Reseña Veridica de la Revoluciòn Filipina | Page 2

Emilio Aguinaldo
la autonomía en el órden político y administrativo, aunque á petición del General Primo de Rivera, éstos extremos no se consignaron por escrito, alegando que era muy humillante hacerlo así para el Gobierno Espa?ol, cuyo cumplimiento por otra parte, garantizaba él con su honor de caballero y militar.
El General Primo de Rivera entregó el primer plazo de 400,000 pesos mientras aún permanecían los dos Generales en rehenes.
Nosotros, los revolucionarios, cumplimos por nuestra parte con la entrega de armas, que pasaron de mil, como consta á todo el mundo por haberse publicado la noticia en los periódicos de Manila. Pero el citado Capitán General dejó de cumplir los demás plazos, la supresión de frailes y las reformas convenidas, no obstante haberse cantado el Te Deum; lo que causó profunda tristeza á mí y á mis compa?eros; tristeza que se convirtió en desesperación al recibirse la carta del Teniente Coronel D. Miguel Primo de Rivera, sobrino de dicho General y su Secretario particular, avisándome que mis compa?eros y yo nó podríamos ya volver á Manila.
?Es justo éste proceder del representante del Gobierno de Espa?a?--Contesten las conciencias honradas.

III.
NEGOCIACIONES
No hube de permanecer con mis compa?eros por mucho tiempo bajo el peso de tan crítica situación, porque en el mes de Marzo del referido a?o 1898 se me presentó un judío á nombre del Comandante del buque de guerra norte-americano Petrell, solicitando conferencia por encargo del Almirante Dewey.
Celebráronse varias con el citado Comandante en las noches del 16 de Marzo al 6 de Abril, quien solicitando de mí volviera á Filipinas para reanudar la guerra de la independencia contra los Espa?oles, ofrecióme la ayuda de los Estados Unidos, caso de declararse la guerra entre ésta nación y Espa?a.
Pregunté entónces al Comandante del Petrell lo que Estados Unidos concedería á Filipinas, á lo que dicho Comandante, contestó que Estados Unidos era nación grande y rica, y nó necesitaba Colonias.
En su vista, manifesté al Comandante la conveniencia de extender por escrito, lo convenido, á lo que contestó que así lo haría presente al Almirante Dewey.
Estas conferencias quedaron interrumpidas por haber, el 5 de Abril, recibido cartas de Isabelo Artacho y de su Abogado, reclamándome 200,000 pesos de la indemnización, parte que le correspondía percibir como Secretario del Interior que había sido en el Gobierno Filipino de Biak-na-bató, amenazándome llevar ante los Tribunales de Hong kong, si no me conformaba con sus exigencias.
Aunque de paso haré constar que Isabelo Artacho llegó á Biak-na-bató é ingresó en el campo de la revolución el 2 de Septiembre de 1897, y fué nombrado Secretario, á principios de Noviembre, cuando la paz propuesta y trabajada por D. Pedro Alejandro Paterno, estaba casi concertada, como lo prueba el que en 14 de Diciembre siguiente se firmára.--Véase, pues, la injusta y desmedida ambición de Artacho al pretender la participación de 200.000 pesos por los pocos días de servicios que á la Revolución prestára.
Además se había convenido entre todos nosotros los revolucionarios, en Biak-na-bató, que, en el caso de no cumplir los espa?oles lo estipulado, el dinero procedente de la indemnización, no se repartiría, y se destinaría á comprar armas para reanudar la guerra.
Artacho, pues, obraba entónces como un espía, agente del General Primo de Rivera, toda vez que quería aniquilar la revolución, quitándola su más poderoso elemento, cual era, el dinero. Y así fué considerado el asunto por todos los Revolucionarios, acordándose en junta, saliera yó inmediatamente de Hong-kong, evitando la demanda de Artacho, á fin de que los demás tuvieran tiempo de conjurar éste nuevo peligro para nuestros sacrosantos ideales, consiguiéndolo así en efecto: Artacho convino en retirar su demanda por medio de una transacción.
En cumplimiento de dicho acuerdo, marchéme sigilosamente de Hong-kong, el dia 7 de Abril, embarcándome en el Taisan, y pasando por Saigón fuí á parar con la mayor reserva á Singapore, llegando á este puerto en el Eridan el 21 de dicho mes, hospedándome en casa de un paisano nuestro. Tal fué la causa de la interrupción de las importantisimas conferencias con el Almirante Dewey iniciadas por el Comandante del Petrell.
Pero ?el hombre propone y Dios dispone?, refrán que en ésta ocasión se cumplió en todas sus partes; porque no obstante lo incógnito del viaje, á las cuatro de la tarde del dia de mi llegada á Singapoore, presentóse en la casa, donde me hospedaba, un inglés que, con mucho sigilo, dijo que el Cónsul de Estados Unidos de aquel punto, Mr. Pratt, deseaba conferenciar con D. Emilio Aguinaldo, á lo que se le contestó que en dicha casa no se conocía á ningún Aguinaldo; pues así se había convenido responder á todo el mundo.
Pero habiendo vuelto el inglés repetidas veces con la misma pretensión, accedí á la entrevista con Mister Pratt, la cual, se verificó, con la mayor reserva de 9 á 12 de la noche del dia
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