m��s exacto, m��s razonador....
--Se enga?a usted, amigo Carrascosa. No me compare usted �� ese hombre con el m��o; que todos los oradores de Espa?a no llegan al zancajo de Romero Alpuente. Pues ?y aquel pasaje de los _abajos_? Cuando dec��a: ?_Abajo los privilegios, abajo lo superfluo, abajo ese lujo que llaman rey..._! ?Ah! Si es mucha boca aquella."
Calleja repet��a estos trozos de discurso con mucho ��nfasis y afectaci��n. Recordaba la mitad de lo que o��a, y al llegar la ocasi��n comenzaba �� desembuchar aquel arsenal oratorio, mezcl��ndolo todo y haciendo de distintos fragmentos una homil��a substancial y disparatada. Se nos olvidaba decir que este ciudadano Calleja era un hombre muy corpulento y obeso; pero aunque parec��a hecho expresamente por la Naturaleza para patentizar los puntos de semejanza que puede haber entre un ser humano y un toro, su voz era tan clueca, fallida y aternerada, que daba risa o��rle declamar los retazos de discursos que aprend��a en la Fontana.
Pues no estamos conformes--contest�� Carrascosa, accionando con mucho aplomo,--porque ?qu�� tiene que ver esa elocuencia con la de Alcal��, el cual es hombre que, cuando dice "all�� voy", le levanta �� uno los pies del suelo?
--Es verdad--dijo, terciando en el debate, uno de los circunstantes, que deb��a de ser torero, �� juzgar por su traje y la trenza que en el cogote ten��a;--es verdad. Cuando Alcal�� embiste �� los tiranos y se empieza �� calentar.... Pues no fu�� mal puyazo el que le meti�� el otro d��a �� la Inquisici��n. Pero, sobre todo, lo que m��s me gusta es cuando empieza bajito y despu��s va subiendo, subiendo la voz.... Les digo �� ustedes que es el espada de los oraores.
--Se?ores--afirm�� Calleja,--repito que todos esos son unos mu?ecos al lado de Romero Alpuente. ?C��mo puso �� los frailes hace dos noches! ?A que no saben ustedes lo que les dijo? ?A que no saben...? Ni al mismo demonio se le ocurre.... Pues los llam��.... _?sepulcros blanqueados!_... Miren qu�� mollera de hombre....
--No se empe?e usted, Calleja--refunfu?�� el ex covachuelista con alguna impertinencia.
--Pero venga usted ac��, se?or don Gil--dijo Calleja, haciendo todo lo posible por engrosar la voz.--?Si sabr�� yo qui��n es Alcal�� Galiano y los puntillos que calzan todos ellos! ?A m�� con esas! Yo, que les calo �� todos desde que les veo, y no tengo m��s que o��rles decir _casta?as_ para saber de qu�� palo est��n hechos....
--Creo, se?or don Gaspar, que est�� usted muy equivocado, y no s�� por qu�� se cree usted tan competente,--indic�� Carrascosa en tono muy grave.
--?Pues no he de serlo? ?Yo, que paso las noches oy��ndoles �� todos, no saber lo que son! Vamos, que algunos que se tienen por muy buenos, no son m��s que ingenios de raci��n y equitaci��n.
--Es verdad tambi��n que Romero Alpuente no es ning��n rana--dijo otro de los presentes.
--?C��mo rana?--exclam��, anim��ndose, Calleja.--?Que le sobra talento por los tejados!... Y �� usted, se?or Carrascosa, ?qui��n le ha dicho que yo no soy competente? ?Qui��n es usted para saberlo?
--?Que qui��n soy? ?Y usted qu�� entiende de discursos?
--Vamos, se?or don Gil, no apure usted mi paciencia. Le digo �� usted que le tengo por un ignorante lleno de presunci��n.
--Respete usted, se?or Calleja--exclam�� don Gil un poco conmovido;--respete usted �� los que por sus estudios est��n en el caso de... Yo... yo soy graduado en c��nones en la Complutense.
--C��nones, ya. Eso es cosa de lat��n. ?Qu�� tiene que ver eso con la pol��tica? No se meta usted en esas cuestiones, que no son para cabezas ramplonas y de cuatro suelas.
--Usted es el que no debe meterse en ellas--exclam�� Carrascosa sin poderse contener;--y el tiempo que le dejan libre las barbas de sus parroquianos, debe emplearlo en arreglar su casa.
--Oiga usted, se?or pedante complutense, canonista, teatino, �� lo que sea, v��yase �� mondar patatas al convento de M��stoles, donde estar�� m��s en su lugar que aqu��.
--Caballero--dijo Carrascosa, poni��ndose de color de un tomate y mirando �� todos lados para pedir auxilio, porque aunque ten��a al barbero por lo que era, por un solemne gallina, no se atreva con aquel corpach��n de ocho pies.
--Y ahora que recuerdo--a?adi�� con desd��n el rapista,--no me ha pagado usted las sanguijuelas que llev�� para esa se?ora de la cal �� de la Gorguera, hermana del tambor mayor de la Guardia Real.
--?Tambi��n me llama usted estafador? Mejor har��a el ciudadano Calleja en acordarse de los diez y nueve reales que le prest�� mi primo, el que tiene la poller��a en la calle Mayor; reales que le ha pagado como mi abuela.
--Vamos, que t�� y el pollero sois los dos del mismo estambre.
--S��, y acu��rdese de la guitarrilla que le rob�� �� Perico Sardina el d��a de la merienda en Migas Calientes.
--?La guitarrilla, eh? ?Dice usted que yo le rob�� una guitarrilla? Vamos, no me venga usted �� m�� con indirectas...--contest�� el barbero, queriendo parecer
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