Viajes por Filipinas: De Manila á Tayabas | Page 8

Juan Álvarez Guerra
coordinar ideas, ni en la segunda combinar
colores que remotamente se aproximen á la realidad. Me decía un
pintor en una ocasión que presenciábamos la puesta del sol:--Vea usted
ese horizonte desconocido completamente fuera de las regiones
intertropicales, y dígame si habrá quien pueda soñar esa clase de
tintas.--Aquel artista tenía muchísima razón. El pincel es impotente
ante la insondable bóveda de los trópicos.
Si imposible es pintar el cielo de este país, tanto lo es el describir
algunos panoramas de su suelo. Muchas y magistrales descripciones de
la cascada del Botocan conozco; respetables firmas suscriben aquellas;
eminencias en la república de las letras la han admirado; buenos poetas
le han consagrado sus inspiraciones, y hasta extraviados amantes la han
popularizado haciendo á sus hirvientes espumas, cómplices de amargos
desengaños; mas soy franco, ni la tradicional leyenda, ni el fugaz
artículo, ni el profundo libro, ni el cuadro, ni la narración, ni nada de lo
que hasta entonces había leído, visto ú oído referente á la cascada, se
evocó á mi memoria cuando llegamos al borde del grandioso precipicio.
La emoción y la sorpresa son instantáneas, pues la situación y
configuración del terreno donde la masa de agua se precipita, tiene una
depresión particular que no permite al viajero apreciar detalle alguno,
sino todo el conjunto. Una sola visual descorre el grandioso cuadro, y
el estupor invade la materia, concentrando la admiración en el espíritu.
El vértigo, la grandiosidad, lo insondable, lo indefinido; masas de agua
que se coloran, que chocan, que ensordecen; abismo que atrae y que
fascina; transparentes trombas que se cristalizan, se retuercen, y por
último se esparcen en gigantescas cabelleras, cuyos hilos de plata al
rozar en la roca se descomponen y se elevan en tenues vapores;
millones de preciosos cambiantes con los que se ilumina la granítica
cárcel, en la que el Sumo Hacedor guarda una de sus más bellas

creaciones; sombras queridas que forja la fantasía envueltas en
transparentes encajes de espuma; tiernas evocaciones de otras edades y
otros tiempos; gratas reminiscencias de seres amados; consoladoras
fantasmas surgidas de las compactas brumas; misteriosos ruidos que
suplican, amenazan, suspiran ó maldicen, es lo que instantáneamente se
agolpa y embarga nuestros sentidos al llegar al borde de aquel abismo,
en cuyo negro fondo truena la grandeza del Dios del Sinaí, recordando
á los mortales el terrible Dios ira de los inmutables y eternos fallos.
Todo lo grande despierta en el alma cuantos sublimes ensueños se
elaboran en los misterios de la admiración. El espectador se encarna
con el cuadro que presencia, se paralizan sus sentidos y el éxtasis
alienta las más tiernas creaciones. Un poeta ante la cascada del Botocan,
resucita todos los colosos del sentimiento, y al murmurio de las ondas,
recuerda sus inmortales producciones.
El artista aprecia con los ojos del alma las más sublimes imágenes y
sueña con la realización de su ideal, viendo surgir de las tornasoladas
espumas los rayos de luz que iluminaron la mente de Murillo y Rafael;
las columnas monolíticas, imperecederas memorias de edades
prehistóricas; las atrevidas afiligranadas ojivas moriscas, síntesis de la
mas grande de las epopeyas; las medrosas siluetas de las esfinges
faraónicas con sus impenetrables jeroglíficos; los derruídos circos
romanos, compendio de la salvaje barbarie, al par que del sibaritismo
de los antiguos imperios; los truncados altares druídicos con los tiernos
recuerdos de sus vestales, y lo horrible de sus sacrificios; los almenados
cubos de las feudales torres, con sus severas damas, sus tiernos
trovadores, sus rientes bufones, sus turbulentos caballeros; la
estalactítica gruta, débil remedo del sumo poder; el triunfo, el genio, la
gloria, las aspiraciones, la esperanza, el amor, las titánicas empresas;
todo, todo cuanto embellece la vida desfila ante el letárgico estupor á
que predispone la contemplación de todo lo grande..
* * * * *
El plano por el que se precipitan las aguas del Botocan, no tiene rampa,
siendo perfectamente perpendicular.

Las paredes que forman el abismo, tienen casi la misma altura, y en
cuanto á su circunferencia es muy limitada, tanto, que cuando las aguas
son caudalosas, rompen en el muro paralelo al en que se precipitan,
cubriéndose de vapores, tanto el total del fondo como la boca de la
sima.
Hecha esta pequeña explicación, se comprende que no hay preparación
alguna para el espectáculo; á cinco pasos del borde solo se ve un bello
paisaje y un raquítico río, con un puente de bongas y cañas; percibiendo
el oído el ruido repercutido, que llega muy amortiguado al romper las
ondas en las encadenadas rocas.
Muchas veces he admirado la cascada, y siempre su espectáculo me
parece nuevo. Al borde de aquel precipicio, he pasado muchas horas de
contemplación. Allí, por un poder misterioso y consolador, me creía
más cerca de Dios, y de los seres que sintetizan y compendian mi fe,
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