El Comendador Mendoza

Juan Valera

El Comendador Mendoza, by Juan Valera

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Title: El Comendador Mendoza Obras Completas Tomo VII
Author: Juan Valera
Release Date: August 18, 2004 [EBook #13210]
Language: Spanish
Character set encoding: ISO-8859-1
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JUAN VALERA NOVELAS
El Comendador Mendoza
OBRAS COMPLETAS TOMO VII

�� LA EXCMA. SE?ORA *DO?A IDA DE BAUER*
Nunca, estimada se?ora y bondadosa amiga, so?�� con ser escritor popular. No me explico la causa, pero es lo cierto que tengo y tendr�� siempre pocos lectores. Mi afici��n �� escribir es, sin embargo, tan fuerte, que puede m��s que la indiferencia del p��blico y que mis desenga?os.
Varias veces me d�� ya por vencido y hasta por muerto; mas apenas dej�� de ser escritor, cuando reviv�� como tal bajo diversa forma. Primero fu�� poeta l��rico, luego periodista, luego cr��tico, luego aspir�� �� fil��sofo, luego tuve mis intenciones y conatos de dramaturgo zarzuelero, y al cabo trat�� de figurar como novelista en el largo cat��logo de nuestros autores.
Bajo esta ��ltima forma es como la gente me ha recibido menos mal; pero aun as��, no las tengo todas conmigo.
Mi musa es tan voluntariosa, que hace lo que quiere y no lo que yo le mando. De aqu�� proviene que, si por dicha logro aplausos, es por falta de previsi��n.
Escrib�� mi primera novela sin caer hasta el fin en que era novela lo que escrib��a.
Acababa yo de leer multitud de libros devotos.
Lo po��tico de aquellos libros me ten��a hechizado, pero no cautivo. Mi fantas��a se exalt�� con tales lecturas, pero mi fr��o coraz��n sigui�� en libertad y mi seco esp��ritu se atuvo �� la raz��n severa.
Quise entonces recoger como en un ramillete todo lo m��s precioso, �� lo que m��s precioso me parec��a, de aquellas flores m��sticas y asc��ticas, �� invent�� un personaje que las recogiera con fe y entusiasmo, juzg��ndome yo, por m�� mismo, incapaz de tal cosa. As�� brot�� espont��nea una novela, cuando yo distaba tanto de querer ser novelista.
Despu��s me he puesto adrede �� componer otras, y dicen que lo he hecho peor.
Esto me ha desanimado de tal suerte, que he estado �� punto de no volver �� escribirlas.
Entre las pocas personas que me han dado nuevo aliento descuella V., ora por la indulgencia con que celebra mis obrillas, ora por el valor que los elogios de V., si prescindimos por un instante de la bondad que los inspira, deben tener para cuantos conocen su rara discreci��n, su delicado gusto y el hondo y exquisito sentir con que percibe todo lo bello.
Aunque yo no hubiese seguido de antemano la sentencia de aquel sabio alejandrino que afirmaba que s��lo las personas hermosas entend��an de hermosura, V. me hubiera movido �� seguirla, mostr��ndose luminoso y vivo ejemplo y gentil prueba de su verdad.
No extra?e V., pues, que, lleno de agradecimiento, le dedique este libro.
Por ir dedicado �� V., quisiera yo que fuese mejor que Pepita Jim��nez, �� quien V. tanto celebra; pero harto sabido es que las obras literarias, y muy en particular las de car��cter po��tico, s��lo se dan bien en momentos dichosos de inspiraci��n, que los autores no renuevan �� su antojo.
En esto como en otras mil cosas, la poes��a se parece �� la magia. Requiere la intervenci��n del cielo.
Cuentan de Alberto Magno que, yendo en peregrinaci��n de Roma �� Alemania, pas�� una noche �� las orillas del Po, en la caba?a de un pescador. Agasajado all�� muy bien, quiso el doctor probar su gratitud al hu��sped, y le hizo y le di�� un pez de madera, tan maravilloso que, puesto en la red atra��a �� todos los peces vivos. No hay que ponderar la ventura del pescador con su pez m��gico. Cierto d��a, con todo, tuvo un descuido, y el pez se le perdi��. Entonces se puso en camino, fu�� �� Alemania, busc�� �� Alberto, y le rog�� que le hiciera otro pez semejante al primero. Alberto respondi�� que lo deseaba (tambi��n deseo yo hacer otra Pepita Jim��nez;) mas que, para hacer otro pez que tuviese todas las virtudes del antiguo, era menester esperar �� que el cielo presentase id��ntico aspecto y disposici��n en constelaciones, signos y planetas, que en la noche en que el primer pez se hizo, lo cual no pod��a acontecer sino dentro de treinta y seis mil y pico de a?os.
Como yo no puedo esperar tanto tiempo, me resigno �� dedicar �� V. El Comendador Mendoza.
Este simp��tico personaje, antes de salir en p��blico, no ya escondido y �� trozos, sino
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