representacion cambia incesantemente, sin alterarse la unidad de la idea.
3.o La idea del tri��ngulo de cada especie en particular, es clara, evidente, en ella vemos del modo mas luminoso sus propiedades; por el contrario la representacion sensible, es vaga, confusa; as�� apenas distinguimos el tri��ngulo rect��ngulo del acut��ngulo �� obtus��ngulo de poca inclinacion. La idea corrige estos errores, �� mas bien prescinde de ellos; si se sirve de la figura imaginaria es como de un auxiliar: del mismo modo que al trazar las figuras en el papel, damos la demostracion, prescindiendo de que sean �� n�� bien exactas, y hasta sabiendo que no lo son, y que es imposible que lo sean del todo.
4.o La idea del tri��ngulo es la misma para el ciego de nacimiento que para el hombre con vista: como lo prueba el que los dos la desenvuelven del mismo modo, en sus raciocinios y usos geom��tricos. La representacion es diferente; pues para nosotros, es una im��gen de lo visto, lo que es imposible en el ciego. Este, al pensar en el tri��ngulo, no tiene en su imaginacion la misma representacion sensible que nosotros, ni la puede tener; pues carece de todo lo que se refiere �� la sensacion de la vista. Si el ciego tiene alguna representacion concomitante de la idea, ha de venirle del solo tacto; y para los tri��ngulos de alguna extension cuyas tres l��neas no pueden ser tocadas juntas, la representacion ha de ser una serie sucesiva de sensaciones del tacto, como el recuerdo de un pasaje de m��sica es esencialmente una representacion sucesiva. En nosotros la representacion del tri��ngulo es casi siempre simult��nea; excepto el caso de tri��ngulos muy grandes, mucho mayores que los que acostumbramos �� ver; pues en este caso, particularmente cuando no hay costumbre de considerarlos, parece que necesitamos ir extendiendo sucesivamente las l��neas.
[20.] Lo que se ha dicho del tri��ngulo, la mas sencilla de las figuras, puede aplicarse con mayor razon �� todas las dem��s. Muchas de ellas no pueden ser representadas distintamente en la imaginacion, como se ve en las que constan de muchos lados; y aun el c��rculo, que en la facilidad de ser representado se acerca al tri��ngulo, no podemos imaginarlo con tal perfeccion que le distingamos de una elipse cuyos dos ejes se diferencien poco entre s��.
CAP��TULO IV.
LA IDEA Y EL ACTO INTELECTUAL.
[21.] Demostrado que las ideas geom��tricas no son las representaciones sensibles, resulta tambien demostrado de toda clase de ideas. Si en algunas podia haber dificultad, era sin duda en las relativas �� la geometr��a, pues estas tienen objetos que se prestan �� ser representados sensiblemente; cuando los objetos no son figurados, no pueden ser percibidos por ningun sentido; hablar entonces de representacion sensible, es incurrir en una contradiccion.
[22.] Estas consideraciones tiran una l��nea divisoria entre el entender y el imaginar; l��nea que tiraron todos los escol��sticos, l��nea que conservaron, y por decirlo as��, marcaron mas Descartes y Malebranche, l��nea que comenz�� �� borrar Locke, y que hizo desaparecer Condillac. Todos los escol��sticos reconocieron esta l��nea; pero as�� ellos como muchos otros emplearon un lenguaje que mal entendido, era muy �� prop��sito para contribuir �� borrarla. A toda idea la llamaron im��gen del objeto; explicaron el acto de entender, cual si en el entendimiento hubiese una especie de forma que expresase el objeto, como el retrato delante de los ojos ofrece �� estos la im��gen de la cosa retratada. Este lenguaje dimana de la continua comparacion que naturalmente se hace entre el entender y el ver. Cuando los objetos no est��n presentes, nos valemos de retratos; y como los objetos en s�� mismos no pueden estar presentes �� nuestro entendimiento, se concibi�� una forma interior que hiciese las veces de un retrato. Por otra parte, las ��nicas cosas que se prestan �� representacion propiamente dicha, son las sensibles; el ��nico caso en que hallamos dentro de nosotros esa forma en que se retratan los objetos es el de la representacion imaginaria; y as�� era peligroso que �� esta se le llamase idea, y �� toda idea representacion imaginaria, en lo que consiste el sistema de Condillac.
[23.] Santo Tom��s llama �� las representaciones de la imaginacion, phantasmata, y dice que mientras el alma est�� unida al cuerpo no puede entender sino per conversionem ad phantasmata, esto es, sin que preceda y acompa?e al acto intelectual la representacion de la fantas��a, que sirve como de material para la formacion de la idea, y de auxiliar para aclararla y avivarla. La experiencia nos ense?a de continuo que siempre que entendemos, se agitan en nuestra imaginacion formas sensibles relativas al objeto que nos ocupa. Ya son las im��genes de la figura y color del objeto, si este los tiene; ya son las im��genes de aquellos con que se le puede comparar; ya son las palabras con que
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