impresa el año de 1613. Estas dos son del número
de aquellas veinte ò treinta comedias que escribió por los años de 1582.
recien redimido del cautiverio de Argel, y de las quales dice que todas
se representaron en los teatros de Madrid con gusto general del pueblo.
Pero sin embargo de estos elogios, en ambas se observan ciertas
irregularidades que las mancomunan con muchas de las que despues
reprehendió tan justamente el mismo Cervantes. Porque el Trato de
Argel no tanto merece el nombre de comedia, como el de una simple
relacion lastimosa y tragica por lo comun, de los trabajos que padecian
los cautivos cristianos en poder de los infieles, en cuya pintura entran
tambien las reprobadas costumbres de unos y de otros, cuyos sucesos
son tanto mas creibles en la pluma del autor, quanto que por él pasaron
muchos de ellos; y asi se introduce en ella à sí mismo, como historiador
verdadero. Por esto refiere con tanta puntualidad las varias calamidades
de los cautivos: la venta de ellos en el zoco ò plaza de Argel: el peligro
y facilidad con que renegaban los muchachos: los intentos y
aventurados arbitrios que discurrian los cautivos para huir: los
inclementes castigos con que por esto los atormentaban los moros: el
martirio que padeció en Argel Frey Miguel de Aranda, caballero
Valenciano, de la Orden de Montesa, en venganza de haber quemado
vivo la Inquisicion de Valencia à un morisco, que pasandose à Berberia,
profesó abiertamente el mahometismo, y dandose despues al corso,
cayó en manos de aquel Tribunal: cuyo suceso refiere largamente el
Padre Ahedo en su Historia de Argel. Tampoco omite las deshonestas
aficiones con que las moras se inclinaban à los cautivos, y los moros à
las cautivas, valiendose de hechicerías y encantos, con el vano intento
de atraer y fixar las voluntades humanas: cosa freqüente entre ellos,
como dice el mismo Ahedo: cuyos amores se complicaban con otros
que los mismos cautivos se tenian. Asi Cervantes cuenta los de Aurelio
y Silvia, cautivos enamorados, y presos por Mami Arnaut en la galera
nueva de Malta llamada San Pablo, de cuya pérdida hace mencion el
citado Ahedo, atribuyendo esta y otras desgracias à que las galeras de
España eran muy pesadas, cuyo peso se aumentaba con el demasiado
carguío de mercancias, sin ayudarle en un apuro nuestra gente, por
tener a caso de menos valer echar mano al remo: todo lo qual sucedia al
contrario en los moros, que usaban de embarcaciones mas veleras.
Compraron estos esclavos Izuf y Zara, dos moros principales.
Enamorase Zara de su cautivo Aurelio, y para inclinarle se vale de la
hechicera Fátima, y no contenta con esto, hace tercera de su amor à
Silvia. Izuf por su parte se aficiona à Silvia, y para rendirla se vale de
los oficios de Aurelio. Aunque en esta comedia no se advierte una
accion principal à que estén subordinados los demas incidentes, si
algun episodio puede ocupar el lugar de ella, es esta complicación de
afectos de amos y de esclavos: cuyo desenlace consiste en conceder el
Rey Azan à Aurelio y Silvia, libertad para que vuelvan à España à
solicitar dos mil ducados en que se rescataron, fiando de su palabra y
buena fe el cumplimiento de esta condicion. Y el fin de toda la comedia
es avistarse en el puerto de Argel el navio que traia la limosna de la
Redencion, en que venia el Padre Fray Juan Gil, cuyo suceso fue
tambien verdadero, pues este Religioso fue el que rescató à Cervantes.
Tampoco se observan las unidades de tiempo ni de lugar. Pedro
Alvarez y otro con-cautivo caminan noches y dias, huidos de sus amos;
y perdiendo el camino Alvarez, se aparece un leon que se le enseña:
cuyo extraordinario suceso atribuye à la intercesion de nuestra Señora
de Montserrate. Introduce tambien figuras morales. La Necesidad y la
Ocasion acosan à Aurelio para que condescienda con las importunas
instancias de Zara. Asi tambien en la Numancia introduce à la España
en forma de doncella, coronada de torres, informando del sitio que la
tenia puesto Scipion; y considerando que solo por la parte por donde
bañaba el rio la ciudad cercada, podia recibir socorro, le hace una
dolorosa súplica para que se le preste: y en efecto, sale al teatro el
Duero con tres muchachos que representan à tres riachuelos que
desaguan en él, y despues de una larga arenga en que profetiza que los
Godos en adelante, Atila, y el Duque de Alba D. Fernando Alvarez de
Toledo harían guerra á Roma, la desaucia de todo remedio, y se
sumerge en sus propias aguas. Facil hubiera sido y mas natural poner
estos discursos en boca de las personas. Pero esta invencion fue tan del
gusto de Cervantes, que se precia de haber sido
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