Zalacaín El Aventurero | Page 9

Pío Baroja
ama
(Aquí nos tienes, madre.)
Escuchaban un momento, y Martín distinguía la voz de Catalina, la chica de Ohando.
--Es _Cataliñ_, la de Ohando--decía Martín.
--Si no eres tonto tú, te casarás con ella--replicaba Tellagorri.
Y Martín se echaba a reir.

CAPÍTULO V
DE CÓMO MURIÓ MARTÍN LÓPEZ DE ZALACAÍN, EN EL AÑO DE GRACIA DE
MIL CUATROCIENTOS Y DOCE.
Uno de los vecinos que con más frecuencia paseaba por la acera de la muralla era un
señor viejo, llamado don Fermín Soraberri. Durante muchísimos años, don Fermín
desempeñó el cargo de secretario del Ayuntamiento de Urbia, hasta que se retiró, cuando
su hija se casó con un labrador de buena posición.
El señor don Fermín Soraberri era un hombre alto, grueso, pesado, con los párpados
edematosos y la cara hinchada. Solía llevar una gorrita con dos cintas colgantes por
detrás, una esclavina azul y zapatillas. La especialidad de don Fermín era la de ser
distraído. Se olvidaba de todo. Sus relaciones estaban cortadas por este patrón:
--Una vez en Oñate... (para el señor Soraberri, Oñate era la Atenas moderna.--En España
hay veinte o treinta Atenas modernas.) Una vez en Oñate pude presenciar una cosa
sumamente interesante. Estábamos reunidos el señor vicario, un señor profesor de
primera enseñanza y...--y el señor Soraberri miraba a todas partes, como espantado, con
sus grandes ojos turbios, y decía:--¿En qué iba?... Pues... se me ha olvidado la especie.
Al señor Soraberri siempre se le olvidaba la especie. Casi todos los días el exsecretario se
encontraba con Tellagorri y cambiaban un saludo y algunas palabras acerca del tiempo y
de la marcha de los árboles frutales. Al comenzar a verle acompañado de Martín, el señor
Soraberri se extrañó y miraba al muchacho con su aire de elefante hinchado y
reblandecido.
Pensó en dirigirle alguna pregunta, pero tardó varios días, porque el señor Soraberri era
tardo en todo. Al último le dijo, con su majestuosa lentitud:
--¿De quién es este niño, amigo Tellagorri?
--¿Este chico? Es un pariente mío.
--¿Algún Tellagorri?
--No; se llama Martín Zalacaín.
--¡Hombre! ¡Hombre! Martín López de Zalacaín.
--No, López no--dijo Tellagorri.
--Yo sé lo que me digo. Este niño se llama realmente Martín López de Zalacaín y será de
ese caserío que está ahí cerca del portal de Francia.
--Sí, señor; de ahí es.
--Pues conozco su historia, y López de Zalacaín ha sido y López de Zalacaín será, y si
quiere usted mañana vaya usted a mi casa y le leeré a usted un papel que copié del
archivo del Ayuntamiento acerca de esa cuestión.
Tellagorri dijo que iría y, efectivamente, al día siguiente, pensando que quizá lo dicho por
el exsecretario tuviese alguna importancia, se presentó con Martín en su casa.
Al señor Soraberri se le había olvidado la especie, pero recordó pronto de qué se trataba;

encargó a su hija que trajese un vaso de vino para Tellagorri, entró él en su despacho y
volvió poco después con unos papeles viejos en la mano; se puso los anteojos, carraspeó,
revolvió sus notas, y dijo:
--¡Ah! Aquí están. Esto--añadió--es una copia de una narración que hace el cronista Iñigo
Sánchez de Ezpeleta acerca de cómo fué vertida la primera sangre en la guerra de los
linajes, en Urbia, entre el solar de Ohando y el de Zalacaín, y supone que estas luchas
comenzaron en nuestra villa a fines del siglo XIV o a principios del XV.
--¿Y hace mucho tiempo de eso?--preguntó Tellagorri.
--Cerca de quinientos años.
--¿Y ya existían Zalacaín entonces?
--No sólo existían, sino que eran nobles.
--Oye, oye--dijo Tellagorri dando un codazo a Martín, que se distraía.
--¿Quieren ustedes que lea lo que dice el cronista?
--Sí, sí.
--Bueno. Pues dice así: «Título: De cómo murió Martín López de Zalacaín, en el año de
gracia de mil cuatrocientos y doce.»
Leído esto, Soraberri tosió, escupió y comenzó esta relación con gran solemnidad:
«Enemistad antigua señalada avya entre el solar d'Ohando, que es del reino de Navarra, é
el de Zalacaín, que es en tierra de la Borte. E dícese que la causa della foe sobre envidia é
a cual valía mas, é ficieron muchos malheficios é los de Zalacaín quemaron vivo al
senyor de Sant Pedro en una pelea que ovyeron en el llano del Somo é porque no dexo
fijo el dicho senyor de Sant Pedro casaron una su fija con Martín López de Zalacaín,
home muy andariego.
E dicho Martín López seyendo venido a la billa d'Urbia foe desafiado por Mosen de Sant
Pedro, del solar d'Ohando, que era sobrino del otro senyor de Sant Pedro é que había
fecho muchos malheficios, acechanzas é rrobos.
E Martín López contestole a su desafiamiento: Como vos sabedes yo so contado aquí por
el mas esforzado ome y ardite en el fecho de las armas en toda
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