El Comendador Mendoza | Page 2

Juan Valera
por completo y por s�� solo, pasa, con la venia de Luc��a, �� besar humildemente los lindos pies de V. y �� ponerse bajo su amparo. Remedando �� un antiguo compa?ero m��o, elige �� V. por su madrina. No desde?e V. al nuevo ahijado que le presento, aunque no valga lo que Pepita, y cr��ame su afect��simo y respetuoso servidor.
JUAN VALERA.

*El Comendador Mendoza.*

I
�� pesar de los quehaceres y cuidados que me retienen en Madrid casi de continuo, todav��a suelo ir de vez en cuando �� Villabermeja y �� otros lugares de Andaluc��a, �� pasar cortas temporadas de uno �� dos meses.
La ��ltima vez que estuve en Villabermeja ya hab��an salido �� luz Las Ilusiones del Doctor Faustino.
D. Juan Fresco me mostr�� en un principio alg��n enojo de que yo hubiese sacado �� relucir su vida y las de varios parientes suyos en un libro de entretenimiento; pero al cabo, conociendo que yo no lo hab��a hecho �� mal hacer, me perdon�� la falta de sigilo. Es m��s: D. Juan aplaudi�� la idea de escribir novelas fundadas en hechos reales, y me anim�� �� que siguiese cultivando el g��nero. Esto nos movi�� �� hablar del Comendador Mendoza.
--?El vulgo --dije yo,-- cree a��n que el Comendador anda penando, durante la noche, por los desvanes de la casa solariega de los Mendozas, con su manto blanco del h��bito de Santiago?
--Amigo m��o --contest�� D. Juan,-- el vulgo lee ya El Citador y otros libros y peri��dicos librepensadores. En la incredulidad, adem��s, est�� como impregnado el aire que se respira. No faltan jornaleros esc��pticos; pero las mujeres, por lo com��n, siguen creyendo �� pie juntillas. Los mismos jornaleros esc��pticos niegan de d��a y rodeados de gente, y de noche, �� solas, tienen m��s miedo que antes de lo sobrenatural, por lo mismo que lo han negado durante el d��a. Resulta, pues, que, �� pesar de que vivimos ya en la edad de la raz��n y se supone que la de la fe ha pasado, no hay mujer bermejina que se aventure �� subir �� los desvanes de la casa de los Mendozas sin bajar gritando y afirmando �� veces que ha visto al Comendador, y apenas hay hombre que suba solo �� dichos desvanes sin hacer un grande esfuerzo de voluntad para vencer �� disimular el miedo. El Comendador, por lo visto, no ha cumplido a��n su tiempo de purgatorio, y eso que muri�� al empezar este siglo. Algunos entienden que no est�� en el purgatorio, sino en el infierno; pero no parece natural que, si est�� en el infierno, se le deje salir de all�� para que venga �� mortificar �� sus paisanos. Lo m��s razonable y veros��mil es que est�� en el purgatorio, y esto cree la generalidad de las gentes.
--Lo que se infiere de todo, ora est�� el Comendador en el infierno, ora en el purgatorio, es que sus pecados debieron de ser enormes.
--Pues, mire V. --replic�� D. Juan Fresco,-- nada cuenta el vulgo de terminante y claro con relaci��n al Comendador. Cuenta, s��, mil confusas patra?as. En Villabermeja se conoce que hiri�� m��s la imaginaci��n popular por su modo de ser y de pensar que por sus hechos. Sus hechos conocidos, salvo alg��n extrav��o de la mocedad, m��s le califican de buena que de mala persona.
--De todos modos, ?V. cree que el Comendador era una persona notable?
--Y mucho que lo creo. Yo contar�� �� V. lo que s�� de ��l, y V. juzgar��.
Don Juan Fresco me cont�� entonces lo que sab��a acerca del Comendador Mendoza. Yo no hago m��s que ponerlo ahora por escrito.

II
Don Fadrique L��pez de Mendoza, llamado comunmente el Comendador, fu�� hermano de don Jos��, el mayorazgo, abuelo de nuestro D. Faustino, �� quien supongo que conocen mis lectores.
Naci�� D. Fadrique en 1744.
Desde ni?o dicen que manifest�� una inclinaci��n perversa �� re��rse de todo y �� no tomar nada por lo serio. Esta cualidad es la que menos f��cilmente se perdona, cuando se entrev�� que no proviene de ligereza, sino de tener un hombre el esp��ritu tan serio, que apenas halla cosa terrena y humana que merezca que ��l la considere con seriedad; por donde, en fuerza de la seriedad misma, nacen el desd��n y la risa burlona.
Don Fadrique, seg��n la general tradici��n, era un hombre de este g��nero: un hombre jocoso de puro serio.
Claro est�� que hay dos clases de hombres jocosos de puro serios. �� una clase, que es muy numerosa, pertenecen los que andan siempre tan serios, que hacen reir �� los dem��s, y sin quererlo son jocosos. �� otra clase, que siempre cuenta pocos individuos, es �� la que pertenec��a D. Fadrique. Don Fadrique se burlaba de la seriedad vulgar �� inmotivada, en virtud de una seriedad exquisita y superlativa; por lo cual era jocoso.
Conviene advertir, no obstante, que la jocosidad de D. Fadrique rara
Continue reading on your phone by scaning this QR Code

 / 82
Tip: The current page has been bookmarked automatically. If you wish to continue reading later, just open the Dertz Homepage, and click on the 'continue reading' link at the bottom of the page.