Yo conté á mi mujer lo sucedido, y mi compañera se sonrió de la
manera como una mujer suele sonreirse en tales casos.
Hay una casa en Paris (no quiero ser cómplice de ella ni aún revelando
el nombre), en la que no se puede entrar sino prévia la entrega de 60
francos, ó sean doce napoleones, que ingresan en los fondos del
establecimiento.
Paris es la ciudad del coquetismo y de los efectos dramáticos. Pues bien,
estoy seguro de que no hay magnate ni extranjero en Paris que tenga
una casa montada con más lujo, con más alarde, con más profusion;
sobre todo, con un gusto más refinado, más incitante, más
deslumbrador.
Estilo árabe, estilo persa, estilo griego; doraduras, bordados, reflejos,
prismas; todo está allí mezclado y confundido formando una region de
hadas ó de huríes.
Una prostituta es hija de un banquero que se arruinó, la otra es hija de
un alto empleado que ya no vive; otra de un coronel ó de un general
que vino á menos. Esta sabe el inglés; aquella el aleman; la otra el
español, el italiano ó el ruso.
Allí es de ver cómo una prostituta, estudiado el temperamento de su
víctima, le devuelve un billete de cien francos que de ella recibió, con
el objeto de ganar su ánimo y apoderarse de toda su cartera.
Allí es de ver la suma habilidad con que la elegantísima mademoiselle,
convence á un hombre, de que jamás ha experimentado la pasion que su
talento y su profunda simpatía la han hecho concebir.
Allí es de ver como la reina de aquel sarao frota dulcemente la mano de
un hombre, cual si quisiera persuadirle empleando por razon el calórico
de la electricidad: allí es de ver la ingenuidad maravillosa, la admirable
inocencia, con que exclama, dando á su acento la expresion tardía y
entrecortada del patético: _¡Que je suis malheureuse!_ ¡Qué
desgraciada soy!
Esto quiere significar: ¡qué desgraciada me ha hecho tu amor!
O bien esto otro, que está más en relacion con las intenciones de
aquellas _eminentes actrices_: ¿cómo podrás pagarme el mal que me
has hecho?
Hay prostitutas que salen de allí para ser personajes en el gran mundo.
Yo he visto una, á quien un ruso dió, durante muchos años, veinticinco
mil francos mensuales.
La prostitucion de la casa de que hablo, está elevada á ciencia, á bella
arte, á gran tono: ¿lo querrán creer mis lectores? Está elevada á una
especie de adivinacion, á una especie de agorería. Hablar allí de la
piedra filosofal, de la cuadratura del círculo ó del movimiento contínuo,
es una cosa casi natural.
La prostituta de aquella casa, adivina el corazon de sus clientes, como
conocía Gall los órganos cerebrales del hombre.
¡Cuántos misterios curiosísimos y dolorosos encierra aquel Eden de la
corrupcion! ¡En cuántos presupuestos de familias ricas de Paris, tiene
un guarismo aquel Eden infame!
Sí, muchos hombres casados del mismo Paris, están ajustados
anualmente con la dueña del establecimiento: esto es, tienen un palco
allí, como lo tienen en el teatro de la grande Opera, en los Italianos ó en
el Circo.
Por último, yo no tengo noticia de una casa igual, y no extraño que el
jóven, profano á la vida de las grandes ciudades, pierda allí el sentido y
se dé en cuerpo y alma al diablo de aquella tentacion. Es el talento que
la víbora tiene en saber picar; pero indudablemente hay allí un talento
asombroso. Yo no hallo palabras que expresen la memoria que deja
aquel encantamiento maldito, sino diciendo que es una
CIVILIZACION QUE ESPANTA.
¿A quién podria ocurrirse (y termino con esta especie) que la dueña del
establecimiento en cuestion, es una gran señora? Pues nada más cierto.
He oído decir á muchas personas que la corrupcion de Paris, en el
sentido indicado, es un hecho muy natural, atendida la circunstancia de
que á este pueblo afluyen todas las naciones del mundo.
Algo concedo á esta consideracion; creo tambien que hay vicios
orgánicos en la existencia de los grandes centros, de los grandes focos,
de las grandes acumulaciones. Creo tambien que la centralizacion causa
daños hasta en el censo de poblacion; pero esta creencia no me explica
todo lo que aquí veo.
¿Qué virtud atribuirémos á una pastora que vive aislada en el fondo de
un bosque? ¿Ha de ser impura con la soledad, con los árboles, con las
flores, con el ambiente? ¿Ha de ser impura con las tórtolas ó con los
faisanes? Sin vicio no hay virtud; como sin Ocaso no hay Oriente,
como no hay martirio sin lucha.
¿Es Paris corrompido porque hay lucha? No; la lucha es necesaria; pero
es necesario que sea una lucha moral, una lucha virtuosa, una lucha
como no lo es en este gran centro. No está el mal en que
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