Impresiones, Poesías | Page 8

Joseph Campo-Arana
los que acogen sin
prevencion, con benevolencia, las primeras obras de un jóven, saben y
comprenden lo difícil que es ponerse, sólo ponerse, en el camino de la
perfeccion artística, y censuran lo malo sin acritud, ensalzan lo bueno
con expansion, y hacen con el principiante en tan difícil carrera lo que
el hábil doctor con el enfermo de que se encarga: lo animan, lo
confortan, le prescriben el régimen más propio para su restablecimiento,
y le hacen confiar en la conquista de la salud.
Pertenecen á la segunda clase, los críticos para quienes todo es malo,
para quienes nadie sabe nada, para quienes nadie debe escribir; que
vierten hiel sobre las primeras ilusiones de un alumno de las Musas,
que mutilan sin piedad sus composiciones, ensañándose en ellas con
tanta fé como alevosía, como cristiano contra moro. A éstos no les
llamo yo críticos, sino verdugos de los que en tiempos de triste
recordacion atenaceaban el cuerpo, sacaban los ojos y cortaban las
orejas á los delincuentes... todo con el objeto de decidirlos á la
enmienda.
Sin ciencia ni entendimiento para lo primero, me encuentro con
demasiado buen corazon para lo segundo, y dejo el libro de mi amigo

querido á los que de una clase y de otra no faltan en nuestra república
literaria: á los primeros se lo abandono con alegría y confianza; á los
segundos... por fuerza se lo entrego.
IV.
Llego aquí fatigado, jadeante, como el que ha hecho una larga jornada,
con gusto, pero con precipitacion excesiva, y conozco que he dicho
muchas impertinencias, algunas verdades, y varias cosas que podria
haber reservado para mejor ocasion... Sin embargo, ya es costumbre (y
costumbre mala, de dificilísimo destierro por lo tanto) que al frente de
toda nueva publicacion vayan unas cuantas páginas escritas con el
objeto de que nadie las lea: Campo ha puesto empeño en que el prólogo
de sus versos lleve mi firma; yo he dejado hablar por cuenta propia al
corazon y á la fantasía: y comprendiendo, aunque algo tarde, que mi
prólogo podria carecer de interés, por lo ménos, una reflexion me
consuela de todas las demás. Si el prólogo no se ha de leer, más vale
que sea mio que de una persona autorizada.
CÁRLOS COELLO.
INTRODUCCION
MELANCOLÍA.
Yo padezco, lector, frecuentemente,
--sin que sepa la causa verdadera

ni si es cosa del cuerpo ó de la mente,--
una tristeza amarga, que
inclemente
me domina, me rinde y desespera.
La sangre que en mis venas comprimida
caminaba en raudal
impetüoso,
parece detenerse en su carrera,
y sin calor, sin fuerza,
empobrecida,
se desliza con paso perezoso
como si en mí la vida se
extinguiera.
La luz no hiere con su lumbre pura
mis ojos apagados

donde ántes su fulgor resplandecía,
y á través de una niebla
siempre oscura
miro la alegre claridad del dia.
No hay eco que hasta mí llegue distinto,
ni idea que despierte mi

entusiasmo;
no hallo placer que excite en mí el instinto,
ni dolor
que me saque del marasmo.
Dios, la gloria, el amor, la patria, el arte,

ídolos de mi ardiente desvarío,
sólo me inspiran pesaroso hastío;

que parece domar mi sér inerte
la calma precursora de la muerte.
Un remedio á mi mal buscando en vano,
ya me siento al piano
y
recorro con mano perezosa
las teclas de marfil de uno á otro extremo,

modulando en su marcha caprichosa
extrañas melodías
en las que
siempre va del alma parte,
llenas de extravagantes fantasías,
sin
hilacion, sin formas y sin arte,
brillantes una vez y otra sombrías;

canto salvaje que mi mente eleva
sin que el arte lo cubra con su
manto,
que el viento nunca lleva
á donde yo lo envío;
notas de
una oracion ó de un lamento
que nadie escuchar quiere,
y que van á
perderse en el vacío
ignoradas y solas,
como el grito del náufrago
que muere
en el rumor de las revueltas olas.
Ya el exánime cuerpo abandonando
á la extraña inaccion que le
avasalla,
los tristes ojos á la luz cerrando,
sin que la voluntad le
oponga valla,
dejo á mi pensamiento libre vuelo;
mas de un sueño
imposible en pos se lanza,
y vaga en loco anhelo
de un recuerdo á
un dolor ó á una esperanza,
de una idea á otra idea,
sin conseguir
hallar lo que desea.
Ya queriendo fijar mi pensamiento,
sobre el
blanco papel la mano puesta,
expresar con palabras mi ánsia intento;

y comienzo novelas y canciones,
y poemas, y dramas, y cien cosas

que no pasan jamás de tres renglones.
Fragmentos que conservo en
mi cartera,
que leo con el alma estremecida,
porque en esos
fragmentos está entera
la historia de mi vida.
Mas todo en vano: ni en los dulces sones
de la rica armonía,
ni en
las anchas regiones
donde mi pensamiento desvaría,
llenas de luz,
de amor y de belleza,
puedo encontrar alivio á mi tristeza.
Si vuelvo á Dios el ánimo contrito
y piedad de mi pena le demando

con humilde fervor y acento blando,
el aliento maldito
de la duda

cobarde y acerada
á envenenar mis pensamientos viene,
y en mis
labios detiene
Una oracion apenas comenzada.
Vuelvo entónces los ojos á la tierra
y de mí se apodera horrible
Continue reading on your phone by scaning this QR Code

 / 25
Tip: The current page has been bookmarked automatically. If you wish to continue reading later, just open the Dertz Homepage, and click on the 'continue reading' link at the bottom of the page.