos de su ��poca, casa muy bien con tales aspiraciones, desesperadamente abrazadas, a la falta de otros ideales, que hu��an de su figurilla contrahecha. Esa redondilla, que si fuera de Lope se nos hab��a de antojar afectada y pegadiza, en Alarc��n asume plena virtud representativa y vale por una confesi��n.
ENRIQUE D��EZ-CANEDO
(Divagaciones literarias, Madrid, 1922).

LOS FAVORES DEL MUNDO
Comedia en tres actos.
PERSONAS:
GARCI-RUIZ DE ALARCON. DON JUAN DE LUNA. EL PRINCIPE DON ENRIQUE. DON DIEGO, viejo, t��o de Anarda. EL CONDE MAURICIO. LEONARDO, su criado. HERNANDO, gracioso. GERARDO, paje del Pr��ncipe. ANARDA, dama. JULIA, dama. IN��S, criada de Anarda. BUITRAGO, escudero. DOS PAJES. [CRIADOS.]
[La escena es en Madrid.]

ACTO PRIMERO
[Llano al pie del parque de Madrid.]
[ESCENA PRIMERA]
[Salen GARCIA y HERNANDO, de color.]
HERNANDO. ?Lindo lugar!
GARCIA. El mejor; todos, con ��l, son aldeas.
HERNANDO. Seis a?os ha que rodeas aqueste globo inferior, y no v�� en su redondez hermosura tan extra?a.
GARCIA. Es corte del rey de Espa?a, que es decillo de una vez.
HERNANDO. ?Hermosas casas!
GARCIA. Lucidas; no tan fuertes como bellas.
HERNANDO. Aqu��, las mujeres y ellas son en eso parecidas.
GARCIA. Que edifiquen al rev��s mayor novedad me ha hecho; que primero hacen el techo, y las paredes despu��s.
HERNANDO. Lo mismo, se?or, ver��s en la mujer, que adereza, al vestirse, la cabeza primero que lo dem��s.
GARCIA. Bizarras las damas son.
HERNANDO. Diestras, pudieras decir en la herida del pedir, que es su primera intenci��n. C��frase, si has advertido, en la de mejor sujeto, toda la gala en el peto, toda la gracia en el pido. Tanto la intenci��n cruel s��lo a este fin enderezan, que si el "Padre nuestro" rezan, es porque piden con ��l. Hoy a la mozuela roja que en nuestra esquina ver��s, dije al pasar: ?C��mo est��s? y respondi��: Para aloja.
GARCIA. Con todo, siento afici��n de Madrid en t��.
HERNANDO. Y me hicieras merced, si aqu�� fenecieras esta peregrinaci��n; que moler��n a un diamante seis a?os de caminar de un lugar a otro lugar, hecho caballero andante.
GARCIA. Hernando, estoy agraviado, y seg��n leyes de honor, debo hallar a mi ofensor; no basta haberlo buscado. Mas no pienses que me canso, que hasta llegar a matalle, de suerte estoy, que el buscalle tengo solo por descanso. No a mitigarme es bastante tiempo, cansancio ni enojos; que siempre tengo en los ojos aquel afrentoso guante. ?Ah, cielos! ?en qu�� lugar escondeis un hombre as��? ?Cielos, o matadme a m��, o dej��dmelo matar! Yo, que en la africana tierra tantos moros he vencido; yo, que por mi espada he sido el asombro de la guerra; yo, que en tan diversas partes fij��, a pesar del pagano y el hereje, con mi mano cat��licos estandartes, ?he de vivir agraviado tantos a?os, cielo? ?Es bien que est�� deshonrado quien tantas honras os ha dado?
HERNANDO. Por Dios te pido, se?or, que no te aflijas as��; que yo espero en Dios que aqu�� has de restaurar tu honor. Si las se?as no han mentido, Don Juan en Madrid est��; sufre lo menos, pues ya lo m��s, se?or, has sufrido. Deja esa pena inhumana, no pienses en tu contrario.
GARCIA. Es pedir al cuartanario que no piense en la cuartana.
HERNANDO. Divi��rtete, considera c��mo est�� en caniculares, con ser pobre, Manzanares, tan honrada su ribera, que d��l dijo una se?ora, cuyo saber he envidiado, que es, por lo pobre y honrado, hidalgo de los de agora. Bien puede aliviar tus males ver ese parque, abundoso de conejo temeroso, blanco de tiros reales.
GARCIA. Detente. ?No es mi enemigo el que miro?
HERNANDO. ?Don Juan?
GARCIA. S��, el que viene hablando all��, con aquel coche...
HERNANDO. Yo digo que me parece Don Juan, pero no puedo afirmallo.
GARCIA. Ya ves que importa no errallo. Pues tan divertidos van, al descuido has de acercarte, y con cuidado mirar si es ��l, que yo quiero estar escondido en esta parte hasta que vuelvas. Advierte que certificado quedes; despacio mirarlo puedes, que ��l no podr�� conocerte.
HERNANDO. El coche par��; una
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