Reseña Veridica de la Revoluciòn Filipina | Page 3

Emilio Aguinaldo
24 de Abril de 1898, en un barrio apartado.
En la entrevista aludida manifestóme el Cónsul Pratt, que no habiendo los espa?oles cumplido con lo pactado en Biak-na-bató, tenían los filipinos derecho á continuar de nuevo su interrumpida revolución, induciéndome á hacer de nuevo la guerra contra Espa?a, y asegurando que América daría mayores ventajas á los filipinos.
Pregunté entonces al Cónsul qué ventajas concedería Estados Unidos á Filipinas, indicando al propio tiempo la conveniencia de hacer por escrito el convenio, á lo que el Cónsul contestó que telegráficamente daría cuenta sobre el particular á Mr. Dewey, que era Jefe de la expedición para Filipinas, y tenía ámplias facultades del Presidente Mac-Kinley.
Al dia siguiente, entre 10 y 12 de la ma?ana, se reanudó la conferencia, manifestando el Cónsul Mister Pratt que el Almirante había contestado acerca de mis deseos =que, Estados Unidos por lo menos reconocería la Independencia de Filipinas bajo protectorado naval y que no había necesidad de documentar éste convenio, porque las palabras del Almirante y del Cónsul Americano eran sagradas y se cumplirían, no siendo semejantes á las de los Espa?oles=, a?adiendo por último, que, =el Gobierno de Norte América era un Gobierno muy honrado, muy justo y muy poderoso=.
Deseoso de aprovechar tan providencial ocasión para regresar á mi país y reanudar la santa empresa de la Independencia del pueblo filipino, presté entero crédito á las solemnes promesas del Cónsul Americano, y le contesté que podía desde luego contar con mi cooperación de levantar en masa al pueblo filipino, con tal de que llegára á Filipinas con armas ofreciendo hacer todo cuanto pudiera para rendir á los Espa?oles, capturando la plaza de Manila, en dos semanas de sitio, siempre que contára con una batería de 12 ca?ones.
Replicó el Cónsul que me ayudaría para hacer la expedición de armas que yo tenía proyectada en Hong-kong; pues telegrafiaría enseguida al Almirante Dewey lo convenido, para que por su parte prestára su auxilio á la citada expedición.
El día 26 de Abril se llevó á cabo la última conferencia en el Consulado americano, á donde fuí invitado por Mr. Pratt, quien me notició que la guerra entre Espa?a y Estados Unidos estaba declarada, y por tanto, que era necesario me marchára á Hong-kong en el primer vapor, para reunirme con el Almirante Dewey que se hallaba con su escuadra en ?Mirs bay?, puerto de China; también recomendóme Mr. Pratt le nombrase Representante de Filipinas en América para recabar con prontitud el reconocimiento de la Independencia. Contesté que desde luego marcharía yo á Hong-kong á reunirme con el Almirante, y que en cuanto se formara el Gobierno filipino le propondría para el cargo que deseaba, si bien lo consideraba insignificante recompensa á su ayuda; pues para el caso de tener la fortuna de conseguir la Independencia, le otorgaría un alto puesto en la Aduana, además de las ventajas mercantiles y la ayuda de gastos de guerra que el Cónsul pedía para Estados Unidos; y que los filipinos estarían conformes en conceder á América en justa gratitud á su generosa cooperación.
Luego que hube tomado pasaje en el vapor Malacca volví á despedirme del Cónsul Pratt, quien aseguró, que antes de entrar en el Puerto de Hong-kong me recibiría secretamente una lancha de la escuadra americana con el fin de evitar la publicidad, sigilo que también yo lo deseaba. Partí para Hong-kong en dicho vapor las 4 de la tarde del mismo dia 26.
A las dos ménos cuarto de la madrugada del dia 1.° de Mayo fondeábamos en aquel puerto sin que saliera á encontrarnos ninguna lancha. A invitación del Cónsul de esta colonia, Mr. Wildman dirijíme al consulado y de 9 á 11 de la noche del mismo dia de mi llegada conferencié con él, diciéndome que el Almirante Dewey se había marchado á Manila sin esperarme, por haber recibido órden perentoria de su Gobierno para atacar la escuadra espa?ola, dejando recado de que me mandaría sacar por medio de una ca?onera. En aquella conferencia traté con el indicado Cónsul acerca de la expedición de armas que tenía en proyecto y convenimos en que dicho Cónsul y el filipino Sr. Teodoro Sandico quedaban encargados de la expedición, dejando en la misma noche en poder de dichos se?ores la cantidad de 50.000 pesos, en depósito.
Pudo adquirirse á seguida una lancha de vapor por 1.000 pesos, y se contrató la compra de 2.000 fusiles á razón de $ 8'50 uno, con 200.000 cartuchos á razón de $ 33'50 el millar.
Al cabo de una semana, el 7 de Mayo, llegó de Manila el ca?onero americano Mac-Cullock, trayendo la noticia de la victoria del Almirante Dewey sobre la escuadra espa?ola, pero no traía órden de llevarme á Manila y á las nueve de la noche tuve con el mismo Cónsul, á su invitación, una segunda conferencia.
El 15 del mismo
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