otra es hija de un alto empleado que ya no vive; otra de un coronel ó de un general que vino á menos. Esta sabe el inglés; aquella el aleman; la otra el espa?ol, el italiano ó el ruso.
Allí es de ver cómo una prostituta, estudiado el temperamento de su víctima, le devuelve un billete de cien francos que de ella recibió, con el objeto de ganar su ánimo y apoderarse de toda su cartera.
Allí es de ver la suma habilidad con que la elegantísima mademoiselle, convence á un hombre, de que jamás ha experimentado la pasion que su talento y su profunda simpatía la han hecho concebir.
Allí es de ver como la reina de aquel sarao frota dulcemente la mano de un hombre, cual si quisiera persuadirle empleando por razon el calórico de la electricidad: allí es de ver la ingenuidad maravillosa, la admirable inocencia, con que exclama, dando á su acento la expresion tardía y entrecortada del patético: _?Que je suis malheureuse!_ ?Qué desgraciada soy!
Esto quiere significar: ?qué desgraciada me ha hecho tu amor!
O bien esto otro, que está más en relacion con las intenciones de aquellas _eminentes actrices_: ?cómo podrás pagarme el mal que me has hecho?
Hay prostitutas que salen de allí para ser personajes en el gran mundo. Yo he visto una, á quien un ruso dió, durante muchos a?os, veinticinco mil francos mensuales.
La prostitucion de la casa de que hablo, está elevada á ciencia, á bella arte, á gran tono: ?lo querrán creer mis lectores? Está elevada á una especie de adivinacion, á una especie de agorería. Hablar allí de la piedra filosofal, de la cuadratura del círculo ó del movimiento contínuo, es una cosa casi natural.
La prostituta de aquella casa, adivina el corazon de sus clientes, como conocía Gall los órganos cerebrales del hombre.
?Cuántos misterios curiosísimos y dolorosos encierra aquel Eden de la corrupcion! ?En cuántos presupuestos de familias ricas de Paris, tiene un guarismo aquel Eden infame!
Sí, muchos hombres casados del mismo Paris, están ajustados anualmente con la due?a del establecimiento: esto es, tienen un palco allí, como lo tienen en el teatro de la grande Opera, en los Italianos ó en el Circo.
Por último, yo no tengo noticia de una casa igual, y no extra?o que el jóven, profano á la vida de las grandes ciudades, pierda allí el sentido y se dé en cuerpo y alma al diablo de aquella tentacion. Es el talento que la víbora tiene en saber picar; pero indudablemente hay allí un talento asombroso. Yo no hallo palabras que expresen la memoria que deja aquel encantamiento maldito, sino diciendo que es una CIVILIZACION QUE ESPANTA.
?A quién podria ocurrirse (y termino con esta especie) que la due?a del establecimiento en cuestion, es una gran se?ora? Pues nada más cierto.
He oído decir á muchas personas que la corrupcion de Paris, en el sentido indicado, es un hecho muy natural, atendida la circunstancia de que á este pueblo afluyen todas las naciones del mundo.
Algo concedo á esta consideracion; creo tambien que hay vicios orgánicos en la existencia de los grandes centros, de los grandes focos, de las grandes acumulaciones. Creo tambien que la centralizacion causa da?os hasta en el censo de poblacion; pero esta creencia no me explica todo lo que aquí veo.
?Qué virtud atribuirémos á una pastora que vive aislada en el fondo de un bosque? ?Ha de ser impura con la soledad, con los árboles, con las flores, con el ambiente? ?Ha de ser impura con las tórtolas ó con los faisanes? Sin vicio no hay virtud; como sin Ocaso no hay Oriente, como no hay martirio sin lucha.
?Es Paris corrompido porque hay lucha? No; la lucha es necesaria; pero es necesario que sea una lucha moral, una lucha virtuosa, una lucha como no lo es en este gran centro. No está el mal en que una piedra ruede; esto es natural, providente, moralísimo: el mal está en que ruede hácia el abismo; en que ruede hácia donde no debe rodar; en que ruede para precipitarse.
La corrupcion de Paris consiste en que es el pueblo más ingenioso de la tierra, y en que emplea su ingenio, al menos durante el tiempo que atravesamos, en falsear artísticamente las leyes morales.
No, no es vicioso porque se mueve, sino porque se mueve mal.
En todas partes sucede lo mismo, con la diferencia de que hay peor sentimiento, porque hay más hipocresía. Esto dicen los hijos de Paris.
Yo contesto á los hijos de Paris que se enga?an. No me maravilla que busquen esta solucion á sus pecados; pero se enga?an.
En ninguna parte del mundo tiene la prostituta la instruccion y la fascinacion teatral que en Paris: en ninguna parte del mundo tiene la fantasía tantas imágenes y tantas formas para embellecer la fealdad: en ninguna parte del globo conocido se hace de la
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