tengo un aborrecimiento absoluto a los borrachos: me parecen larvas, ex hombres, g��rgolas, algo grotesco, monstruoso y terrible a la vez. Sin embargo, mis grandes admiraciones literarias van hacia los poetas borrachos.
Es mi esp��ritu, lo m��s hondo, tumultuoso y atormentado de mi esp��ritu, lo que comprende la absurdidad de los borrachos, aunque mi yo superficial, el hombre social, los deteste. Poe, Verlaine, Musset, Nerval, Dar��o son nombres venerandos de mi iconograf��a sentimental. Todos ellos fueron tristes y gloriosos borrachos.
No comprendo bien la causa de que tan altos y armoniosos esp��ritus hayan ca��do en las simas de ?ese demonio m��s terrible que todas las enfermedades?.
Baudelaire escribi��: ?Cuidad de estar siempre ebrio de amor, de virtud o de vino?. El reloj del poeta marcaba siempre la hora de la embriaguez. Sin embargo, Baudelaire no fu�� un beodo cotidiano a la manera de Verlaine. Escribi�� palabras muy sensatas, muy burguesas--como ��l dir��a--, contra el opio, el haschid y el alcohol. ?La droga funesta no crea nada; produce una hiperestesia nerviosa; es un pr��stamo con inter��s ruinoso que se hace al cerebro?.
El mismo poeta de Les fleurs du mal, explica en el pr��logo de las obras de Edgar Poe la causa de la embriaguez del bardo del Horror de una manera clarividente: ?Poe no beb��a con placer: beb��a b��rbaramente, como si quisiera matar algo dentro de ��l mismo?. Y despu��s: ?Poe creaba personajes terribles o grotescos en medio de una tempestad de alcohol, y para volver a encontrarlos recurr��a a la bebida. Eran seres que s��lo se pod��an desenvolver en ese ambiente verdoso y transl��cido y a ��l hab��a que acudir para continuar la pl��tica interrumpida?.
Estas tres citas--hechas de memoria--constituyen una explicaci��n y una defensa de la embriaguez de los poetas.
En los poetas rom��nticos, de inspiraci��n, es m��s aceptable ese vicio absurdo y abyecto--yo juzgo de esto con un criterio rabiosamente burgu��s--. Es raro en Poe, que fu�� el esp��ritu del equilibrio, del an��lisis matem��tico--ved La carta robada, El doble crimen de la calle Morgue, El escarabajo de oro--, que al escribir sus cuentos enunciaba y resolv��a los m��s sutiles problemas matem��ticos.
?Existir�� una l��gica, una armon��a dentro de la absurdidad de la borrachera? Poe, haciendo eses por las calles de Nueva York la ma?ana que se public�� El Cuervo, era un mont��n abyecto de carne, un borracho grotesco; pero ?qu�� maravillosas creaciones se forjaban en su laboratorio interior? Ligea, Eleonora, M. Valdemar viv��an dentro del poeta en maravillosa lucidez, mientras que yac��a aletargado en el seno de una ?tempestad de alcohol?.
En mis investigaciones ocultistas la figura de Poe se me ha aparecido repetidas veces. Poe fu�� el poeta de lo Invisible. El alcohol era el puente por el que cruzaba en direcci��n al astral. Todas las larvas, las almas de los magos negros, el espectro de los muertos, los vampiros y los incubos y sucubos demon��acos fueron amigos del poeta y le dictaron sus escaloriantes episodios de pesadilla. La doble personalidad flu��dica de Poe convivi�� con ellos en esos reinos alucinantes y verdosos, donde las flores tienen hedor de putrefacci��n, danzan las almas de las brujas y se fraguan los infanticidios y los asesinatos sin causa, mientras el cuerpo del bardo, embrutecido, dorm��a la borrachera en cualquier callejuela de Rischmond o de Nueva York. Mister Valdemar desmoron��ndose en su espantosa podredumbre. Ligeia reviviendo en el cad��ver de Mistress Rawena, el ojo terrible del gato negro y el coraz��n revelador, que resuena como el golpe de un reloj de pesadilla, parecen imaginaci��n vivida en el plano l��vido del astral. Poe vivi�� una subvida taumat��rgica. Tuvo el arte de dar a todos sus monstruos, terribles y grotescos, una armon��a matem��tica, que pudi��ramos llamar l��gica de lo absurdo. ��stos eran los amigos a los que, seg��n Baudelaire, iba a buscar por el horrible camino en donde cantan las sirenas de la embriaguez.
Yo le brindo la idea de escribir acerca de Poe ocultista al esp��ritu que m��s sabe de esto y de otras muchas cosas: a Mario Roso de Luna.
He conocido muchos poetas borrachos, que pudi��ramos llamar borrachos rom��nticos. En su labor literaria no existe jam��s la terrible visi��n de Poe, ni su armon��a matem��tica. Fueron y son viciosos del alcohol, sin que su vicio favorito influya en su obra. Poe es aparte. Sus borracheras son fecundas, as�� como las de Paul Verlaine. Son l��cidos, con una maravillosa clarividencia, a trav��s de las brumas espesas de la borrachera.
Musset bebi�� rom��nticamente para olvidar. No se pod��a ya embriagar ?de amor ni de virtud? y se embriag�� de ajenjo. ?Cuidad de estar siempre ebrios?, dijo Baudelaire. Beb��a el ?pobre Alfredo? para llenar el vac��o de su vida frustrada sentimentalmente, pero nunca le debi�� nada al alcohol; sus borracheras fueron ?obscuras?, como el fondo de una sima, y al cabo la llama azulenca le abras�� el cerebro y sufri�� el horrible
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