Viage al Parnaso | Page 9

Miguel de Cervantes Saavedra
luna.
Este (puesto que acude al grave oficio,
En que se ocupa) el lauro y
palma lleva,
Que Apolo da por honra y beneficio.
En esta ciencia es marabilla nueva,
Y en la Jurispericia unico y raro,

Su nombre es DON FRANCISCO DE LA CUEVA.
Este, que con Homero le comparo,
Es el gran DON RODRIGO DE
HERRERA,
Insigne en letras, y en virtudes raro.
Este, que se le sigue es el DE VERA
DON JUAN, que por su espada
y por su pluma
Le honran en la quinta y quarta esfera.
Este, que el cuerpo y aun el alma bruma
De mil, aunque no muestra
ser christiano,
Sus escritos el tiempo no consuma.

Cayóseme la lista de la mano
En este punto, y dixo el dios: con estos

Que has referido está el negocio llano.
Haz que con pies y pensamientos prestos
Vengan aqui, donde
aguardando quedo
La fuerza de tan validos supuestos.
Mal podrá DON FRANCISCO DE QUEVEDO
Venir, dixe yo
entonces; y él me dixo:
Pues partirme sin él de aqui no puedo.
Ese es hijo de Apolo, ese es hijo
De Caliope musa, no podemos

Irnos sin él, y en esto estaré fijo.
Es el flagelo de poetas memos,
Y echará á puntillazos del parnaso

Los malos que esperamos y tememos.
O, señor, repliqué, que tiene el paso
Corto, y no llegará en un siglo
entero.
Deso, dixo Mercurio, no hago caso.
Que el poeta que fuere caballero,
Sobre una nube entre pardilla y
clara
Vendrá muy á su gusto caballero.
Y el que nó, pregunté, qué le prepara
Apolo? qué carrozas? ó qué
nubes?
Qué dromedario? ó alfana en paso rara?
Mucho, me respondió, mucho te subes
En tus preguntas, calla y
obedece.
Sí haré, pues no es infando lo que jubes.
Esto le respondí, y él me parece
Que se turbó algun tanto; y en un
punto
El mar se turba, el viento sopla y crece.
Mi rostro entonces, como el de un difunto
Se debió de poner, y sí
haria,
Que soy medroso á lo que yo barrunto.
Vi la noche mezclarse con el dia,
Las arenas del hondo mar alzarse

A la region del aire, entonces fria.

Todos los elementos vi turbarse,
La tierra, el agua, el aire, y aun el
fuego
Vi entre rompidas nubes azorarse.
Y en medio deste gran desasosiego
Llovian nubes de poetas llenas

Sobre el bagel, que se anegara luego,
Si no acudieran mas de mil sirenas
A dar de azotes á la gran borrasca,

Que hacia el saltarel por las entenas.
Una, que ser pensé Juana la Chasca,
De dilatado vientre y luengo
cuello,
Pintiparado á aquel de la tarasca,
Se llegó á mí, y me dixo: de un cabello
Deste bagel estaba la
esperanza
Colgada á no venir á socorrello.
Traemos, y no es burla, á la bonanza,
Que estaba descuidada oyendo
atenta
Los discursos de un cierto Sancho Panza.
En esto sosegose la tormenta,
Volvió tranquilo el mar, serenó el cielo,

Que al regañon el zéfiro le ahuyenta.
Volvi la vista, y vi en ligero vuelo
Una nube romper el aire claro
De
la color del condensado yelo.
O marabilla nueva! ó caso raro!
Vilo, y he de decillo, aunque se dude

Del hecho que por brujula declaro.
Lo que yo pude ver, lo que yo pude
Notar fue, que la nube dividida

En dos mitades á llover acude.
Quien ha visto la tierra prevenida
Con tal disposicion, que quando
llueve,
Cosa ya averiguada y conocida,
De cada gota en un instante breve
Del polvo se levanta ó sapo, ó rana,

Que á saltos, ó despacio el paso mueve:

Tal se imagine ver (ó soberana
Virtud!) de cada gota de la nube

Saltar un vulto, aunque con forma humana.
Por no creer esta verdad estube
Mil veces, pero vila con la vista,

Que entonces clara y sin legañas tuve.
Eran aquestos vultos de la lista
Pasada los poetas referidos,
A cuya
fuerza no hay quien la resista.
Unos por hombres buenos conocidos,
Otros de rumbo y hampo, y
Dios es Christo,
Poquitos bien, y muchos mal vestidos.
Entre ellos parecióme de haver visto
A DON ANTONIO DE
GALARZA el bravo,
Gentilhombre de Apolo, y muy bien quisto.
El bagel se llenó de cabo á cabo,
Y su capacidad á nadie niega

Copioso asiento, que es lo mas que alabo.
Llovió otra nube al gran LOPE DE VEGA,
Poeta insigne, á cuyo
verso ó prosa
Ninguno le aventaja, ni aun le llega.
Era cosa de ver marabillosa
De los poetas la apretada enjambre,
En
recitar sus versos muy melosa.
Este muerto de sed, aquel de hambre:
Yo dixe, viendo tantos con voz
alta,
Cuerpo de mi con tanta poetambre!
Por tantas sobras conoció una falta
Mercurio, y acudiendo á
remedialla,
Ligero en la mitad del bagel salta.
Y con una zaranda que alli halla,
No sé si antigua, ó si de nuevo
hecha,
Zarandó mil poetas de gramalla.
Los de capa y espada no desecha,
Y destos zarandó dos mil y tantos,

Que fue neguilla entonces la cosecha.

Colabanse los buenos y los santos,
Y quedabanse arriba los granzones,

Mas duros en sus versos que los cantos.
Y sin que les valiesen las razones,
Que en su disculpa daban, daba
luego
Mercurio al mar con ellos á montones.
Entre los arrojados se oyó un ciego,
Que
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