La Edad de Oro: publicación mensual de recreo e instrucción dedicada a los niños de | Page 8

José Martí Pérez
un trasto con bigotes, una u?a venenosa, un garbanzo lleno de ambición, indigno de casarse con se?ora tan principal como la hija del gran rey que le había hecho la honra de cortarle las orejas: ?Es tan vano ese macacuelo--dijo Pablo--que se cree capaz de pelear con un gigante. Por aquí cerca hay uno que tiene muerta de miedo a la gente del campo, porque se les lleva para sus festines todas sus ovejas y sus vacas. Y Me?ique no se cansa de decir que él puede echarse al gigante de criado.?
--Eso es lo que vamos a ver--dijo el rey satisfecho. Y durmió muy tranquilo lo que faltaba de la noche. Y dicen que sonreía en sue?os, como si estuviera pensando en algo agradable.
En cuanto salió el sol, el rey hizo llamar a Me?ique delante de toda su corte. Y vino Me?ique fresco como la ma?ana, risue?o como el cielo, galán como una flor.
--Yerno querido--dijo el rey,--un hombre de tu honradez no puede casarse con mujer tan rica como la princesa, sin ponerle casa grande, con criados que la sirvan como se debe servir en el palacio real. En este bosque hay un gigante de veinte pies de alto, que se almuerza un buey entero, y cuando tiene sed al mediodía se bebe un melonar. Figúrate qué hermoso criado no hará ese gigante con un sombrero de tres picos, una casaca galoneada, con charreteras de oro, y una alabarda de quince pies. Ese es el regalo que te pide mi hija antes de decidirse a casarse contigo.
--No es cosa fácil--respondió Me?ique,--pero trataré de regalarle el gigante, para que le sirva de criado, con su alabarda de quince pies, y su sombrero de tres picos, y su casaca galoneada, con charreteras de oro.
Se fue a la cocina; metió en el gran saco de cuero el hacha encantada, un pan fresco, un pedazo de queso y un cuchillo; se echó el saco a la espalda, y salió andando por el bosque, mientras Pedro lloraba, y Pablo reía, pensando en que no volvería nunca su hermano del bosque del gigante.
En el bosque era tan alta la yerba que Me?ique no alcanzaba a ver, y se puso a gritar a voz en cuello: ??Eh, gigante, gigante! ?dónde anda el gigante? Aquí está Me?ique, que viene a llevarse al gigante muerto o vivo?.
--Y aquí estoy yo--dijo el gigante, con un vocerrón que hizo encogerse a los árboles de miedo,--aquí estoy yo, que vengo a tragarte de un bocado.
--No estés tan de prisa, amigo--dijo Me?ique, con una vocecita de flautín,--no estés tan de prisa, que yo tengo una hora para hablar contigo.
Y el gigante volvía a todos lados la cabeza, sin saber quién le hablaba, hasta que le ocurrió bajar los ojos, y allá abajo, peque?ito como un pitirre, vio a Me?ique sentado en un tronco, con el gran saco de cuero entre las rodillas.
--?Eres tú, grandísimo pícaro, el que me has quitado el sue?o?--dijo el gigante, comiéndoselo con los ojos que parecían llamas.
--Yo soy, amigo, yo soy, que vengo a que seas criado mío.
--Con la punta del dedo te voy a echar allá arriba en el nido del cuervo, para que te saque los ojos, en castigo de haber entrado sin licencia en mi bosque.
--No estés tan de prisa, amigo, que este bosque es tan mío como tuyo; y si dices una palabra más, te lo echo abajo en un cuarto de hora.
--Eso quisiera ver--dijo el gigantón.
Me?ique sacó su hacha, y le dijo: ??Corta, hacha, corta!? Y el hacha cortó, tajó, astilló, derribó ramas, cercenó troncos, arrancó raíces, limpió la tierra en redondo, a derecha y a izquierda, y los árboles caían sobre el gigante como cae el granizo sobre los vidrios en el temporal.
--Para, para--dijo asustado el gigante,--?quién eres tú, que puedes echarme abajo mi bosque?
--Soy el gran hechicero Me?ique, y con una palabra que le diga a mi hacha te corta la cabeza. Tú no sabes con quién estás hablando. ?Quieto donde estás!
Y el gigante se quedó quieto, con las manos a los lados, mientras Me?ique abría su gran saco de cuero, y se puso a comer su queso y su pan.
--?Qué es eso blanco que comes?--preguntó el gigante, que nunca había visto queso.
--Piedras como no más, y por eso soy más fuerte que tú, que comes la carne que engorda. Soy más fuerte que tú. Ensé?ame tu casa.
Y el gigante, manso como un perro, echó a andar por delante, hasta que llegó a una casa enorme, con una puerta donde cabía un barco de tres palos, y un balcón como un teatro vacío.
--Oye--le dijo Me?ique al gigante:--uno de los dos tiene que ser amo del otro. Vamos a hacer un trato. Si yo no puedo hacer lo que tú hagas, yo seré criado tuyo; si tú no puedes hacer lo que haga
Continue reading on your phone by scaning this QR Code

 / 87
Tip: The current page has been bookmarked automatically. If you wish to continue reading later, just open the Dertz Homepage, and click on the 'continue reading' link at the bottom of the page.