la revolución para sacudir el yugo de España, no
siendo de extrañar que algunos pocos estuvieran aún de su parte por
falta de armas, ó por conveniencias personales.
Así concluyó esta primera conferencia con el Almirante Dewey, á
quien anuncié, que residiría en la Comandancia de Marina del Arsenal
de Cavile.
IV.
LA REVOLUCIÓN DE 1898
Volví al Mac-Cullock para ordenar la descarga del equipaje y efectos de
guerra que traía, habiendo tenido ocasión de encontrar en aquellas
aguas de Cavite á varios revolucionarios de Bataan, á quienes entregué
dos pliegos que contenían órdenes de levantamiento para la citada
provincia y la de Zambales.
Antes de fondear en el Arsenal, encontré también varias bancas llenas
de revolucionarios de Kawit, mi pueblo natal, los cuales me
manifestaron que hacía dos semanas esperaban mi llegada, anunciada
por los mismos americanos. No poca alegría sentí al ver á mis paisanos
y parientes, antiguos compañeros de la temeraria campaña del 96 al 97.
Aproveché aquella primera ocasión, pisando apenas la Comandancia de
Marina en el Arsenal á las 4 de la tarde, para entregarles las demás
órdenes de levantamiento.
Continué toda aquella noche con mis compañeros escribiendo más y
más órdenes y circulares para el mismo fin; pues sin explicar cómo ni
de qué manera, aglomerábanse despachos de todas partes, pidiendo
noticia de mi llegada, á la vez que consignas para levantarse contra los
españoles.
Dios, sin duda alguna, tenía señalado aquel momento para el
derrumbamiento del imperio español en Filipinas, porque mí
inesperada llegada no podía ser saludada ni sabida, con la rapidez y
publicidad que aquellos hechos demuestran. Sesenta y dos voluntarios
de San Roque y Caridad, armados de Remington y Maüser,
organizados por los españoles, se presentaron al día siguiente,
poniéndose incondicionalmente á mis órdenes. Al principio se
alarmaron las fuerzas americanas por la llegada de dichos voluntarios y
por precaución tomaron posiciones para defender la entrada del Arsenal;
mas, enterado yo del caso, bajé á ver á dichos voluntarios,
trasmitiéndoles órdenes de guardar el puesto de Dalajican, al objeto de
impedir la entrada de las tropas españolas, que, según recientes noticias,
así lo intentaban.
Sabedores los americanos de lo ocurrido, se tranquilizaron, y dando la
consigna correspondiente á toda la tropa americana, se ordenó al
Comandante del Petrell para que me fueran entregados los 62 fusiles y
municiones ofrecidos por el Almirante, como así, en efecto, se llevó á
cabo; pues al poco tiempo, á eso de las 10 del dia, las lanchas del
Petrell traían y desembarcaban en el dique del Arsenal el referido
armamento, que fue enseguida distribuido á los presentados, que por
millares acudían pidiendo un puesto en las filas de la revolución y un
fusil para ir á las avanzadas.
En la noche de aquel dia, 20 de Mayo, se me presentó el antiguo Jefe
revolucionario, Sr. Luciano San Miguel, hoy General de Brigada, á
recibir órdenes, que le fueron dadas, para el levantamiento, de las
provincias de Manila, Laguna, Batangas, Tayabas, Bulakan, Morong,
Pampanga, Tarlak, Nueva Ecija y otras del Norte de Luzón, saliendo
aquella misma noche, el Señor San Miguel á ejecutarlas.
Los dias 21, 22, 23 y demás del propio mes hubo un continuado desfile
de revolucionarios presentados para tomar parte en el movimiento, de
tal modo, que tuve necesidad de salir del Arsenal y pasar á otra casa del
mismo Cavite, para dejar tranquilos á los marinos que guarnecían aquel
establecimiento.
V.
EL GOBIERNO DICTATORIAL.
El dia 24 se estableció el Gobierno Dictatorial, circulándose la 1.a
proclama, que suscribí, como Jefe del citado Gobierno. De este
documento se entregaron ejemplares al Almirante Dewey, y por su
mediación, á los cónsules extrangeros residentes en Manila, no obstante
la incomunicación en que nos hallábamos con dicha ciudad.
Á los pocos dias, se trasladó el Gobierno Dictatorial á la casa que fué
Gobierno Civil de los españoles en Cavite, porque la aglomeración de
personas que de todas partes acudían, hacía estrecha la primera que se
tomó de un particular, y en esta fué donde recibí la grata noticia de la
llegada de la expedición de armas, que fueron desembarcadas en el
mismo dique del Arsenal á la vista del cañonero Petrell siendo 1.999 el
número de rifles, y 200.000 el de municiones con otros armamentos
particulares.
Inmediatamente envié una Comisión á dar gracias al almirante Dewey
por la pronta llegada de la expedición, merced á sus gestiones,
participándole á la vez, que se había fijado el día 31 del citado mes de
Mayo, para comenzar las operaciones. El almirante envió á su
Secretario para felicitarme, así como á mi Gobierno, por la animación y
actividad que se notaban á favor de la campaña, manifestándome al
propio tiempo, que entendía muy próximo el día fijado para empezar el
levantamiento, y que debía transferirlo para otro más lejano
Continue reading on your phone by scaning this QR Code
Tip: The current page has been bookmarked automatically. If you wish to continue reading later, just open the
Dertz Homepage, and click on the 'continue reading' link at the bottom of the page.