Clara:
--Pues porque otra vez venga, no quiero dar nada ahora a Preciosa.
--Antes si no me dan nada--dijo Preciosa---, nunca m��s volver�� ac��. Mas s�� volver��, a servir a tan principales se?ores; pero trair�� tragado que no me han de dar nada, y ahorrar��me la fatiga del esperallo. Coheche vuesa merced, se?or Tiniente; coheche, y tendr�� dineros, y no haga usos nuevos; que morir�� de hambre. Mire, se?ora: por ah�� he o��do decir (y aunque moza, entiendo que no son buenos dichos) que de los oficios se ha de sacar dineros para pagar las condenaciones de las residencias y para pretender otros cargos.
--As�� lo dicen y lo hacen los desalmados--replic�� el Teniente---; pero el juez que da buena residencia no tendr�� que pagar condenaci��n alguna, y el haber usado bien su oficio ser�� el valedor para que le den otro.
--Habla vuesa merced muy a lo santo, se?or Teniente--respondi�� Preciosa---; ��ndese a eso y cortar��mosle de los harapos para reliquias.
--Mucho sabes, Preciosa--dijo el Tiniente---. Calla, que yo dar�� traza que sus Majestades te vean, porque eres pieza de reyes.
--Querr��nme para truhana--respondi�� Preciosa---, y yo no lo sabr�� ser, y todo ir�� perdido. Si me quisiesen para discreta, a��n llevarme h��an; pero en algunos palacim��s medran los truhanes que los discretos. Yo me hallo bien con ser gitana y pobre, y corra la suerte por donde el cielo quisiere.
--Ea, ni?a--dijo la gitana vieja--, no hables m��s; que has hablado mucho, y sabes m��s de lo que yo te he ense?ado; no te asotiles tanto, que te despuntar��s; habla de aquello que tus a?os permiten, y no te metas en altaner��as; que no hay ninguna que no amenace ca��da.
--?El diablo tienen estas gitanas en el cuerpo!--dijo a esta saz��n el Tiniente.
Despidi��ronse las gitanas, y al irse, dijo la doncella del dedal:
--Preciosa, dime la buenaventura, o vu��lveme mi dedal; que no me queda con qu�� hacer labor.
--Se?ora doncella--respondi�� Preciosa---, haga cuenta que se la he dicho, y prov��ase de otro dedal, o no haga vainillas hasta el viernes, que yo volver�� y le dir�� m��s venturas y aventuras que las que tiene un libro de caballer��as.
Fu��ronse, y junt��ronse con las muchas labradoras que a la hora de las avemar��as suelen salir de Madrid para volverse a sus aldeas, y entre otras vuelven muchas, con quien siempre se acompa?aban las gitanas, y volv��an seguras. Porque la gitana vieja viv��a en continuo temor no le salteasen a su Preciosa.
Sucedi��, pues, que la ma?ana de un d��a que volv��an a Madrid a coger la garrama con las dem��s gitanillas, en un valle peque?o que est�� obra de quinientos pasos antes que se llegue a la villa, vieron un mancebo gallardo y ricamente aderezado de camino. La espada y daga que tra��a eran, como decirse suele, una ascua de oro; sombrero con rico cintillo y con plumas de diversas colores adornado. Repararon las gitanas en vi��ndole y pusi��ronsele a mirar muy de espacio, admiradas de que a tales horas un tan hermoso mancebo estuviese en tal lugar, a pie y solo. El se lleg�� a ellas, y hablando con la gitana mayor, le dijo:
--Por vida vuestra, amiga, que me hag��is placer que vos y Preciosa me oy��is aqu�� aparte dos palabras, que ser��n de vuestro provecho.
--Como no nos desviemos mucho, ni no nos tardemos mucho, sea en buen hora--respondi�� la vieja.
Y llamando a Preciosa, se desviaron de las otras obra de veinte pasos, y as�� en pie, como estaban, el mancebo les dijo:
--Yo vengo de manera rendido a la discreci��n y belleza de Preciosa, que despu��s de haberme hecho mucha fuerza para excusar llegar a este punto, al cabo he quedado m��s rendido y m��s imposibilitado de excusallo. Yo, se?oras m��as (que siempre os he de dar este nombre, si el cielo mi pretensi��n favorece), soy caballero, como lo puede mostrar este h��bito--y apartando el herreruelo, descubri�� en el pecho uno de los m��s calificados que hay en Espa?a---; soy hijo de Fulano--que por buenos respectos aqu�� no se declara su nombre---; estoy debajo de su tutela y amparo; soy hijo ��nico, y el que espera un razonable mayorazgo. Mi padre est�� aqu�� en la Corte pretendiendo un cargo, y ya est�� consultado, y tiene casi ciertas esperanzas de salir con ��l. Y con ser de la calidad y nobleza que os he referido, y de la que casi se os debe ya de ir trasluciendo, con todo eso, quisiera ser un gran se?or para levantar a mi grandeza la humildad de Preciosa, haci��ndola mi igual y mi se?ora. Quiero servirla del modo que ella m��s gustare: su voluntad es la m��a. Para con ella es de cera mi alma, donde podr�� imprimir lo que quisiere; y para conservarlo y guardarlo no ser�� como impreso en cera, sino como esculpido en marm��les, cuya dureza se opone a la duraci��n
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