La Navidad en las Montanas | Page 7

Ignacio Manuel Altamirano
like it, to live in a desert were better than to live in a city." This description no longer applies, as the place is now a wilderness with its interesting ruins and caves.]
[Footnote 5. #en tantas#, supply #veces#, every time.]

VI
Despu��s de este abrazo volvimos a montar a caballo, y continuamos nuestro camino en silencio, porque la emoci��n nos embargaba la voz.
La obscuridad se hab��a hecho m��s densa; pero yo ve��a en el cura, cuyo semblante aun no conoc��a, algo luminoso; tan cierto es que la simpat��a y la admiraci��n se complacen en revestir a la persona simp��tica y admirada con los atractivos de la Divinidad.
Iba yo repasando en mi memoria los hermosos tipos ideales del buen sacerdote moderno, ... a los cuales se parec��a mi compa?ero de camino, y no recordaba m��s que a dos con los cuales tuviera una extra?a semejanza. El uno era el virtuoso Vicario de Aldea, de Enrique Zschokke[1], cuyo diario hab��a le��do siempre con l��grimas, porque el ilustre escritor suizo ha sabido depositar en ��l raudales de inmensa ternura y de dulc��sima resignaci��n.
El otro era el _P. Gabriel_, de Eugenio Sue[2], que este fecundo novelista ha sabido hacer popular en el mundo entero con su famoso _Jud��o Errante_. En aquella ��poca aun no hab��a publicado Victor Hugo[3] sus Miserables, y por consiguiente no hab��a yo admirado la hermosa personificaci��n de Monse?or Myriel, que tantas l��grimas de cari?o ha hecho derramar despu��s. Verdad es que conoc��a la historia de varios c��lebres misioneros cuyas virtudes honraban al cristianismo; pero siempre encontraba en su car��cter un lunar que me hac��a perder en parte mi entusiasta veneraci��n hacia ellos. S��lo hab��a podido, pues, admirar en toda su plenitud a los personajes ideales que he mencionado. As�� es que el haber encontrado en medio de aquellas monta?as al hombre que realizaba el sue?o de los poetas cristianos y al verdadero mitador de Jes��s, me parec��a una agradabil��sima pero fugaz ilusi��n, hija de mi imaginaci��n solitaria y entristecida por los recuerdos. Y, sin embargo, no era as��; el sacerdote exist��a, me hab��a hablado, caminaba junto a m��, y pronto iba a confirmar con mis propias observaciones la idea que acababa de darme de su car��cter asombroso, en pocas palabras dichas con una sencillez y una sinceridad tanto m��s incuestionables, cuanto que ning��n inter��s pod��a tener en aparecer de tal modo a los ojos de un viajero pobre, militar subalterno e insignificante[*]....
[*: El car��cter cuyo bosquejo he dise?ado en este art��culo es rigurosamente hist��rico....]

[Footnote 1: #Enrique Zschokke# (Johann Heinrich, 1771-1848), a German-Swiss historian, novelist, and religious writer.]
[Footnote 2: #Eugenio Sue# (1804-1857), a French novelist, whose most famous work is The Wandering Jew.]
[Footnote 3: #Victor Hugo# (1802-1885), a celebrated French poet and novelist. _Les Mis��rables_ is Hugo's best known novel.--#Monse?or Myriel#, one of the characters in _Les Mis��rables_, was a priest who sought to follow in his everyday life the example of Christ.]

VII
De repente, y al desembocar de un peque?o ca?��n que formaban dos colinas, el pueblecillo se apareci�� a nuestra vista, como una faja de rojas estrellas en medio de la obscuridad, y el viento de invierno pareci�� suavizarse para traernos en sus alas el vago aroma de los huertos, el rumor de las gentes y el simp��tico ladrido de los perros, ladrido que siempre escucha el caminante durante la noche con intensa alegr��a.
--Ah�� tiene Vd. mi pueblo, se?or capit��n,--me dijo el cura.
--Me parece muy pintoresco,--le contest��,--a juzgar por la posici��n de las luces, y por el aire bals��mico que nos llega y que revela que all�� hay peque?os jardines.
--S��, se?or; los hay muy bonitos. Como el clima es muy fr��o y el terreno bastante ingrato, los habitantes se limitaban, antes de que yo llegara aqu��, a cultivar algunos pobres ��rboles que no les serv��an m��s que para darles sombra: unas cuantas y tristes flores nac��an enfermizas en los cercados, y en vano se hubiera buscado en las casas la m��s com��n hortaliza para una ensalada o para un puchero. Los alimentos se reduc��an a tortillas de ma��z, frijol, carne y queso; lo bastante para no morirse de hambre, y aun para vivir con salud; pero no para hacer m��s agradable la vida con algunas comodidades tan ��tiles como inocentes.
Yo les insinu�� algunas mejoras en el cultivo; hice traer semillas y plantas propias para el clima, y como los vecinos son laborios��simos, ellos hicieron lo dem��s. Jam��s un hombre fu�� mejor comprendido que lo fu�� yo; y era de verse, el primer a?o, como hombres, mujeres, ancianos y ni?os, a porf��a, cambiaban el aspecto de sus casas, ensanchaban sus corrales, plantaban ��rboles en sus huertos, y aprovechaban hasta los m��s humildes rincones de tierra vegetal para sembrar all�� las m��s hermosas flores y las m��s raras hortalizas.
Un a?o despu��s, el pueblecito, antes ��rido y triste, presentaba un aspecto risue?o. Hubi��rase dicho que
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