Novelas y teatro | Page 5

Miguel de Cervantes Saavedra
de los tiempos. Si cre��is esta verdad, no admitir�� ning��n desmayo mi esperanza; pero si no me cre��is, siempre me tendr�� temeroso vuestra duda. Mi nombre es ��ste--y d��joselo---; el de mi padre ya os le he dicho; la casa donde vive es en tal calle, y tiene tales y tales se?as; vecinos tiene de quien podr��is informaros, y aun de los que no son vecinos tambi��n; que no es tan escura la calidad y el nombre de mi padre y el m��o, que no le sepan en los patios de palacio, y aun en toda la Corte. Cien escudos traigo aqu�� en oro para daros en arra y se?al de lo que pienso daros; porque no ha de negar la hacienda el que da el alma.
En tanto que el caballero esto dec��a, le estaba mirando. Preciosa atentamente, y sin duda que no le debieron de parecer mal ni sus razones ni su talle; y volvi��ndose a la vieja, le dijo:
--Perd��neme, abuela, de que me tomo licencia para responder a este se?or.
--Responde lo que quisieres, nieta--respondi�� la vieja---; que yo s�� que tienes discreci��n para todo.
Y Preciosa dijo:
--Yo, se?or caballero, aunque soy gitana, pobre y humildemente nacida, tengo un cierto espiritillo fant��stico ac�� dentro, que a grandes cosas me lleva. A m�� ni me mueven promesas, ni me desmoronan d��divas, ni me inclinan sumisiones, ni me espantan finezas y aunque de quince a?os (que, seg��n la cuenta de mi abuela, para este San Miguel los har��), soy ya vieja en los pensamientos y alcanzo m��s de aquello que mi edad promete, m��s por mi buen natural que por la experiencia. #_El_# temor engendra en m�� un recato tal, que ningunas palabras creo y de muchas obras dudo. Si quisi��redes ser mi esposo, yo lo ser�� vuestra: pero han de preceder muchas condiciones y averiguaciones primero. Primero tengo; de saber si sois el que dec��s; luego, hallando esta verdad, hab��is de dejar la casa de vuestros padres y la hab��is de trocar con nuestros ranchos, y tomando el traje de gitano, hab��is de cursar dos a?os en nuestras escuelas, en el cual tiempo me satisfar�� yo de vuestra condici��n, y vos de la m��a; al cabo del cual, si vos os content��redes de m��, y yo de vos, me entregar�� por vuestra esposa. Y hab��is de considerar que en el tiempo de este noviciado podr��a ser que cobr��sedes la vista, que ahora deb��is de tener perdida, o, por lo menos, turbada, y vi��sedes que os conven��a huir de lo que ahora segu��s con tanto ahinco; y cobrando la libertad perdida, con un buen arrepentimiento se perdona cualquier culpa. Si con estas condiciones quer��is entrar a ser soldado de nuestra milicia, en vuestra mano est��, pues faltando alguna dellas, no hab��is de tocar un dedo de la m��a.
Pasm��se el mozo a las razones de Preciosa, y p��sose como embelesado, mirando al suelo, dando muestras que consideraba lo que responder deb��a. Viendo lo cual Preciosa, torn�� a decirle:
--No es ��ste caso de tan poco momento, que en los que aqu�� nos ofrece el tiempo pueda ni deba resolverse: volveos, se?or, a la villa, y considerad de espacio lo que vi��redes que m��s os convenga, y en este mismo lugar me pod��is hablar todas las fiestas que quisi��redes, al ir o venir de Madrid.
--Satan��s tienes en tu pecho, muchacha--dijo a esta saz��n la gitana vieja---: ?mira que dices cosas, que no las dir��a un colegial de Salamanca! ?c��mo es esto? que me tienes loca, y te estoy escuchando como a una persona espiritada, que habla lat��n sin saberlo.
--Calle, abuela--respondi�� Preciosa---, y sepa que todas las cosas que me oye son nonada y son de burlas, para las muchas que de m��s veras me quedan en el pecho.
Todo cuanto Preciosa dec��a, y toda la discreci��n que mostraba, era a?adir le?a al fuego que ard��a en el pecho del caballero. Finalmente, quedaron en que de all�� a ocho d��as se ver��an en aquel mismo lugar, donde ��l vendr��a a dar cuenta del t��rmino en que sus negocios estaban, y ellas habr��an tenido tiempo de informarse de la verdad que les hab��a dicho. Sac�� el mozo una bolsilla de brocado, donde dijo que iban cien escudos de oro, y di��selos a la vieja; pero no quer��a Preciosa que los tomaste en ninguna manera; a quien la gitana dijo:
--Calla, ni?a; que la mejor se?al que este se?or ha dado de estar rendido es haber entregado las armas en se?al de rendimiento; y el dar, en cualquiera ocasi��n que sea, siempre fu�� indicio de generoso pecho. Y acu��rdate de aquel refr��n que dice: "Al cielo rogando, y con el mazo dando." Y m��s, que no quiero yo que por m�� pierdan las gitanas el nombre que por luengos siglos tienen adquerido de codiciosas y aprovechadas. ?Cien escudos quieres t��
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