los
compara entre sí, y con los anteriores. Luego, aparte toda idea de
mundo externo, y aun de todo otro ser fuera de nosotros, tenemos la
certeza de la distincion de los dos órdenes de fenómenos, que
comprendemos en las palabras, sueño y vigilia.
Cuando pues se ha pretendido atacar la certeza de nuestros
conocimientos fundándose en la dificultad de distinguir entre dichos
estados, se ha echado mano de un argumento fútil, apoyado en un
hecho completamente falso. Tan distante estoy de creer en la
imposibilidad de distinguir filosóficamente la vigilia del sueño, que
antes bien opino que la diferencia entre estos dos estados es uno de los
hechos mas claros y ciertos de nuestra naturaleza.
Asentada esta verdad, y supuesto que nadie duda de que las sensaciones
que experimentamos durante el sueño, no son producidas por objetos
exteriores, y que por tanto no se las ha tomado nunca como medio de
adquirir la verdad, pasemos á otra cuestion de mas dificultad é
importancia.
CAPÍTULO IV.
RELACION DE LAS SENSACIONES CON UN MUNDO
EXTERNO.
[24.] Nuestras sensaciones, ¿tienen alguna relacion con objetos
externos, ó son simples fenómenos de nuestra naturaleza? De la
existencia de este mundo interno que resulta del conjunto de las escenas
ofrecidas por las sensaciones, ¿podemos inferir la existencia de un
mundo externo?
No se trata aquí de la práctica sino de la teoría: esta cuestion
únicamente se refiere á las fuerzas del raciocinio, nó á la voz de la
naturaleza: voz mas fuerte que todos los discursos, y á que nos es
imposible resistir. Sea cual fuere el resultado que nos diere el exámen
filosófico de las relaciones entre el mundo ideal y el real, es preciso
someternos á esa necesidad de nuestra naturaleza, que nos hace creer en
la existencia de dichas relaciones. La humanidad, en la inmensa
mayoría de sus individuos, no ha pensado jamás, ni probablemente
pensará, en semejante exámen; y sin embargo, para ella, la existencia
de un mundo real, distinto de nosotros, y en continua comunicacion con
nosotros, está al abrigo de toda duda. La naturaleza es antes que la
filosofía.
No quiero indicar con esto que la razon sea impotente á manifestar la
legitimidad de la ilacion con que se deduce lo real de lo ideal, ó la
existencia del mundo externo de la del interno; solo me propongo
señalar á la filosofía un linde, que si no la ilustra, al menos le inspire
sobriedad en sus investigaciones, y desconfianza en sus resultados. Y
con efecto: salta á los ojos que debe de ser errónea una ciencia que se
oponga á una necesidad y contradiga un hecho palpable: no merece el
nombre de filosofía, la que se pone en lucha con una ley que somete á
su indeclinable imperio la humanidad entera, incluso el filósofo que
contra esta ley se atreve á protestar. Todo lo que ella puede decir contra
esa ley será tan especioso como se quiera; pero no será mas que una
vana cavilacion: cavilacion que si la flaqueza del entendimiento no
bastare á deshacer, se encargaria de resistirla la naturaleza, hasta que
una nueva existencia en otra vida nos venga á revelar lo que hay en la
profundidad de esos arcanos, y cómo se enlazan esos eslabones cuyos
puntos de contacto no divisará la razon, mientras la naturaleza
experimenta la irresistible trabazon con que la ligan en todos los
momentos de su existencia.
[25.] Que las sensaciones son algo mas que simples fenómenos de
nuestra alma, que son efectos de una causa distinta de nosotros, lo
demuestra la comparacion de ellas entre sí; unas las referimos á un
objeto externo, y otras nó: estos dos órdenes de fenómenos presentan
caractéres muy distintos.
Ahora hay en mi interior la representacion del país en que he nacido y
vivido en mis primeros años. Se me ofrece con toda claridad la
espaciosa llanura con sus campos y praderas, con sus bajas colinas que
ora forman montecillos aislados, ora se prolongan en varias direcciones,
aplanándose hasta confundirse con el nivel del llano, ó levantándose
gradualmente hasta entroncarse con los ramales de las montañas. Veo
la elevada cordillera de estas que rodea toda la llanura, y que hace de
ella una vasta cuenca, donde no se divisa mas salida que por la parte del
sud, y una que otra quebradura que parece rasgar en algunos puntos la
grandiosa muralla alzada por la naturaleza. Todo esto se me representa
muy bien en mi interior, á pesar de hallarme á mas de cien leguas de
distancia: y se me representará cuantas veces yo quiera, y por el tiempo
que yo quiera. Quizás podrá acontecer que sin el concurso de mi
voluntad se me ofrezca el mismo espectáculo; pero siempre soy libre de
distraerme, corriendo por decirlo así el telon, para no ver aquella escena;
así
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