años de 1633[29]: «Que habrá seis años que la dicha
Beatriz dixo a ésta que tomase un pedernal y le pusiese la mano encima
y dixese:
Estos cinco dedos pongo en este muro; cinco demonios conjuro: a
Barrabás, a Satanás, a Lucifer, a Bercebú, al Diablo Cojuelo, que es
buen mensajero, que me traigan a fulano luego a mi querer y a mi
mandar.»
Y así, en 1668, Agueda Rodríguez, vecina de Madridejos, también
procesada por hechicería[30]:
«...Diablo Cojuelo, tráemele luego; diablo del pozo, traémele, que no
es casado; que es mozo; diablo de la Quintería, tráemele en la fería;
diablo de la plaza, tráemele en danza....»
Teníase al Diablo Cojuelo, como dice el refrán, por el más listo de
todos: Esperanza Bonfilla, procesada por la Inquisición de Valencia en
1600, hizo que cierta mujer, para atraer a un hombre, «hiciese vn
conjuro en la forma siguiente: tomando vna escoba, la puso vna toca
como muger, y encendida vna bela que no fuese bendita, se arrodilló
delante de la escoba, y sin haçer cruz, juntas las manos, dixo:
Marta, Martica, no la santa ni la digna, ni la digna de rogar, ni la que
está en el altar, sino la que de noche andas por las beredas y los días por
las encrebelladas, yo te conjuro con Satanás y con Barrabás, con
Bercebú y todos los diablos, y con el diablo coxo, que corre mas que
todos, que todos vais a fulano y le deis tiempo para vestirse y le traigais
por puntos ante mí y mis ojos, sin hacerle mal»[31].
Corría más, y tenía más poder que sus iguales y superiores, o no supo
lo que se pescaba Isabel del Pozo al hacer sus conjuros, ni María
Castellanos cuando lo declaró ante la Inquisición de Toledo en
1631[32], pues decía: «... que tomó en las manos dicha Isabel del Poço
un poco de sal de sardinas y çilantro, lo qual mezcló todo y lo echaba
de una mano en otra diciendo:
Conjúrote, sal y çilantro, con Barrabás, con el Diablo cojuelo, que
puede más. No te conjuro por sal y çilantro, sino por el corazón de
fulano;
y echando la sal y çilantro en la lumbre, proseguía diciendo:
Así como te has de quemar, se queme el corazón de fulano, y aquí me
le traygas, y conjúrote por la reina Sardineta, y con la tataranieta, y con
los navegantes que navegan por la mar.»
Pero la cualidad de diablo bullidor y zaragatero, aficionado a bailes y
holgorios y a meter en danza a los mortales, haciéndoles ganar el
infierno alegremente, de ningún texto inquisitorial resulta tan clara
como de la manifestación de otra hechicera de Madridejos, llamada
Mari Fernández, que, procesada en 1532, al ser interrogada, trajo a
colación, como vamos a ver, un estragado fragmento de cierto
curiosísimo romance, desconocido hoy[33]: «Preguntada sy ha dicho
esta declarante a alguna persona como avia hecho çerco con
ynvocacion de diablos, que eran berzebú y satanás y el diablo coxuelo,
diziendo esta declarante que sin el diablo coxuelo no se podía hazer
aquel çerco, y que en aquel çerco que hizo avia esta declarante visto lo
quel diablo queria hazer contra çierta persona, que diga lo que çerca
desto ha dicho e fecho, dixo que ella suele cantar vn Romance que dize:
A caça yba bienhecho por Riberas de la mar, no por mengua de vjno ni
menos mengua de pan; por miedo del Rey Ramjro que lo querja matar.
Ellos en aquesto estando enbjaronle a llamar. Vamonos, dixo, amigo,
vamonos, dixo, a çenar; de que ovjeremos çenado dios dixo lo que será;
desque ovjeron çenado tomó libros en sus manos y començó de Rezar;
a los pecados mayores enpeçolos de llamar: ¿Qué es de ti, berzebu, qué
es de ti, barravas, qué es de ti, diablo coxuelo, que eras tú el juglar?...»
Tanto don Adolfo Bonilla como don Felipe Pérez indagaron con
prolijidad cuándo hubo de escribir su obrita Vélez de Guevara, y si la
escribió seguidamente, o a trozos y aun con largos intervalos entre unos
y otros capítulos. Convienen ambos investigadores en esta última
creencia, pero no en lo demás; porque si en opinión de Pérez y
González la novela fué escrita después de febrero de 1636 y antes de
mayo de 1639, a juicio de Bonilla, Vélez empezó a escribirla después
de febrero de 1637 y la terminó hacia julio de 1640[34]. No creo que el
poner en claro este punto, siendo corto, como lo es, dentro de la
ordinaria duración de la vida humana, el tiempo comprendido entre
unas fechas y otras, merezca el ímprobo trabajo que echaron sobre si
estos denodados eruditos[35].
Unas advertencias, para terminar.
«Vélez de Guevara, como Quevedo--notó el señor Bonilla--, es un
escolástico del idioma. No hay que perder una sola de sus
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