cuidado sumo.
Después sacó de las hondas faltriqueras del sobretodo el Indicador de
los Caminos de Hierro, y con el dedo índice, fue recorriendo las
estaciones del itinerario de viaje.
-II-
Es de rigor saber de qué boca partió el soplo que encendió la antorcha
de aquellas nupcias.
Mancebo, en los verdores de la edad, fuerte como un toro y laborioso
como manso buey, salió de su patria el señor Joaquín, a quien entonces
nombraban Joaquín a secas. Colocado en Madrid en la portería de un
magnate que en León tiene solar, dedicose a corredor, agente de
negocios y hombre de confianza de todos los honrados individuos de la
maragatería. Buscabales posada, proporcionabales almacén seguro para
la carga, se entendía con los comerciantes y era en suma la providencia
de la tierra de Astorga. Su honradez grande, su puntualidad y su celo le
granjearon crédito tal, que llovían comisiones, menudeaban encargos, y
caían en la bolsa, como apretado granizo, reales, pesos duros y doblillas
en cantidad suficiente para que, al cabo de quince años de llegado a la
corte, pudiese Joaquín estrechar lazos eternos con una conterránea suya,
doncella de la esposa del magnate y señora tiempo hacía de los
enamorados pensamientos del portero; y verificado ya el connubio,
establecer surtida lonja de comestibles, a cuyo frente campeaba en
doradas letras un rótulo que decía: El Leonés. Ultramarinos. De
corredor pasó entonces a empresario de maragatos; comproles sus
artículos en grueso y los vendió en detalle; y a él forzosamente hubo de
acudir quien en Madrid quería aromático chocolate molido a brazo, o
esponjosas mantecadas de las que sólo las astorganas saben
confeccionar en su debido punto. Se hizo de moda desayunarse con el
Caracas y las frutas de horno del Leonés; comenzó el magnate, su
antiguo amo, dándole su parroquia, y tras él vino la gente de alto copete,
engolosinada por el arcaico regalo de un manjar digno de la mesa de
Carlos IV y Godoy. Y fue de ver como el señor Joaquín, ensanchando
los horizontes de su comercio, acaparó todas las especialidades
nacionales culinarias: tiernos garbanzos de Fuentesaúco, crasos
chorizos de Candelario, curados jamones de Caldelas, dulce extremeña
bellota, aceitunas de los sevillanos olivares, melosos dátiles de Almería
y áureas naranjas que atesoran en su piel el sol de Valencia. De esta
suerte y con tal industria granjeó Joaquín, limpia si no hidalgamente,
razonables sumas de dinero; y si bien las ganó, mejor supo después
asegurarlas en tierras y caserío en León; a cuyo fin hizo frecuentes
viajes a la ciudad natal. A los ocho años de estéril matrimonio naciole
una niña grande y hermosa, suceso que le alborozó como alborozaría a
un monarca el natalicio de una princesa heredera; más la recia madre
leonesa no pudo soportar la crisis de su fecundidad tardía, y enferma
siempre, arrastró algunos meses la vida, hasta soltarla de malísima gana.
Con faltarle su mujer, faltole al señor Joaquín la diestra mano, y fue
decayendo en él aquella ufanía con que dominaba el mostrador,
luciendo su estatura gigantesca, y alcanzando del más encumbrado
estante los cajones de pasas, con sólo estirar su poderoso brazo y
empinarse un poco sobre los anchos pies. Se pasaba horas enteras
embobado, fija la vista maquinalmente en los racimos de uvas de
cuelga que pendían del techo, o en los sacos de café hacinados en el
ángulo más obscuro de la lonja, y sobre los cuales acostumbraba la
difunta sentarse para hacer calceta. En suma, él cayó en melancolía tal,
que vino a serie indiferente hasta la honrada y lícita ganancia que debía
a su industria: y como los facultativos le recetasen el sano aire natal y
el cambio de vida y régimen, traspasó la lonja, y con magnanimidad no
indigna de un sabio antiguo, retirose a su pueblo, satisfecho con lo ya
logrado, y sin que la sedienta codicia a mayor lucro le incitase. Consigo
llevó a la niña Lucía, única prenda cara a su corazón, que con pueriles
gracias comenzaba ya a animar la tienda, haciendo guerra crudísima y
sin tregua a los higos de Fraga y a las peladillas de Alcoy, menos
blancas que los dientes chicos que las mordían.
Creció la niña como lozano arbusto nacido en fértil tierra: dijérase que
se concentraba en el cuerpo de la hija la vida toda que por su causa
hubo de perder la madre. Venció la crisis de la infancia y pubertad sin
ninguno de esos padecimientos anónimos que empalidecen las mejillas
y apagan el rayo visual de las criaturas. Equilibráronse en su rico
organismo nervios y sangre, y resultó un temperamento de los que ya
van escaseando en nuestras sociedades empobrecidas.
Se desarrollaron paralelamente en Lucía el espíritu y el cuerpo, como
dos compañeros de viaje que se dan el brazo para subir las cuestas y
Continue reading on your phone by scaning this QR Code
Tip: The current page has been bookmarked automatically. If you wish to continue reading later, just open the
Dertz Homepage, and click on the 'continue reading' link at the bottom of the page.