á la
bondad de Dios; cuando un artífice tiene un instrumento que deja de
servir, lo desecha ó lo inutiliza: esto en Dios equivaldria á quitar la
accion conservadora, y en la criatura, á reducirse á la nada; si no
repugna á la sabiduría y bondad de Dios el que un ser organizado se
desorganice ó deje de existir como ser organizado, ¿por qué les
repugnará el que una sustancia deje de existir en habiendo cumplido el
objeto al cual estaba destinada? de esto se infiere que no seria contrario
á la sana filosofía el sostener que las almas de los brutos se reducen á la
nada.
[19.] Pero supongamos que no se quiera acudir al aniquilamiento; ¿hay
algun inconveniente en que continúen en su existencia? si lo hay, no lo
alcanzo.
¿Para qué servirian? no lo sé; pero es lícito conjeturar que absorbidas
de nuevo en el piélago de la naturaleza no serian inútiles. Tampoco
sabemos á qué sirven muchos otros seres, y no obstante, ni por eso
negamos su existencia, ni ponemos en duda su utilidad. ¿Quién nos ha
dicho que la fuerza vital que reside en el bruto no haya de tener ningun
objeto en destruyéndose la organizacion que ella animaba? La
destruccion de una planta ¿acarrea por ventura la extincion de todas las
fuerzas vitales que en esta residen? y esas fuerzas, por no ejercer su
accion sobre el ser organizado que se acaba de destruir, ¿dejan por
ventura de ser útiles en el misterioso laboratorio de la naturaleza?
¿Quién nos ha dicho que una fuerza vital no puede ser útil sino
ejerciéndose sobre un objeto de nuestra observacion? ¿quién nos ha
dicho que en los arcanos de la naturaleza las fuerzas vitales no obran en
sentidos muy diferentes, muy varios, y que los efectos de su actividad
no se presentan de maneras muy diferentes, segun las circunstancias en
que se encuentran, todo con arreglo á las leyes establecidas por la
sabiduría infinita? La magnífica profusion con que están esparcidas las
materias seminales, el sinnúmero de gérmenes que por todas partes
descubrimos, esa inmensa cantidad de materia susceptible de
trasformacion y asimilacion en el viviente, los misterios de la
generacion en el reino vegetal y animal, ¿todo esto no nos indica que
hay derramadas por el universo un sinnúmero de fuerzas vitales, que
ejercen su actividad de manera muy varia y en una escala de extension
asombrosa? ¿Quién nos asegura que un mismo principio vital no pueda
presentar fenómenos muy diversos segun las condiciones á que está
sometido? el que reside en la bellota ¿no es el mismo de la corpulenta
encina que ha desafiado el ímpetu de los huracanes durante algunos
siglos? Si la experiencia no lo atestiguase ¿quién seria capaz de
sospechar que el principio vital de un gusano informe y asqueroso es el
mismo de una bellísima mariposa? Véase pues como no es contrario ni
á la razon ni á la experiencia, el suponer que el alma de los brutos, esa
fuerza vital que en ellos reside, sea lo que fuere, continúa despues de
destruida la organizacion de su cuerpo, y que absorbida de nuevo en los
tesoros de la naturaleza, se conserva en ellos, nó como un ser inútil,
sino ejerciendo su actividad en diferentes sentidos segun las
condiciones á que se halle sujeta [I].
CAPÍTULO III.
El Sueño y la Vigilia.
[20.] El hecho de la sensacion está enlazado con otros, y de este enlace
resulta una gran parte de nuestros conocimientos. Se ha dicho con tono
de mucha seguridad, que no era posible demostrar por las sensaciones
la existencia de los cuerpos, pues que siendo aquellas una cosa
puramente interna, no era dable que nos condujesen á inferir la
existencia de otra externa, y no habia inconveniente en que todas
nuestras sensaciones fuesen un conjunto de fenómenos individuales,
encerrados dentro de nuestra alma. A primera vista parece imposible
soltar la dificultad: sin embargo, si se la examina á fondo, se echará de
ver que se le ha dado mas importancia de la que merece.
[21.] La primera objecion que suele hacerse contra el testimonio de los
sentidos se funda en la dificultad de distinguir con certeza el estado de
vigilia del de sueño. Dormidos recibimos impresiones semejantes á las
que nos afectan despiertos: ¿cómo nos aseguraremos de que la ilusion
no es perpetua? El abate de La-Mennais, con aquella exageracion que
le caracteriza, ha dicho: «Quien demostrase que la vida entera no es un
sueño, una quimera indefinible, haria mas de lo que han podido todos
los filósofos hasta hoy.»
Yo creo que hay en esto graves dificultades, pero no puedo
persuadirme que sean insolubles. Voy ante todo á examinar, si el sueño
y la vigilia son diferentes, no solo á los ojos del sentido comun, sino
tambien de la razon.
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