La Navidad en las Montanas | Page 4

Ignacio Manuel Altamirano
como si hubiese evocado los fantasmas de sus camaradas del regimiento.
Entonces se hab��a adelantado a alguna distancia para explorar el terreno, y sobre todo, para abandonarme con toda libertad a mis tristes reflexiones.
Repentinamente lo v�� volver a galope, como portador de una noticia extraordinaria.
--?Qu�� hay, Gonz��lez?--le pregunt��.
--Nada, mi capit��n, sino que habiendo visto a unas personas que iban a caballo delante de nosotros, me avanc�� a reconocerlas y a tomar informes, y me encontr�� con que eran el cura del pueblo adonde vamos, y su mozo, que vienen de una confesi��n y van al pueblo a celebrar la Nochebuena. Cuando les dije que mi capit��n ven��a a retaguardia, el se?or cura me mand�� que viniera a ofrecerle de su parte el alojamiento, y all�� hizo alto para esperarnos.
--?Y le diste las gracias?
--Es claro, mi capit��n, y aun le dije que bien necesit��bamos de todos sus auxilios, porque venimos cansados y no hemos encontrado en todo el d��a un triste rancho donde comer y descansar.
--?Y qu�� tal? ?parece buen sujeto el cura?
--Es espa?ol, mi capit��n, y creo que es todo un hombre.
--?Espa?ol!--me dije yo;--eso s�� me alarma; yo no he conocido cl��rigos espa?oles m��s que carlistas. En fin, con no promover disputas pol��ticas, me evitar�� cualquier disgusto y pasar�� una noche agradable. Vamos, Gonz��lez, a reunimos al cura.
Diciendo esto, puse mi caballo a galope, y un minuto despu��s llegamos adonde nos aguardaban el eclesi��stico y su mozo.
Adelant��se el primero con exquisita finura, y quit��ndose su sombrero de paja me salud�� cort��smente.
--Se?or capit��n--me dijo--en todo tiempo tengo el mayor placer en ofrecer mi humilde hospitalidad a los peregrinos que una rara casualidad suele traer a estas monta?as; pero en esta noche, es doble mi regocijo, porque es una noche sagrada para los corazones cristianos, y en la cual el deber ha de cumplirse con entusiasmo: es la Nochebuena, se?or.
D�� las gracias al buen sacerdote por su afectuosidad, y acept�� desde luego oferta tan lisonjera.
--Tengo una casa cural muy modesta--a?adi��--como que es la casa de un cura de aldea, y de aldea pobr��sima. Mis feligreses viven con el producto de un trabajo improbo y no siempre fecundo. Son labradores y ganaderos, y a veces su cosecha y sus ganados apenas les sirven para sustentarse. As�� es que mantener a su pastor es una carga demasiado pesada para ellos; y aunque yo procuro aligerarla lo m��s que me es posible, no alcanzan a darme todo lo que quisieran, aunque por mi parte tengo todo lo que necesito y aun me sobra. Sin embargo, me es preciso anticipar a Vd. esto, se?or capit��n, para que disimule mi escasez, que, con todo, no ser�� tanta que no pueda yo ofrecer a Vd. una buena lumbre, una blanda cama y una cena hoy muy apetitosa gracias a la fiesta.
--Yo soy soldado, se?or cura, y encontrar�� demasiado bueno cuanto Vd. me ofrezca, acostumbrado como estoy a la intemperie y a las privaciones. Ya sabe Vd. lo que es esta dura profesi��n de las armas y por eso omito un discurso que ya antes hizo Don Quijote[1] en un estilo que me ser��a imposible imitar.
Sonri�� el cura al escuchar aquella alusi��n al libro inmortal que siempre ser�� caro a los espa?oles y a sus descendientes, y as�� en buen amor y compa?��a continuamos nuestro camino, platicando sabrosamente.
Cuando nuestra conversaci��n se hab��a hecho m��s confidencial, d��jele que tendr��a gusto en saber, si no hab��a inconveniente en dec��rmelo, c��mo hab��a venido a M��xico, y por qu�� ��l, espa?ol y que parec��a educado esmeradamente, se hab��a resignado a vivir en medio de aquellas soledades, trabajando con tal rudeza y no teniendo por premio sino una situaci��n que rayaba en miseria.
Contest��me que con mucho placer satisfar��a mi curiosidad, pues no hab��a nada en su vida que debiera ocultarse; y que por el contrario, justamente para deshacer en mi ��nimo la prevenci��n desfavorable que pudiera haberme producido el saber que era espa?ol, pues conoc��a bastantemente nuestras preocupaciones a ese respecto, se alegraba de poder referirme en los primeros instantes de nuestro conocimiento algo de su vida, mientras lleg��bamos al pueblecillo, que ya estaba pr��ximo.

[Footnote 1: #Don Quijote#, hero of Cervantes' famous novel of the same name, a masterpiece known in all the civilized world. The speech referred to may be found in



Part I, Chap. XXXVIII. Cervantes (1547-1616)
is Spain's most famous author.]

V
--Vine al pa��s de Vd.,--me dijo,--muy joven y destinado al comercio, como muchos de mis compatriotas. Ten��a yo un t��o en M��xico bastante acomodado, el cual me coloc�� en una tienda de ropas; pero notando algunos meses despu��s de mi llegada que aquella ocupaci��n me repugnaba sobre manera, y que me consagraba con m��s gusto a la lectura, sacrificando a esta inclinaci��n aun las horas de reposo, pregunt��me un d��a si no me sent��a yo con m��s vocaci��n para los estudios. Le respond��, que
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