$ 33'50 el millar.
Al cabo de una semana, el 7 de Mayo, llegó de Manila el cañonero
americano Mac-Cullock, trayendo la noticia de la victoria del
Almirante Dewey sobre la escuadra española, pero no traía órden de
llevarme á Manila y á las nueve de la noche tuve con el mismo Cónsul,
á su invitación, una segunda conferencia.
El 15 del mismo mes volvió de nuevo el Mac-Cullock que trajo la
órden de trasladarme á Manila con mis compañeros, habiendo sido
inmediatamente notificado del embarque por el Cónsul Wildman, y á
las diez de la noche del dia 16 en el pantalan City Hall, de Hong-kong,
acompañado del mismo, en unión del Comandante de la cañonera y de
Mr. Barrett, ex-Secretario de la embajada americana del Reino de Siam,
según propio decir del mismo, nos dirijimos en una lancha americana á
un puerto de Chinese Kowloon, donde se hallaba aquel cañonero. Mr.
Barrett en el acto de la despedida, ofreció visitarme en Filipinas,
cumpliendo más tarde su promesa en Cavite y Malolos.
Encargóme el Cónsul Wildman que tan pronto llegase á Filipinas,
estableciera el Gobierno filipino bajo forma Dictatorial, y que él
procuraría, por todos los medios posibles enviar pronto la expedición
de armas como así lo cumplió en efecto.
Partiendo el Mac-Cullock á las 11 de la mañana del 17 de Mayo para
Filipinas, fondeábamos entre doce y una de la tarde del 19, en aguas de
Cavite; é inmediatamente la lancha del Almirante con su Ayudante y
Secretario particular vino á sacarme para el Olimpia, donde fuí recibido
con mi Ayudante Sr. Leyva con honores de General por una sección de
guardias marinas.
El Almirante acogióme en su salón y después de los saludos de cortesía,
preguntéle si eran ciertos todos los telégramas que había él dirigido al
Cónsul de Singapore, Mr. Pratt, relativos á mi; contestándome
afirmativamente, y añadiendo que, Estados Unidos había venido á
Filipinas para protejer á sus naturales y libertarles del yugo de
España.
Dijo además que América era rica en terrenos y dinero, y que no
necesitaba colonias, concluyendo por asegurarme no tuviera duda
alguna sobre el reconocimiento de la Independencia Filipina, por parte
de Estados Unidos. Y enseguida me preguntó, si podría levantar el
pueblo contra los Españoles y hacer una rápida campaña.
Contestéle que los sucesos darían prueba de ello; pero mientras no
llegára la expedición de armas encomendada al Cónsul Wildman en
uno de los puertos de China, nada podría hacer; pues sin armas cada
victoria costaría muchas vidas de valientes y temerarios revolucionarios
filipinos. El Almirante, ofreció enviar un vapor para activar la referida
expedición de armas aparte de las órdenes que tenía dadas al Cónsul
Wildman, poniendo inmediatamente á mi disposición todos los cañones
que había en los buques de la escuadra española y 62 fusiles Maüser
con muchas municiones, que estaban en el Petrell procedentes de la
Isla del Corregidor.
Expreséle entonces mi profundo reconocimiento por la generosa ayuda
que Estados Unidos dispensaba al pueblo filipino, así como mi
admiración á las grandezas y bondad del pueblo Americano. Le expuse
también que antes de salir de Hong-kong, la colonia filipina había
celebrado una junta en que se deliberó y discutió la posibilidad de que,
después de vencer á los Españoles, los Filipinos tuvieran una guerra
con los Americanos por negarse á reconocer nuestra Independencia,
seguros de vencer por hallarnos cansados y pobres de municiones
gastadas en la guerra contra los Españoles; suplicándole dispensase
mi franqueza.
El Almirante contestó, que se alegraba de mí sinceridad; y creía que
así, filipinos y americanos debíamos tratamos como aliados y amigos,
exponiendo con claridad todas las dudas para la más fácil inteligencia
entre ambas partes, añadiendo que, según tenia manifestado, =Estados
Unidos reconocería la Independencia del pueblo filipino,= garantida
por la honrada palabra de los Americanos, de mayor eficacia que los
documentos que pueden quedar incumplidos, cuando se quiere faltar á
ellos, como ocurrió con los pactos suscritos por los Españoles,
aconsejándome formara enseguida la =bandera nacional= filipina,
ofreciendo en su virtud reconocerla y protegerla ante las demás
Naciones, que estaban representadas por las diferentes escuadras que se
hallaban en la bahía, si bien dijo, que debíamos conquistar el poder de
los españoles, antes de hacer ondear dicha bandera, para que el acto
fuera más honroso á la vista de todo el mundo, y sobre todo, de los
Estados Unidos, y para que cuando pasaran los buques filipinos con su
bandera nacional por delante de las escuadras extranjeras infundieran
respeto y estimación.
De nuevo agradecí al Almirante sus buenos consejos y generosos
ofrecimientos, haciéndole presente que, si necesario fuera el sacrificio
de mi propia vida para honrar al Almirante cerca de Estados Unidos,
pronto estaba dispuesto á sacrificarla.
Añadí que con tales condiciones podía asegurar que todo el pueblo
filipino se uniría á
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