Viage al Rio de La Plata y Paraguay | Page 5

Ulderico Schmidel
Galan, juez, y otros dos soldados á ellos (que estaban á cuatro leguas). Pero los indios los maltrataron y volvieron al real con tres heridos.
[Nota 6: BARCO, en su Argentina, canto 6.]
Viendo Mendoza esto, y que Galan se mantenia con la gente, envió á su hermano, D. Diego de Mendoza, con 300 soldados y 30 buenos caballos (entre los cuales iba yo): mandándole, que tomando el pueblo de los indios, los prendiese ó matase á todos. Pero cuando llegamos ya tenian 4,000 indios de sus amigos y familiares, de socorro.

CAPITULO VIII.
De la batalla con los indios Querandíes.
Queriendo atropellarlos, nos resistieron; peleando tan furiosamente, que dieron muerte á D. Diego de Mendoza, á 6 hidalgos, y á cerca de 20 soldados, de á pié y á caballo. De los indios murieron cerca de 1,000. Pelearon fuerte y animosamente con sus arcos, y dardos, género de lancilla, á modo de media lanza, con punta de pedernal aguzado, y tres puntas en forma de trisulco. Tienen unas bolas de piedra, atadas á un cordel largo, como las nuestras de artilleria[7]: échanlas á los pies de los caballos (ó de los ciervos cuando cazan), hasta hacerlos caer; y con estas bolas mataron á nuestro capitan y á los hidalgos referidos; y á los de á pié, con sus dardos: lo cual ví yo. Pero, no obstante su resistencia, los vencimos y entramos á su pueblo, aunque no podimos coger vivo ninguno, ni aun mugeres y ni?os, porque antes de llegar los habian llevado á otro lugar. En el pueblo hallamos pieles de nutrias, mucho pescado, harina y manteca de peces. Detuvímonos tres dias en él, y volvimos al real, dejando allí cien hombres, que en el interin pescasen con las redes de los indios para abastecer la gente; porque aquellas aguas son maravillosamente abundantes de pescado. Repartíase para comida, á cada uno, tres onzas de harina, y cada tres dias, un pez; y si queria mas, habia de ir á pescarlo cuatro leguas de allí: duró esta pesca dos meses.
[Nota 7: BARCO, en el canto 11.]

CAPITULO IX.
De la poblacion de Buenos Aires, y hambre que se padecia.
Vueltos á nuestro real, fué dividida la gente para la obra de la ciudad y la guerra, aplicando á cada uno á oficio conveniente. Empezó á edificarse la ciudad, y á levantarse al rededor una cerca de tierra de tres pies de ancho, y una lanza de alto; pero lo que se hacia hoy se caia ma?ana: y dentro de ella una casa fuerte para el Gobernador. Padecian todos tan gran miseria que muchos morian de hambre, ni eran bastantes á remediarla los caballos. Aumentaba esta angustia haber ya faltado los gatos, ratones, culebras y otros animalejos inmundos con que solian templarla, y se comieron hasta los zapatos y otros cueros. Entonces fué cuando tres espa?oles se comieron secretamente un caballo que habian hurtado: y habiéndose sabido, confesaron atormentados el hurto, y fueron ahorcados; y por la noche fueron otros tres espa?oles, y les cortaron los muslos y otros pedazos de carne, por no morir de hambre. Otro espa?ol, habiendo fallecido un hermano suyo, se le comió.[8]
[Nota 8: BARCO. Canto 4.]

CAPITULO X.
De la navegacion de algunos por el Rio la Plata arriba.
Viendo el Gobernador que la gente no podia mantenerse allí, mandó armar cuatro bergantines con 40 hombres cada uno, y tres botes ó embarcaciones menores, y juntar el pueblo y á Jorge Lujan, que con 350 hombres subiese por el rio arriba á reconocer los indios y buscar bastimento. Pero los indios habiéndonos sentido, quemaron con sus pueblos toda la comida y cuanto podia servirnos de alivio, y se huyeron: sin embargo tragimos á Buenos Aires alguna poca, que se nos repartia á onza y media de pan de racion; mas como era tan corta, murió de hambre la mitad de la gente en este viage. Admiróse el General de ver tan poca gente, hasta que supo los motivos referidos que le contó Jorge Lujan.

CAPITULO XI.
Del sitio, toma y quema de la ciudad de Buenos Aires.
Estuvimos juntos un mes en Buenos Aires, con gran necesidad, esperando se previniesen las naves: en cuyo intermedio se pusieron sobre la ciudad 23,000 indios valientes, cuyo número componian las cuatro naciones Querandíes, Bartenes, Charrúas y Timbúes, con intencion de acabarnos. Unos envistieron á la ciudad para entrarla, otros arrojaban flechas de ca?as encendidas sobre las casas, que cuyos techos estaban cubiertas de paja, excepto la del General que era de piedra, y lograron quemar enteramente toda la ciudad. Disparadas las flechas, empiecen á encenderse por la punta, y encendidas y arrojadas, no se apagan, antes queman las casas en que pegan, y abrasan lo que tocan.
Tambien nos quemaron en esta funcion los indios cuatro navios grandes, que estaban en el mar á media legua del puerto; y la gente de ellos,
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