Filosofia Fundamental I-IV, Volumen 2 | Page 7

Jaime Balmes
La-Mennais pretende que solo en el tribunal del
consentimiento comun puede obtenerse un fallo definitivo y
satisfactorio: yo estoy convencido de que el raciocinio mas severo
puede llegar al mismo resultado á que nos conducen de consuno, el
sentido íntimo, el sentido comun, y el consentimiento comun, ó en
otros términos, el testimonio de nuestro ser y el de nuestros semejantes.
[22.] El hombre encuentra en sí de una manera completamente
satisfactoria la certeza de la diferencia entre el sueño y la vigilia: para
saber que estamos despiertos no necesitamos del testimonio de los
demás.
La diferencia entre dichos estados no debe buscarse únicamente en la
claridad y viveza de las sensaciones, y certeza actual que ellas
engendran. Es indudable que á veces en el sueño se nos presentan las
imágenes con tanta claridad como sí estuviéramos despiertos, y que por
el momento la certeza es completa. ¿Quién no ha experimentado
durante el sueño, viva alegría, ó terribles angustias? Es verdad que
alguna y muy rara vez, al dispertar, tenemos la reminiscencia de que en
el acto mismo del sueño asomaba la duda de si soñábamos; pero esto
sucede con poca frecuencia; y en general puede asegurarse, que el
sueño no anda acompañado de ese crepúsculo de razon reflexiva, que

nos advierte de nuestro estado, y de la ilusion que padecemos. Por lo
comun, mientras dura el sueño, no abrigamos duda sobre lo que
soñamos; y abrazamos á un amigo con tierna efusion, ó lloramos
desconsolados sobre su tumba, con las mismas afecciones que nos
produciria la realidad.
[23.] La diferencia no se halla en la incertidumbre del momento; pues
que por el contrario, solemos tener certeza completa. ¿Dónde está pues?
¿cómo la señala la razon? ¿cómo viene la filosofía en apoyo del sentido
íntimo y del sentido comun? Esto es lo que vamos á examinar.
Prescindiendo de si las sensaciones tienen alguna relacion con objetos
externos, de si su testimonio es suficiente para este ó aquel caso, y
considerándolas únicamente como fenómenos de nuestra alma, existen
dos órdenes de hechos completamente distintos por caractéres muy
marcados: el sueño y la vigilia. En lo íntimo de nuestra alma, estos dos
estados son completamente distintos: aun en el sistema de los idealistas,
es preciso reconocer esta distincion.
Reflexionando sobre lo que experimentamos desde que vivimos, ó
desde que tenemos conciencia de lo que pasa dentro de nosotros,
podemos observar, que hay en nuestro ser dos clases de fenómenos. De
una manera periódica y constante, experimentamos dos series de
sensaciones: las unas mas ó menos claras, mas ó menos vivas, limitadas
simplemente á su objeto, sin el concurso de muchas de nuestras
facultades, y sobre todo sin reflexion sobre ellas mismas; en pos vienen
otras, siempre claras, siempre vivas, acompañadas de actos de todas
nuestras facultades, con reflexion sobre ellas, sobre su diferencia de las
anteriores, con entera sujecion á nuestra libre voluntad, en todo lo
relativo á variarlas, modificarlas, hacerlas desaparecer y reproducirlas,
de mil maneras diferentes.
Yo veo el papel sobre que escribo; reflexiono sobre esta vision, y me la
quito cuando quiero y vuelvo á tenerla cuando me agrada; y enlazo esta
sensacion con otras, y con mil pensamientos, con mil caprichos, si así
me gusta. Lo que me sucede en este acto, me ha sucedido siempre, y
me sucede mientras se verifica en mí esa serie de fenómenos en este
estado que llamo de vigilia; mas si sueño que escribo, aun cuando no
me acontezca lo que suele, de no acertar á dirigir la pluma, de no ver
bien claro, de confundirse todo, no me siento con ese ejercicio
simultáneo de todas mis facultades, no reflexiono sobre el estado en

que me encuentro; no me hallo con esa conciencia plena de lo que hago,
con ese dominio de mí mismo, con esa luz clara y viva, que en el
estado de vigilia se derramaba sobre todos mis actos y sobre sus objetos.
Dispierto, pienso en lo que hice, en lo que hago, en lo que haré:
recuerdo los sueños y los califico de ilusiones, y los juzgo como
especies inconexas, extravagantes, y los comparo con el órden y la
consecuencia de lo que se me ofrece en la vigilia. Nada de esto hago
mientras sueño: quizás habrá tambien una sensacion clara, viva; pero es
de una manera independiente de mi voluntad; es una impresion aislada,
es el uso de una facultad sola, sin el auxilio de las demás, sin
comparaciones fijas y constantes, como las que recibo mientras estoy
despierto; y sobre todo ese fenómeno desaparece en breve, y ó vuelvo á
estar sumido en un estado en que no tengo conciencia de mi ser, ó entro
en otro, en que se reproduce la misma serie de fenómenos que antes:
claros, lúcidos, conexos; sufriendo el exámen de la razon que
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