Don Quijote | Page 7

Miguel de Cervantes
y Flora, cuya anotaci��n os dar�� gran cr��dito; si de crueles, Ovidio os entregar�� a Medea; si de encantadores y hechiceras, Homero tiene a Calipso, y Virgilio a Circe; si de capitanes valerosos, el mesmo Julio C��sar os prestar�� a s�� mismo en sus Comentarios, y Plutarco os dar�� mil Alejandros. Si trat��redes de amores, con dos onzas que sep��is de la lengua toscana, topar��is con Le��n Hebreo, que os hincha las medidas. Y si no quer��is andaros por tierras extra?as, en vuestra casa ten��is a Fonseca, Del amor de Dios, donde se cifra todo lo que vos y el m��s ingenioso acertare a desear en tal materia. En resoluci��n, no hay m��s sino que vos procur��is nombrar estos nombres, o tocar estas historias en la vuestra, que aqu�� he dicho, y dejadme a m�� el cargo de poner las anotaciones y acotaciones; que yo os voto a tal de llenaros las m��rgenes y de gastar cuatro pliegos en el fin del libro.
?Vengamos ahora a la citaci��n de los autores que los otros libros tienen, que en el vuestro os faltan. El remedio que esto tiene es muy f��cil, porque no hab��is de hacer otra cosa que buscar un libro que los acote todos, desde la A hasta la Z, como vos dec��s. Pues ese mismo abecedario pondr��is vos en vuestro libro; que, puesto que a la clara se vea la mentira, por la poca necesidad que vos ten��ades de aprovecharos dellos, no importa nada; y quiz�� alguno habr�� tan simple, que crea que de todos os hab��is aprovechado en la simple y sencilla historia vuestra; y, cuando no sirva de otra cosa, por lo menos servir�� aquel largo cat��logo de autores a dar de improviso autoridad al libro. Y m��s, que no habr�� quien se ponga a averiguar si los seguistes o no los seguistes, no y��ndole nada en ello. Cuanto m��s que, si bien caigo en la cuenta, este vuestro libro no tiene necesidad de ninguna cosa de aquellas que vos dec��s que le falta, porque todo ��l es una invectiva contra los libros de caballer��as, de quien nunca se acord�� Arist��teles, ni dijo nada San Basilio, ni alcanz�� Cicer��n; ni caen debajo de la cuenta de sus fabulosos disparates las puntualidades de la verdad, ni las observaciones de la astrolog��a; ni le son de importancia las medidas geom��tricas, ni la confutaci��n de los argumentos de quien se sirve la ret��rica; ni tiene para qu�� predicar a ninguno, mezclando lo humano con lo divino, que es un g��nero de mezcla de quien no se ha de vestir ning��n cristiano entendimiento. S��lo tiene que aprovecharse de la imitaci��n en lo que fuere escribiendo; que, cuanto ella fuere m��s perfecta, tanto mejor ser�� lo que se escribiere. Y, pues esta vuestra escritura no mira a m��s que a deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballer��as, no hay para qu�� and��is mendigando sentencias de fil��sofos, consejos de la Divina Escritura, f��bulas de poetas, oraciones de ret��ricos, milagros de santos, sino procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oraci��n y per��odo sonoro y festivo; pintando, en todo lo que alcanz��redes y fuere posible, vuestra intenci��n, dando a entender vuestros conceptos sin intricarlos y escurecerlos. Procurad tambi��n que, leyendo vuestra historia, el melanc��lico se mueva a risa, el risue?o la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invenci��n, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla. En efecto, llevad la mira puesta a derribar la m��quina mal fundada destos caballerescos libros, aborrecidos de tantos y alabados de muchos m��s; que si esto alcanz��sedes, no habr��ades alcanzado poco.
Con silencio grande estuve escuchando lo que mi amigo me dec��a, y de tal manera se imprimieron en m�� sus razones que, sin ponerlas en disputa, las aprob�� por buenas y de ellas mismas quise hacer este pr��logo; en el cual ver��s, lector suave, la discreci��n de mi amigo, la buena ventura m��a en hallar en tiempo tan necesitado tal consejero, y el alivio tuyo en hallar tan sincera y tan sin revueltas la historia del famoso don Quijote de la Mancha, de quien hay opini��n, por todos los habitadores del distrito del campo de Montiel, que fue el m��s casto enamorado y el m��s valiente caballero que de muchos a?os a esta parte se vio en aquellos contornos. Yo no quiero encarecerte el servicio que te hago en darte a conocer tan noble y tan honrado caballero, pero quiero que me agradezcas el conocimiento que tendr��s del famoso Sancho Panza, su escudero, en quien, a mi parecer, te doy cifradas todas las gracias escuderiles que en la caterva de los libros vanos de caballer��as est��n esparcidas.
Y con esto, Dios te
Continue reading on your phone by scaning this QR Code

 / 474
Tip: The current page has been bookmarked automatically. If you wish to continue reading later, just open the Dertz Homepage, and click on the 'continue reading' link at the bottom of the page.