de la negra oscuridad de la rebelion,
ofreciendo en obsequio de su fidelidad el digno sacrificio de algunas
vidas de los de sus familias y todas las haciendas que poseian.
Conocido por el tirano lo dificil que le era tomar el Cuzco, desistió del
empeño, despues de algunos ataques, en que fué rechazado
gloriosamente por sus vecinos, dirigidos y gobernados por Villalta,
quien le quitó de las manos una presa con que ya contaba, y perdida
aquella esperanza, se contrajo á continuar las correrias y robos contra
los españoles. Declarada ya en todas partes la guerra, y las poblaciones
y campaña sin resistencia, los que pudieron escapar de los primeros
insultos, se refugiaron á las ciudades y villas que les fueron mas
inmediatas. En la de Cochabamba solo, de las partes de Yungas (con
quienes confina por los valles de Ayopaya), entraron mas de 5,000
personas de ambos sexos y de todas edades, que condujo su corregidor,
D. José Albisuri. No porque en los pueblos de españoles faltase la
alteracion y recelo que ofrecia el numeroso vulgo, sino porque el riesgo
parecia menos egecutivo, aunque diariamente se fijaban pasquines y se
oian canciones á favor de Tupac-Amaru, contra los europeos y el
gobierno. Agitado el cuidado de los vireyes de Lima y Buenos Aires,
los Exmos. Señores, D. Agustin de Jauregui y D. Juan José de Vertiz,
pensaron sériamente al remedio de tantos males. El primero dispuso
pasase al Cuzco el Visitador General, D. José Antonio Areche, con el
mando absoluto de hacienda y guerra, nombrando tambien al Mariscal
de Campo, D. José del Valle, Inspector de las tropas de aquel vireinato,
al Coronel de Dragones, D. Gabriel de Aviles, y otros oficiales, para
que tomasen el mando y direccion de las armas que habian de obrar
contra los rebeldes; y el segundo confirmó la eleccion que habia hecho
el Presidente de Charcas, del Teniente Coronel D. Ignacio Flores,
Gobernador que era de Moxos, declarándole Comandante General de
aquellas provincias, y demas que estuviesen alteradas en la jurisdiccion
de su mando, con inhibicion de la Real Audiencia de la Plata,
concediéndole muchas y amplias facultades, para obrar libremente. Los
Oidores, poco conformes con esta disposicion, manifestaron su
resentimiento en distintas ocasiones, dificultando las providencias del
Comandante, oponiendo obstáculos á sus determinaciones, criticando
su conducta de morosa, calumniándole de pusilánime é irresoluto,
fundándose en que no tomaba partido con prontitud, y suponiendo que
si hubiese obrado con actividad ofensivamente contra los rebeldes,
hubiera podido sofocarse con el escarmiento de pocos el atrevimiento
de los demas. En cuyas alteraciones y etiquetas, suscitadas
indebidamente en tan críticas circunstancias, pasaron algun tiempo:
hasta que fué creciendo el cuidado, con motivo de haber mandado la
Audiencia secretamente, y sin el conocimiento que le correspondia á
Flores, prender al reo Tomas Catari, lo que egecutó D. Manuel Alvarez
en el Asiento de Ahullagas, en virtud del auto proveido en acuerdo
reservado que se celebró con todo sigilo, atropellando las prudentes
disposiciones del Virey, y desairándole cruelmente, porque tal proceder
era opuesto á sus providencias y á las facultades que tenia concedidas á
aquel Comandante.
Este suceso llenó de regocijo á la ciudad de la Plata, y no fué de poca
satisfaccion á sus ministros, porque todos creian que cortada aquella
cabeza, pasase la inquietud, y que un hecho de esta naturaleza podia
servirles de escudo para cubrirse de sus primeros yerros y desacreditar
la conducta del Comandante militar: porque no solo habia concurrido á
él, sino que tenia significado, no era conveniente en aquella ocasion,
antes bien proponia se empleasen los medios políticos que eran mas
oportunos en tan críticas circunstancias, en que se debia sacar todo el
partido posible de la autoridad y fuerzas que ya habia adquirido el
delincuente, en tanto se acopiaban armas y municiones para resistirle,
motivos porque ocultaron su determinacion. Pero á poco tiempo se
desapareció aquella alegria, desvaneciéndose sus concebidas
esperanzas con las desgraciadas muertes del dicho D. Manuel, y del
Justicia Mayor, D. Juan Antonio Acuña, que con una corta escolta
conducian preso á aquel rebelde: quienes, viéndose inopinadamente
atacados en la cuesta de Chataquilay, y que era muy dificultoso
conservar su persona con seguridad, determinaron matarle antes de
intentar la resistencia, sin que bastase despues el esfuerzo á salvar
ninguno de los que le conducian; creciendo el espanto y susto con
haberse acercado inmediatamente los indios agresores á la ciudad para
cercarla, campando dos leguas de ella, en los cerros de la Punilla, mas
de 7,000, capitaneados por Damaso y Nicolas Catari, hermanos del
difunto Santos Achu, Simon Castillo y otros caudillos. Con cuyo hecho
desgraciado varió el modo de pensar de la Audiencia, que empleó todos
los recursos imaginables para ocultar habia sido suya aquella
providencia, significando que Alvarez habia egecutado la prision de
motupropio: pero Flores, que no
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