Un paseo por Paris, retratos al natural | Page 2

Roque Barcia
cual resultará que tendrémos que volvernos á nuestra humilde
casa con los tiestos en la cabeza.
Presumimos que nos va á suceder lo que á los monos de poco tiempo:
se suben al árbol para coger cocos, y las más de las veces son
aplastados por la misma fruta que quieren coger.
Pero, en fin, lector mio, pecho al agua; vamos al maravilloso y
estupendo Paris, á ese Paris que tantas veces habrá sonado en tus orejas,

en tu pensamiento, en tu corazon, en tu fantasía ... sobre todo en tu
conciencia y en tu bolsillo. La ignorancia es muy atrevida, y lo suplirá
todo. ¡Buen ánimo, lector! ¡vamos á Paris!
Si vale juzgar por el plan que nos hemos formado anticipadamente,
estos estudios comprenderán las siguientes séries.
PARIS MORAL, PARIS CURIOSO, CONSIDERACIONES Y
DESPEDIDA.
El PARIS CURIOSO comprenderá una reseña histórica de Paris,
monumentos, estadística y hechos notables, con una descripcion diaria
de las impresiones que allí recibamos, y que trascribirémos al papel con
la más escrupulosa fidelidad.
A falta de otro mérito superior, la presente obra será notable por la
expresion ingénua con que será escrita. Si hay algun aliño en lo que
escribamos, será el que buenamente salga á nuestro encuentro.
Nosotros no hemos de buscar otra cosa que procurar decir, en la forma
más fácil, lo que veamos, lo que sintamos y lo que pensemos.

INTRODUCCIÓN.
¡Paris, fábula del mundo, fábula de tí propio; palacio por fuera,
sepulcro por dentro, salve!
Hace un mes que estamos en Paris mi mujer y yo. En este mes de
noviciado y de aprendizaje, ¡cuántas cosas nos han sucedido! ¡cuántas
sorpresas hemos llevado! Mi compañera y yo no hemos podido sacudir
todavía la inevitable ofuscacion de las primeras impresiones, y estamos
como sordos, y nos miramos con cierta expresion alelada. ¡Qué ruido!
¡Qué tropel! ¡Qué infierno! Madrid no es más que un barrio de esta
confusa y turbulenta Babilonia; no es más que un lienzo de este
interminable panorama de sombras chinescas.
Pero la narracion de las aventuras que nos han sucedido durante este
mes, (¡qué mes, Dios mio!) toca al PARIS CURIOSO, y no debemos
alterar el sistema que nos hemos propuesto seguir. Aquí sólo
hablarémos del PARIS MORAL, cuyo punto nos ha parecido

conveniente tocar ante todo, correspondiendo á lo que de nosotros
exige una necesidad de nuestro país. Francia tiende á absorbernos en
todos sentidos, tambien en sentido moral, y no nos conformamos de
ningun modo con que nos absorba en ciertas tendencias, ahora que
sabemos y presenciamos lo que no sabiamos ni presenciábamos antes.
Nos explicamos, con más ó menos dificultad, que nos ponga la ley con
sus figurines, con sus modas, con sus jabones, sus pomadas, sus
esencias y sus juguetes: nos explicamos sin violencia que nos ponga la
ley con sus graciosísimos diges, con sus elegantísimas bicocas, con sus
poéticos relumbrones, con sus cultísimas frivolidades: nos explicamos,
gimiendo ó no gimiendo, que nos domine con sus tejidos, con sus
ácidos, con sus instrumentos, con sus libros, con sus novelas, con sus
dramas, hasta con su idioma: todo eso podemos explicarlo; pero no nos
podemos explicar que deba ser nuestra dictadora en punto á costumbres.
Contra semejante conato se levanta airado nuestro corazon. No
reconocemos ese dominio, no admitimos esa tutela, no concedemos esa
supremacía, por más que la organizacion exterior de las cosas nos
deslumbre; por más que la cara postiza de que todos los hechos se
revisten aquí, haga que confundamos el inocente arrullo de la tórtola
con el canto agorero de la corneja. Aquí hay una cosa particular,
indefinible, múltiple, casi infinita: una cosa que está en todas partes,
que todo lo llena, que todo lo anima, que á todo de su forma y su rostro,
como nuestro pié de su forma propia á nuestra pisada. Hay una cosa
que nosotros llamamos _el palaustre francés_. Los franceses tienen un
palaustre, con el cual adoban y alisan tan admirablemente la
exterioridad de las cosas, la parte que se ve, lo que está por fuera, lo
que produce en nuestros sentidos y en nuestra fantasía el primer efecto
dramático: preparan tan deliciosamente las cosas con unos cuantos
golpes de su portentoso palaustre, que aquí casi todo parece arte,
cuando real y verdaderamente casi todo es un simple artificio.
Traigamos á Paris cualquier cosa, una fruslería cualquiera, de España,
de Italia, de Inglaterra, de Rusia, de Turquía, del Mogol; démosla á un
francés, dejemos que el francés la lleve á su casa; que allí la componga,
que la aliñe, que la lave la cara con su palaustre, y es bien seguro que
la fruslería extranjera será en Paris una especie de mágia. Por dentro
será fruslería, el interior estará vacío, _el precioso busto no tendrá
seso_, como dice la fábula, pero lo de fuera será un
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