contra su pecho:
--Pero, señor capitán ... yo no merezco ... yo creo que cumplo ... esto es
muy natural; yo no soy nada ... ¡qué he de ser yo! ¡Jesucristo! ¡Dios! ¡el
pueblo!
[Footnote 1: #Alva#, province in the north of Spain.]
[Footnote 2: #Carmelitas#, Carmelites, members of the mendicant
order of Our Lady of Mt. Carmel, founded about 1156.]
[Footnote 3: #previo el noviciado#, the noviciate being prior (translate:
_after the noviciate_).]
[Footnote 4: #Desierto de Tenancingo#, an ancient monastery near
Mexico City where lived a company of Carmelites. A monk of another
order said of it in the seventeenth century: "It is the pleasantest place of
all about Mexico.... Were all deserts like it, to live in a desert were
better than to live in a city." This description no longer applies, as the
place is now a wilderness with its interesting ruins and caves.]
[Footnote 5. #en tantas#, supply #veces#, every time.]
VI
Después de este abrazo volvimos a montar a caballo, y continuamos
nuestro camino en silencio, porque la emoción nos embargaba la voz.
La obscuridad se había hecho más densa; pero yo veía en el cura, cuyo
semblante aun no conocía, algo luminoso; tan cierto es que la simpatía
y la admiración se complacen en revestir a la persona simpática y
admirada con los atractivos de la Divinidad.
Iba yo repasando en mi memoria los hermosos tipos ideales del buen
sacerdote moderno, ... a los cuales se parecía mi compañero de camino,
y no recordaba más que a dos con los cuales tuviera una extraña
semejanza. El uno era el virtuoso Vicario de Aldea, de Enrique
Zschokke[1], cuyo diario había leído siempre con lágrimas, porque el
ilustre escritor suizo ha sabido depositar en él raudales de inmensa
ternura y de dulcísima resignación.
El otro era el _P. Gabriel_, de Eugenio Sue[2], que este fecundo
novelista ha sabido hacer popular en el mundo entero con su famoso
_Judío Errante_. En aquella época aun no había publicado Victor
Hugo[3] sus Miserables, y por consiguiente no había yo admirado la
hermosa personificación de Monseñor Myriel, que tantas lágrimas de
cariño ha hecho derramar después. Verdad es que conocía la historia de
varios célebres misioneros cuyas virtudes honraban al cristianismo;
pero siempre encontraba en su carácter un lunar que me hacía perder en
parte mi entusiasta veneración hacia ellos. Sólo había podido, pues,
admirar en toda su plenitud a los personajes ideales que he mencionado.
Así es que el haber encontrado en medio de aquellas montañas al
hombre que realizaba el sueño de los poetas cristianos y al verdadero
mitador de Jesús, me parecía una agradabilísima pero fugaz ilusión,
hija de mi imaginación solitaria y entristecida por los recuerdos. Y, sin
embargo, no era así; el sacerdote existía, me había hablado, caminaba
junto a mí, y pronto iba a confirmar con mis propias observaciones la
idea que acababa de darme de su carácter asombroso, en pocas palabras
dichas con una sencillez y una sinceridad tanto más incuestionables,
cuanto que ningún interés podía tener en aparecer de tal modo a los
ojos de un viajero pobre, militar subalterno e insignificante[*]....
[*: El carácter cuyo bosquejo he diseñado en este artículo es
rigurosamente histórico....]
[Footnote 1: #Enrique Zschokke# (Johann Heinrich, 1771-1848), a
German-Swiss historian, novelist, and religious writer.]
[Footnote 2: #Eugenio Sue# (1804-1857), a French novelist, whose
most famous work is The Wandering Jew.]
[Footnote 3: #Victor Hugo# (1802-1885), a celebrated French poet and
novelist. _Les Misérables_ is Hugo's best known novel.--#Monseñor
Myriel#, one of the characters in _Les Misérables_, was a priest who
sought to follow in his everyday life the example of Christ.]
VII
De repente, y al desembocar de un pequeño cañón que formaban dos
colinas, el pueblecillo se apareció a nuestra vista, como una faja de
rojas estrellas en medio de la obscuridad, y el viento de invierno
pareció suavizarse para traernos en sus alas el vago aroma de los
huertos, el rumor de las gentes y el simpático ladrido de los perros,
ladrido que siempre escucha el caminante durante la noche con intensa
alegría.
--Ahí tiene Vd. mi pueblo, señor capitán,--me dijo el cura.
--Me parece muy pintoresco,--le contesté,--a juzgar por la posición de
las luces, y por el aire balsámico que nos llega y que revela que allí hay
pequeños jardines.
--Sí, señor; los hay muy bonitos. Como el clima es muy frío y el terreno
bastante ingrato, los habitantes se limitaban, antes de que yo llegara
aquí, a cultivar algunos pobres árboles que no les servían más que para
darles sombra: unas cuantas y tristes flores nacían enfermizas en los
cercados, y en vano se hubiera buscado en las casas la más común
hortaliza para una ensalada o para un puchero. Los alimentos se
reducían a tortillas de maíz, frijol, carne
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