señales de que vivía en el cuarto de más
abajo algún astrólogo, dueño de aquella confusa oficina y embustera
ciencia; y llegándose don Cleofás curiosamente, como quien profesaba
letras y era algo inclinado a aquella profesión, a revolver los trastos
astrológicos, oyó un suspiro entre ellos mismos, que, pareciéndole
imaginación o ilusión de la noche, pasó adelante con la atención
papeleando los memoriales de Euclides y embelecos de Copérnico;
escuchando segunda vez repetir el suspiro, entonces, pareciéndole que
no era engaño de la fantasía, sino verdad que se había venido a los
oídos, dijo con desgarro y ademán de estudiante valiente:
--¿Quién diablos suspira aquí?, respondiéndole al mismo tiempo una
voz entre humana y estranjera:
--Yo soy, señor Licenciado, que estoy en esta redoma, adonde me tiene
preso ese astrólogo que vive ahí abajo, porque también tiene su punta
de la mágica negra[84], y es mi alcaide dos años habrá.
--Luego ¿familiar eres?--dijo el Estudiante[85].
--Harto me holgara yo--respondieron[86] de la redoma--que entrara uno
de la Santa Inquisición, para que, metiéndole a él en otra de cal y canto,
me sacara a mí desta jaula de papagayos de piedra azufre. Pero tú has
llegado a tiempo que me puedes rescatar, porque este a cuyos conjuros
estoy asistiendo me tiene ocioso, sin emplearme en nada, siendo yo el
espíritu más travieso del infierno.
Don Cleofás, espumando valor, prerrogativa de estudiante de Alcalá, le
dijo:
--¿Eres demonio plebeyo, u de los de nombre?
--Y de gran nombre--le repitió el vidro endemoniado--, y el más
celebrado en entrambos mundos.
--¿Eres Lucifer?--le repitió don Cleofás.
--Ése es demonio de dueñas y escuderos--le respondió la voz.
--¿Eres Satanás?--prosiguió el Estudiante.
--Ése es demonio de sastres y carniceros--volvió la voz a repetille.
--¿Eres Bercebú?--volvió a preguntalle don Cleofás.
Y la voz a respondelle:
--Ése es demonio de tahures, amancebados y carreteros.
--¿Eres Barrabás[87], Belial, Astarot?--finalmente le dijo el Estudiante.
--Esos son demonios de mayores ocupaciones--le respondió la voz--:
demonio más por menudo soy, aunque me meto en todo: yo soy las
pulgas del infierno, la chisme[88], el enredo, la usura, la mohatra; yo
truje al mundo la zarabanda[89], el déligo[90], la chacona[91], el
bullicuzcuz[92], las cosquillas de la capona[93], el guiriguirigay, el
zambapalo, la mariona, el avilipinti, el pollo, la carretería, el hermano
Bartolo, el carcañal, el guineo, el colorín colorado[94]; yo inventé las
pandorgas[95]; las jácaras[96], las papalatas[97], los comos[98], las
mortecinas[99], los títeres[100], los volatines[101], los
saltambancos[102], los maesecorales[103], y, al fin, yo me llamo el
Diablo Cojuelo.
--Con decir eso--dijo el Estudiante--hubiéramos ahorrado lo demás:
vuesa merced me conozca por su servidor; que hay muchos días que le
deseaba conocer. Pero, ¿no me dirá, señor Diablo Cojuelo, por qué le
pusieron este nombre, a diferencia de los demás, habiendo todos caído
desde tan alto, que pudieran quedar todos de la misma suerte y con el
mismo apellido[104]?
--Yo, señor don Cleofás Leandro Pérez Zambullo, que ya le sé el suyo,
o los suyos--dijo el Cojuelo--, porque hemos sido vecinos por esa dama
que galanteaba y por quien le ha corrido la justicia esta noche, y de
quien después le contaré maravillas, me llamo desta manera porque fuí
el primero de los que se levantaron en el rebelión[105] celestial, y de
los que cayeron y todo[106]; y como los demás dieron sobre mi, me
estropearon, y ansí, quedé más que todos señalado de la mano de Dios
y de los pies de todos los diablos, y con este sobrenombre; mas no por
eso menos ágil para todas las facciones que se ofrecen en los países
bajos, en cuyas impresas nunca me he quedado atrás, antes me he
adelantado a todos; que, camino del infierno, tanto anda el cojo como el
viento[107]; aunque nunca he estado más sin reputación que ahora en
poder deste vinagre, a quien por trato[108] me entregaron mis propios
compañeros, porque los traía al retortero a todos[109], como dice el
refrán de Castilla, y cada momento a los más agudos les daba gato por
demonio. Sácame deste Argel de vidro; que yo te pagaré el rescate en
muchos gustos, a fe de demonio, porque me precio de amigo de mi
amigo, con mis tachas buenas y malas[110].
--¿Cómo quieres--dijo don Cleofás mudando la cortesía[111] con la
familiaridad de la conversación--que yo haga lo que tú no puedes
siendo demonio tan mañoso?
--A mí no me es concedido--dijo el Espíritu--, y a ti sí, por ser hombre
con el privilegio del baptismo y libre del poder de los conjuros, con
quien han hecho pacto los príncipes de la Guinea infernal[112]. Toma
un cuadrante de esos y haz pedazos esta redoma; que luego en
derramándome me verás visible y palpable.
No fué escrupuloso ni perezoso don Cleofás, y ejecutando lo que el
Espíritu le dijo, hizo con el instrumento astronómico jigote[113] del
vaso, inundando la mesa
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