rey furioso mandó que le cortaran las orejas a aquel que no quiso aprender en la cabeza de su hermano.
Pero a Me?ique no se le achicó el corazón, y se le echó al roble encima.
--?Quítenme a ese enano de ahí!--dijo el rey--?y si no se quiere quitar, córtenle las orejas!
--Se?or rey, tu palabra es sagrada. La palabra de un hombre es ley, se?or rey. Yo tengo derecho por tu cartel a probar mi fortuna. Ya tendrás tiempo de cortarme las orejas, si no corto el árbol.
--Y la nariz te la rebanarán también, si no lo cortas.
Me?ique sacó con mucha faena el hacha encantada de su gran saco de cuero. El hacha era más grande que Me?ique. Y Me?ique le dijo: ??Corta, hacha, corta!?
Y el hacha cortó, tajo, astilló, derribó las ramas, cercenó el tronco, arrancó las raíces, limpió la tierra en redondo, a derecha y a izquierda, y tanta le?a apiló del árbol en trizas, que el palacio se calentó con el roble todo aquel invierno.
Cuando ya no quedaba del árbol una sola hoja, Me?ique fue donde estaba el rey sentado junto a la princesa, y los saludó con mucha cortesía.
--?Dígame el rey ahora dónde quiere que le abra el pozo su criado? Y toda la corte fue al patio del palacio con el rey, a ver abrir el pozo. El rey subió a un estrado más alto que los asientos de los demás; la princesa tenía su silla en un escalón más bajo, y miraba con susto a aquel hominicaco que le iban a dar para marido.
Me?ique, sereno como una rosa, abrió su gran saco de cuero, metió el mango en el pico, lo puso en el lugar que marcó el rey, y le dijo: ??Cava, pico, cava!?
Y el pico empezó a cavar, y el granito a saltar en pedazos, y en menos de un cuarto de hora quedó abierto un pozo de cien pies.
--?Le parece a mi rey que este pozo es bastante hondo?
--Es hondo; pero no tiene agua.
--Agua tendrá--dijo Me?ique. Metió el brazo en el gran saco de cuero, le quitó el musgo a la cáscara de nuez, y puso la cáscara en una fuente que habían llenado de flores. Y cuando ya estaba bien dentro de la tierra, dijo: ??Brota, agua, brota!?
Y el agua empezó a brotar por entre las flores con un suave murmullo refrescó el aire del patio, y cayó en cascadas tan abundantes que al cuarto de hora ya el pozo estaba lleno, y fue preciso abrir un canal que llevase afuera el agua sobrante.
--Y ahora--dijo Me?ique, poniendo en tierra una rodilla,--?cree mi rey que he hecho todo lo que me pedía?
--Sí, marqués Me?ique--respondió el rey,--y te daré la mitad de mi reino; o mejor, te compraré en lo que vale tu mitad, con la contribución que les voy a imponer a mis vasallos, que se alegrarán mucho de pagar porque su rey y se?or tenga agua buena; pero con mi hija no te puedo casar, porque ésa es cosa en que yo solo no soy due?o.
--?Y qué más quiere que haga, rey?--dijo Me?ique, parándose en las puntas de los pies, con la manecita en la cadera, y mirando a la princesa cara a cara.
--Ma?ana se te dirá, marqués Me?ique--le dijo el rey;--vete ahora a dormir a la mejor cama de mi palacio.
Pero Me?ique, en cuanto se fue el rey, salió a buscar a sus hermanos, que parecían dos perros ratoneros, con las orejas cortadas.
--Díganme, hermanos, si no hice bien en querer saberlo todo, y ver de dónde venía el agua.
--Fortuna no más, fortuna--dijo Pablo.--La fortuna es ciega, y favorece a los necios.
--Hermanito--dijo Pedro,--con orejas o desorejado creo que está muy bien lo que has hecho, y quisiera que llegara aquí papá para que te viese.
Y Me?ique se llevó a dormir a camas buenas a sus dos hermanos, a Pedro y a Pablo.
--IV--
El rey no pudo dormir aquella noche. No era el agradecimiento lo que le tenía despierto, sino el disgusto de casar a su hija con aquel picolín que cabía en una bota de su padre. Como buen rey que era, ya no quería cumplir lo que prometió; y le estaban zumbando en los oídos las palabras del marqués Me?ique: ?Se?or rey, tu palabra es sagrada. La palabra de un hombre es ley, rey?.
Mandó el rey a buscar a Pedro y a Pablo, porque ellos no más le podían decir quiénes eran los padres de Me?ique, y si era Me?ique persona de buen carácter y de modales finos, como quieren los suegros que sean sus yernos, porque la vida sin cortesía es más amarga que la cuasia y que la retama. Pedro dijo de Me?ique muchas cosas buenas, que pusieron al rey de mal humor; pero Pablo dejó al rey muy contento, porque le dijo que el marqués era un pedante aventurero,
Continue reading on your phone by scaning this QR Code
Tip: The current page has been bookmarked automatically. If you wish to continue reading later, just open the
Dertz Homepage, and click on the 'continue reading' link at the bottom of the page.