la alteracion de varias provincias, resistiendo y matando �� sus corregidores, como sucedi�� en la de Yungas de Chulumani, gobern��ndola el Marques de Villa-hermosa, que se vi�� precisado, despues de haberle muerto �� su dependiente Solascasas, �� contenerlos con las armas, �� cuyo acto le provocaron. As�� tambien en la de Pacajes y Chumbilvicas, en donde quitaron las vidas �� sus corregidores, Castillo y Sugastegui, cometiendo otros excesos, que indicaban el vasto proyecto, que con mucho tiempo y precaucion iban meditando, para sacudir el yugo.
Ya fuese fatigados y oprimidos de las extorsiones y violencias que toleraban, �� insultados y conmovidos con un esp��ritu de sedicion que sembr�� el reo Tomas Catari, con el especioso pretesto de haber conseguido rebaja de tributos, se alzaron con tan furioso impetu, que en breve espacio de tiempo el incendio abras�� todas las provincias. En el pueblo de Pocoata, provincia de Chayanta, se declar�� la sedicion, y dando los indios muerte �� muchos espa?oles, prendieron �� su corregidor, D. Joaquin de Al��s, que retuvieron en el pueblo de Macha, como en rehenes, para solicitar insolentes la libertad de su caudillo Catari; y como present��ndose la necesidad armada en toda la fuerza del poder, es irreparable el da?o de la resistencia, fu�� forzoso que por salvar aquella vida, se libertase del castigo el delincuente Catari, logrando prontamente soltura de la prision en que se hallaba: ya fuese porque en tiempo que el peligro aprieta, la prudencia induce �� no detenerse en formalidades, ni aventurar la quietud p��blica por los escr��pulos de autoridad, �� ya porque, poco acostumbrados los Oidores de Charcas al perdimiento del respeto tenido �� sus personas, recelaban pasase adelante el atrevimiento, y se viese disminuida la sumision fastidiosa y excesiva que siempre han pretendido.
Por otra parte, desde los principios del a?o de 1780 se vieron en todas las ciudades, villas y lugares del Per��, pasquines sediciosos contra los ministros, oficiales y dependientes de rentas, con el pretesto de la aduana y estancos de tabaco. De modo que el vulgo, �� quien se atribuy�� esta insolencia, se despech�� tanto en algunas partes, que hicieron v��ctima de su furor �� algunos inocentes: como en Arequipa, donde perdiendo el respecto �� la justicia, saquearon la casa del corregidor D. Baltazar Semanat, le precisaron �� ocultarse para salvar su vida, atropellaron las casas destinadas �� la recaudacion de estos derechos reales, persiguieron �� los administradores, y estuvo la ciudad �� pique de perderse: trascendiendo hasta los muchachos el esp��ritu sedicioso, con juegos tan parecidos �� las veras, que habiendo nombrado entre ellos �� uno, con el t��tulo de aduanero, se enfurecieron despues tanto contra ��l, que �� pedradas acab�� su vida, cost��ndole no menos precio el fingido empleo con que le habian condecorado.
Como suelen las enfermedades de la naturaleza, originadas de peque?os principios, llegar al ��ltimo t��rmino, as�� en las dolencias pol��ticas sucede muchas veces, que nacidas de leves causas, suben �� tan alto punto, que es costoso su remedio. Esperiment��se esta verdad en Macha; pues logrando en aquel enga?ado pueblo, Tomas Catari, todos aquellos rendimientos que son gages de la autoridad, y olvidado del no esperado beneficio de su libertad, di�� agigantado vuelto �� sus ideas, por la desconcertada fantasia de los indios, graduando la soltura de su caudillo por efecto del temor que habia infundido con sus insolencias; y persuadidos por el nuevo m��todo que se seguia con ellos, no era la piedad la que obraba, para atraerlos suavemente �� sus deberes, se creyeron autorizados para egecutar las mas sangrientas crueldades, siendo como consecuencia, se vean estas sinrazones donde no se conoce ni domina la razon.
La Real Audiencia de Charcas, al paso que sentia la conmocion de tantas poblaciones, deseaba con ansia el remedio, pero no acertaba con el oportuno, porque sus miembros, poco acostumbrados �� este g��nero de acontecimientos, se mantenian t��midos �� irresolutos, sin atreverse �� tomar providencia, que cortase en sus principios el peligroso c��ncer que amenazaba al reino, haciendo algun castigo que escarmentase �� los sediciosos, y arrancase en su nacimiento la raiz de rebelion, que comenzaba �� sembrarse: ��nico remedio, cuando ya de nada servia la luchazon de sus personas, que con servil acatamiento se habia venerado hasta entonces. Y desenga?ados de que eran inutiles en estos casos las f��rmulas del derecho y preeminencias de la toga, descendieron con tanto exceso �� contemporizar con los rebeldes, franque��ndoles el perdon de sus excesos y otras gracias, que no les fu�� dificultoso conocer que la suma condescendencia de unos ministros, que en las felicidades de su absoluto gobierno habian sido tan engreidos, nacia del terror y confusion en que se hallaban.
Bien convencidos los indios de esta verdad, apenas habia poblaciones de ellos, que no se abrasase en la tr��gica llama del tumulto, porque �� poco despues alborot��se la provincia de P��ria, dando
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