Schopenhauer El Arte De Tratar A Las Mujeres

Schopenhauer, Arturo (1788-1860)
Schopenhauer El Arte De Tratar A Las Mujeres

1. EL ARTE DE TRATAR A LAS MUJERES
2. EL ARTE DE TRATAR A LAS MUJERES INTRODUCCI�N Franco Volpi �Si el mundo naci� por un capricho de Dios, entonces la mujer es el ser en el cual el Supremo Hacedor quiso manifestar a cabalidad el lado impredecible de su insoldable naturaleza�. Este postulado, que, de hecho, no dista mucho de las convicciones m�s arraigadas en el �nimo masculino, deber�a por s� solo persuadir a cualquier hombre o mujer de la utilidad de este peque�o ensayo. El tema es delicado, pero no puede ser eludido. �Qu� pueden ense�arnos los fil�sofos �por definici�n depositarios de la sabidur�a, pero en bancarrota en asuntos del amor- sobre como tratar mujeres?�Qu� nos aconsejan para manejar sus und�vagos comportamientos y frenar, as�, este nuestro oscuro objeto del deseo?�Qu� estrategia sugieren para complacer al gentil sexo? FIL�SOFOS Y MUJERES: UN �DESENCUENTRO� SECULAR Desde tiempos antiguos las relaciones entre los fil�sofos y las mujeres han sido marcadas por un desencuentro irremediable. Si repasamos la historia del pensamiento filos�fico desde esta perspectiva, a simple vista se puede tener la impresi�n de que la filosof�a fue y ser� siempre un asunto meramente masculino. Sin embargo, si miramos bien, veremos como no faltan, desde la Antig�edad, las figura de mujeres pensadoras. En el primer siglo a. C., el estoico Apolonio encontr� material suficiente para redactar una historia de la filosof�a femenina, y Fil�coro escribi� todo un libro acerca de las fil�sofas pitag�ricas, que fueron, en realidad, una multitud. Pero, nuestra mayor gratitud es con el escritor y erudito Pilles M�nage, asiduo visitante del Hotel de Rambouillet, muy admirado por Madame de la Fayette y Madame de S�vign�, que pas� a la historia por la caricatura que de �l hizo Moli�re en el personaje Vadius de Las mujeres sabias. Recorriendo pacientemente los siglos, M�nage recopil� en 1690 una Historia mulierum philosopharum, que a�n resulta provechosa y divertida de leer. Pero, cabe preguntarse: �c�mo es que, de todas las venustas fil�sofas ah� nombradas, no qued� un solo pensamiento, ning�n fragmento se salv� de la furia destructiva del tiempo? �Fue tal el caso o debemos pensar, con Hegel, que en este campo la historia universal (Weltgeschichte) emiti� su veredicto universal
3. EL ARTE DE TRATAR A LAS MUJERES (Weltgericht)? Es decir, que tal vez, en el fondo, aquellos pensamientos no ameritaron ser conservados. Sea como fuere, la tradici�n del pensamiento occidental, a pesar de la diversidad de las posiciones, las tendencias y las escuelas que lo constituyen, muestra una inquebrantable capacidad de apartar, por principio o de hecho, al sexo femenino, de excluirlo de un papel activo en la filosof�a. Si la comparaci�n no suscitara hilaridad, y si alguien ya no lo propuso, podr�amos aventurar la siguiente tesis: as� como Heidegger afirm� que la filosof�a occidental se caracteriza por el �olvido del Ser�, nosotros podr�amos sostener que ella est� signada por un olvido mucho m�s impactantemente escandaloso: �el olvido de la mujer�. Desde Tales, escarnecido por una sirvientilla de Tracia, hasta Wittgenstein, enredado con Marguerite, los fil�sofos han contribuido sistem�ticamente a este ostracismo, tanto en la teor�a como en la pr�ctica. Una prueba indirecta de este desencuentro es, por ejemplo, el hecho de que ninguno de los fil�sofos m�s antiguos, los presocr�ticos, se hubiera casado. El primero en traspasar ese umbral fue S�crates, que se cas� con Jantipa. Sin embargo, todos sabemos las consecuencias. El mismo Plat�n, que en todo lo dem�s consideraba a S�crates como el modelo, se abstuvo por completo de seguir su ejemplo en este sentido, pese a que en La Rep�blica, reivindica la igualdad de derechos para las mujeres, admiti�ndolas realmente en el estudio de la filosof�a. Lo malo es que en esta obra, el tan s�lo presenta una utop�a. En el Timeo, por el contrario, cuando expone la doctrina de la metempsicosis, sostiene que las almas son, en origen, masculinas: aquellas que viven de manera indigna est�n destinadas a reencarnar en un cuerpo femenino; y si vuelven a comportarse mal, transmigrar�n a un cuerpo de animal. De esta forma, termina por asignar a la mujer el estado de ser inferior, a mitad de camino entre el hombre y el animal. Otro seguidor de S�crates, Ant�stenes el c�nico, afirmaba que el amor es un vicio natural y que si Afrodita se le acercaba lo siguiente, la aniquilar�a con una saeta (Clemente Alejandrino, Stromata, II, 20, 107, 2). A fin de evitar todas clase de problemas, su alumno Di�genes de Sinope, recomendaba la pr�ctica del autoerotismo (Di�genes Laercio, Vitae philosopharum, VI, 2). Para poder encontrar un gran fil�sofo capaz de mantener un matrimonio normal hay que llegar a Arist�teles, quien, de hecho, logr� conciliar la vida
4. EL ARTE DE TRATAR A LAS MUJERES contemplativa con la conyugal: se
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