Pepita Jiménez | Page 9

Juan Valera
a revelar algo como secretos de confesión, ha venido ya a consultarme
sobre vanos casos de conciencia que se le han presentado en el confesionario. Mucho me
ha llamado la atención uno de estos casos que me ha sido referido por el vicario, como
todos, con profundo misterio y sin decirme el nombre de la persona interesada.
Cuenta el señor vicario, que una hija suya de confesión tiene grandes escrúpulos, porque
se siente llevada con irresistible impulso hacia la vida solitaria y contemplativa, pero
teme a veces que este fervor de devoción no venga acompañado de una verdadera
humildad, sino que en parte le promueva y excite el mismo demonio del orgullo.
Amar a Dios sobre todas las cosas, buscarle en el centro del alma donde está, purificarse
de todas las pasiones y afecciones terrenales, para unirse a él, son ciertamente anhelos

piadosos y determinaciones buenas; pero el escrúpulo está en saber, en calcular si nacerán
o no de un amor propio exagerado. ¿Nacerán acaso, parece que piensa la penitente, de
que yo, aunque indigna y pecadora, presumo que vale más mi alma que las almas de mis
semejantes; que la hermosura interior de mi mente y de mi voluntad se turbaría y se
empañaría con el afecto de los seres humanos que conozco y que creo que no me merecen?
¿Amo a Dios, no sobre todas las cosas, de un modo infinito, sino sobre lo poco conocido
que desdeño, que desestimo, que no puede llenar mi corazón? Si mi devoción tiene este
fundamento, hay en ella dos grandes faltas: la primera, que no está cimentada en un puro
amor de Dios, lleno de humildad y de caridad, sino en el orgullo; y la segunda, que esa
devoción no es firme y valedera, sino que está en el aire, porque ¿quién asegura que no
pueda el alma olvidarse del amor a su Creador, cuando no le ama de un modo infinito,
sino porque no hay criatura a quien juzgue digna de que el amor en ella se emplee?
Sobre este caso de conciencia, harto alambicado y sutil para que así preocupe a una
lugareña, ha venido a consultarme el padre vicario. Yo he querido excusarme de decir
nada, fundándome en mi inexperiencia y pocos años; pero el señor vicario se ha
obstinado de tal suerte, que no he podido menos de discurrir sobre el caso. He dicho, y
mucho me alegraría de que Vd. aprobase mi parecer, que lo que importa a esta hija de
confesión atribulada, es mirar con mayor benevolencia a los hombres que la rodean, y en
vez de analizar y desentrañar sus faltas con el escalpelo de la crítica, tratar de cubrirlas
con el manto de la caridad, haciendo resaltar todas las buenas cualidades de ellos y
ponderándolas mucho, a fin de amarlos y estimarlos; que debe esforzarse por ver en cada
ser humano un objeto digno de amor, un verdadero prójimo, un igual suyo, un alma en
cuyo fondo hay un tesoro de excelentes prendas y virtudes, un ser hecho, en suma, a
imagen y semejanza de Dios. Realzado así cuanto nos rodea, amando y estimando a las
criaturas por lo que son y por más de lo que son, procurando no tenerse por superior a
ellas en nada, antes bien, profundizando con valor en el fondo de nuestra conciencia para
descubrir todas nuestras faltas y pecados, y adquiriendo la santa humildad y el
menosprecio de uno mismo, el corazón se sentirá lleno de afectos humanos, y no
despreciará, sino valuará en mucho el mérito de las cosas y de las personas; de modo que,
si sobre este fundamento descuella luego, y se levanta el amor divino con invencible
pujanza, no hay ya miedo de que pueda nacer este amor de una exagerada estimación
propia, del orgullo o de un desdén injusto del prójimo, sino que nacerá de la pura y santa
consideración de la hermosura y de la bondad infinitas.
Si, como sospecho, es Pepita Jiménez la que ha consultado al señor vicario sobre estas
dudas y tribulaciones, me parece que mi padre no puede lisonjearse todavía de ser muy
querido; pero si el vicario acierta a darla mi consejo, y ella le acepta y pone en práctica, o
vendrá a hacerse una María de Ágreda o cosa por el estilo, o lo que es más probable,
dejará a un lado misticismos y desvíos, y se conformará y contentará con aceptar la mano
y el corazón de mi padre, que en nada es inferior a ella.
* * * * *
_4 de Abril_.
La monotonía de mi vida en este lugar empieza a fastidiarme bastante, y no porque la

vida mía en otras partes haya sido más activa físicamente; antes al contrario, aquí me
paseo mucho, a pie y a caballo, voy al campo, y
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